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Por: Jairo Parada
David Harvey, urbanista y economista británico, profesor en la ciudad de Nueva York, señalaba en el 2003 en un ensayo “El Derecho a la Ciudad” que el capital, operando según sus leyes y derechos de propiedad, organiza el espacio urbano a su antojo, mediante sus mecanismos de dominación políticos, económicos, ideológicos y culturales. Pero el ciudadano de hoy, no tiene que someterse a su arbitrio y debe luchar a través de diversos medios de generar una ciudad para todos, y no para un grupo económico específico.
Los que todavía soñamos con una Barranquilla incluyente, con un gran desarrollo social y empleo para todos, asistimos hoy a la debacle de un modelo político de poder económico de un grupo, de una forma de dominar la política y de una gestión pública elitizada, ante el ataque del Covid-19. Este virus ha desnudado nuestra realidad.
Los corifeos, escribidores del régimen y los subsumidos al poder local, gritan por todos lados que el desastre es causado por la falta de disciplina social, victimizando y estigmatizando a nuestros humildes ciudadanos. La consigna “De ti depende” trata de descargar la culpa en el individuo, en una visión neoliberal, como lo señala Foucault, donde todo ocurre por decisiones individuales. Los que hemos estudiado esta ciudad por décadas, sabemos que lo que ocurre responde a condiciones estructurales e históricas, de informalidad, desarrollo precario y control clientelizado de la política local, donde nunca importó la cultura ciudadana. No se le invirtió mayor cosa, por considerarlo vago e inútil. Más sólido y visible eran los parques, el malecón, los megacolegios construidos, aunque con bajo nivel académico, los hospitales y pasos, con coberturas de carnet, con equipos médicos deficientes, y personal precarizado por una contratación por servicios, inestable, que garantiza el sometimiento político. Si a lo anterior le añadíamos el control del Junior y del Carnaval, la dominación era absoluta. Pobres de aquellos que los cuestionábamos, pues aun hoy, somos criticados por la prensa local subsumida como “enemigos” de nuestra bella ciudad.
Pero los hechos son tozudos. La crisis no se puede tapar. Juan Esteban Lewis en la Silla Vacia (https://lasillavacia.com/los-numeros-barranquilla-muestran-esta-al-borde-del-abismo-77183) nos ilustra con cifras el desastre de Barranquilla y el Atlántico. Si nos comparamos con Medellín, la misma Bogotá, Bucaramanga y otras ciudades, los resultados dan vergüenza. La ciudad del mejor Carnaval del mundo, de la Aleta y la Ventana, desbaratada por un virus. La muerte asedia a todos los barranquilleros, del Sur y del Norte, con clínicas colapsadas sin UCIs y personal preparado para manejarlo. Pero la culpa no es sólo de la gente. Principalmente, recae sobre quienes han manejado esta ciudad en los últimos doce años. Nos hicieron creer que teníamos el mejor sistema de salud. La IPS Universidad de Antioquia se fue, y fue remplazada por una sociedad de economía mixta “Mi-Red” que se despacha los recursos de las transferencias en salud. El que critique algo, es despedido. Un grupo de empresarios particulares capturó, sin licitación pública, la salud de la ciudad. Simplemente fue a firmarle a Alex Char su sociedad de economía mixta en una notaría. El problema, es que la salud cuando es negocio, no trabaja en prevención ni se prepara para una pandemia. Eso no da réditos. Además, la ciudad fue superendeudada hasta el cogote, a pesar de lo que diga la empresa Fitch. El covid nos cogió con los pantalones abajo. Ahora nos tiene que salvar Shakira, la Fundación Mario Santomingo y el Ministerio de Salud. La gobernanza de la crisis ha sido desacertada, excluyente, dando palos de ciego, con picos y cedula que cambian cada rato y toques de queda improvisados. Hemos llegado a esto a través de un largo camino, bien explicado por columnistas como Adlai Stevenson y el joven comunicador Jean-Pierre Mandonnet. Lean estas historias y entenderán más como hemos llegado hasta aquí. A pesar de ello, como Harvey, reclamo que los ciudadanos tenemos aún derecho a otra ciudad. No las que hasta ahora nos han construido. Hay tiempo, bajo el acecho de la muerte.
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