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Por: Jorge Guebely
Para un colombiano corriente, el coronavirus no es tan peligroso como el sistema de salud. Lo sufre porque, contagiado de políticos y comerciantes, se le ha convertido en una permanente pesadilla.
Sistema que, organizado con parámetros neoliberales, actúa como una tienda de salud. No le importa el ser humano sino el cliente, no le importa la vida sino el dinero. Apropiado por mercaderes de las EPS, en su interior reinan la voracidad empresarial, hospitales mal acondicionados y personal mal tratado. Invierte poco para ganar mucho. Mentalidad neoliberal, privatización sin ningún sentido social ni humano.
Sistema que se hace más peligroso en el periodo crítico de la pandemia. Momento en que se multiplican los pacientes y colapsan las UCI. No habrá suficientes camas para tantos contagiados críticos. Momento de hacer fila para lograr una con respirador, de esperar a que un enfermo se salve o se muera en el menor tiempo posible para no fallecer en la angustiosa espera. Pavoroso momento del Dilema Ético; de escoger, como un dios, quien vive y quien muere.
La suerte debe acompañar al paciente corriente para ser escogido, con criterios científicos, por una junta médica. Suerte porque los médicos, en el fragor de tantos enfermos, no tienen tiempo para hacer juntas. Así sucedió en los países que alcanzaron esta horrorosa etapa.
Entonces, deja su vida en manos de uno o dos galenos quienes tomarán decisiones apresuradas sobre los veloces acontecimientos
Suerte, mucha suerte para el paciente corriente. Debe someterse no sólo a la mezquindad del neoliberalismo, sino también a la mezquindad de nuestro espíritu conservador. Espíritu pre-moderno, clasista aristocrático. Someterse a la creencia de que los derechos de las elites prevalecen sobre los de la plebe. Poca esperanza tendrá si le toca competir con un patricio de la clase alta. No tendrá tiempo para ver vulnerado sus derechos por última vez en la vida
Colombia lo sabe, la ética médica, como todas las otras, sucumbe ante el podrido espíritu conservador colombiano. No prevalece la razón científica sino el interés del más potentado. Primero que la edad o las enfermedades de base para escoger un enfermo, prevalecerán el estrato social más elevado y las amistades políticas o empresariales más poderosas. Así funciona nuestra plutocracia, perverso sistema político, profundamente clasista, sombríamente tradicional.
Hoy más que nunca pagamos muy caro el vivir en un Estado neoliberal con una clase dirigente pre-moderna. Sus servicios sociales no son más que parodias para el colombiano corriente. Parodias que, en tiempos del coronavirus, se convierten en tragedias.
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