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Por: Jairo Parada
Uno quisiera ser optimista en medio de esta pandemia, pero es imposible. Los listados diarios de muertos e infectados van en ascenso y nos tensionan y angustian. El presidente se reduce a su programa de TV, el Congreso queda minimizado a su anonimato virtual, totalmente inane, y la justicia se encierra también en las redes, totalmente inútil frente a la corrupción y el crimen. Preservan su vida, pero más de diez millones de colombianos salen a las calles todos los días, a pesar del Covid, pues si no trabajan no comen. Los asesinatos de líderes sociales y ex combatientes siguen en ascenso y a nadie parece importarle. Los más de 40 muertos de Tasajera son el reflejo de una población que, ante el desastre ambiental de la Ciénaga Grande de Santa Marta como dice el profesor Luis Trejos, cambió obligadamente la pesca en la ciénaga por la pesca en la carretera, pues ante el cierre del tráfico, ya ni pueden vender en la misma vía. El Covid nos obnubila y la banalidad del mal se impone.
Hasta las ciudades que mejor lo habían hecho frente al Covid, se están viendo en problemas para lidiar con la pandemia. Bogotá, Medellín, Bucaramanga y Cali, se ven abrumadas, ante el rol que el hambre y la informalidad juegan en el disparo del contagio, al no existir una renta básica transitoria que cubra por lo menos a ocho millones de hogares en el país. El gobierno sigue mezquino enfrentando la crisis, apenas gastando un 2,5% del PIB, mientras más bien le resuelve los problemas de liquidez a los bancos. Esperemos que el Conpes próximo de Reactivación el Gobierno entienda mejor la emergencia que vivimos.
El problema es global. El Banco Mundial revisó estimaciones y calcula que el PIB mundial se caerá en un 5,2% este año. Las economías desarrolladas se desplomarán en un 7%, y América Latina en un 7.5%. El Gobierno colombiano cree que nuestra caída será del 5.5%, pero me temo que será más alta. Se perderán 80 millones de empleos en el mundo y la caída del PIB mundial se acerca ya a la de la Gran Depresión de 1929. En Colombia ya hemos perdido cinco millones de empleos. Afortunadamente, como lo recordamos en mi reciente curso de Economía Postkeynesiana en el Doctorado en Economía de la Universidad del Norte, donde revisamos los 24 capítulos de la Teoría General de Keynes, hoy tenemos los aportes de este gran pensador. Sabemos qué hacer, pero la ortodoxia criolla no quiere hacer caso. Quiere una pandemia barata y ya nos amenazan con reformas tributarias. Ese no es el camino. Hay que inyectar un fuerte gasto público, con una renta básica transitoria, y recuperar la inversión productiva en los sectores productivos de la economía, empezando con las Pymes y Mypimes, la pequeña producción agropecuaria, infraestructura, el comercio y los servicios. John Auters en Bloomberg (“The Corona Virus was Always an Illusion”) nos demuestra que debemos superar los enfoques de economía (apertura) o salud (cierre). Es un falso dilema. Hay que aprender a moverse con cuidado con las dos piernas. Cierres muy duros sin vacuna, nos conducen a pérdidas económicas brutales y, apertura ligeras, a rebrotes mortales. Toca aplicar políticas más selectivas, apoyadas en un sector público fuerte en salud, del cual carecemos hoy en Colombia, gracias a las fallas de la Ley 100, la cual debe revisarse, y ponerse en sintonía con la Ley Estatutaria en salud. El mercado en la salud fracasó ante la pandemia. Hoy necesitamos más Estado, más regulación, IPS públicas fuertes que puedan trabajar en armonía con las privadas. Tampoco se trata de retornar al lejano pasado. Hasta que el Virus no sea derrotado, dice Auters, seguiremos en problemas económicos, luego nos tocará vivir con este virus un buen rato, adaptándonos a su presencia, pues el encerramiento continuo no es una opción viable.
En Barranquilla, epicentro de la pandemia también en Colombia, no podemos creer que después de una misa todo cambió. La estrategia local ha sido errática e incoherente. Nada más se les ocurre cierres, y picos y cédula. La economía de Barranquilla se desploma. Almacenes cerrados por todos lados. Las cifras de salud no son confiables, ni en contagios ni en muertes. El informe del Instituto Nacional de Salud evidencia el gran retraso en los test y sus resultados, y ellos nos indican que aquí nadie sabe cómo va la cosa realmente. Lo que sabemos es que el país tiene 129 muertos por millón de habitantes, Barranquilla padece 1.036 muertos por millón, Atlántico 340, Bogotá 190, Antioquia 26 y Valle 109. Siendo así las cosas, yo no le creería a los “Charlatanes” del poder local, que ya estamos pasando el pico de la pandemia. Cuídense porque podemos perder la vida en esa ilusión.
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