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Por: Rodney Castro Gullo

Qué cómo se nos ocurre pensar en el fin del petróleo, si en Colombia es el que paga las pensiones, la salud, la educación, los militares, la seguridad, las carreteras, los puentes, los puertos, entre muchas cosas más. Y con ese argumento, seguimos como si nada, inalterables en nuestra zona de confort, invirtiendo en modelos extractivistas limitados a la minería y al petróleo. Mientras  el resto del mundo, se desespera por ir un paso adelante en la nueva etapa energética que incluye el uso de alternativas renovables y amigables con el medio ambiente.

Antes del desarrollo del carbón y el petróleo, se descubrió en el siglo XIX, que el aceite de ballena funcionaba como combustible de lámparas y como cera para las velas. Fue un tiempo de épicas batallas en altamar contra gigantes e inocentes ballenas, el objetivo era matarlas en busca del espeso y costoso líquido de su interior para, entre otros, iluminar las noches de la orbe.

El manejo del queroseno a partir del carbón en 1846 y el descubrimiento de petróleo en perforaciones, a finales del siglo XIX permitieron que los cetáceos respiraran. Más adelante, también se encontró en un vegetal llamado jojoba, muchas de las propiedades del aceite de ballena.​ El aceite de jojoba tenía la facultad de reemplazar los usos de los hidrocarburos con ventajas adicionales, podía sustituir el 80% de los derivados del petróleo y además era renovable.

No obstante, lo claro es que el nuevo aceite con todas sus bondades, nunca destronó a los hidrocarburos como reyes de la energía, y solo hasta ahora, con la revolución tecnológica se pone a temblar dicha industria. 

Ya existen lugares en el mundo en donde se genera energía solar las 24 horas del día. Un ejemplo de esto es la planta Gemasolar, de Andalucía España. Logran con 2.500 espejos del tamaño de canchas de tenis, perseguir al sol durante su aparición diaria, con el fin de capturar y almacenar su energía. Se prevé que en muy poco tiempo, la energía eléctrica sea la de mayor uso, tiene mejor precio,  ventajas medioambientales y es más liviana y duradera.

Durante más de un siglo, los Estados que tienen petróleo y gas han tenido el poder. Una historia que inició antes de la Primera Guerra Mundial, cuando Winston Churchill, convirtió la Armada británica de carbón galés a petróleo importado. Reconoció la eficiencia del producto y se metió en el negocio con el fin de que no le faltara a los británicos. Desde entonces, la lucha por buscar y controlar la producción de los hidrocarburos marcó gran parte de la historia del siglo XX.

Con el petróleo se viene dando la mayor transferencia de renta entre países. Los compradores han cancelado a los productores una suma superior a todo el oro del descubrimiento de América. El negocio es redondo, se gastan 7 dólares para extraer un barril del producto, y se les paga incluso por encima de 100 dólares. Esto explica, las descomunales riquezas de los jeques en Arabia Saudí.

Por eso se estima, que el  cambio a las energías limpias y renovables causará gran impacto en la geopolítica. Países con mucho sol, viento o marea, no solo lograrán ser autosuficientes, también podrán exportar energía. Y asimismo es posible, que los actuales productores de combustibles fósiles pierdan el lugar de influencia que hoy tienen. En todo caso, la transición es inevitable, en razón, las naciones productoras de petróleo se preparan desde ya y comienzan a diversificar sus economías.

Si la principal disyuntiva del siglo XX era saber cuando se acabaría el petróleo, la de este nuevo siglo es saber, cuánto tiempo más querremos seguir utilizándolo. El oro negro, que movió al mundo en los últimos 150 años, dejará su lugar preeminente, para dar paso a nuevas alternativas mucho mas beneficiosas para la tierra y los seres humanos. 

La OPEP, considera que la caída de la demanda global de petróleo, será a partir del 2040, aunque reconocen que podrían tocar techo mucho antes, en el 2029, sobre todo, si la mayoría de los países se toman en serio las medidas de la cumbre de Paris sobre el cambio climático.

Ojalá en Colombia no nos demoremos mucho en dar el salto, y comencemos a explotar nuestro inmenso potencial en materia de energías renovables, lo tenemos todo. Parar el daño ambiental es urgente. Que el territorio nos sirva más bien, para sacar por el mar, a los buques más grandes del mundo, esos que tienen capacidad para 18 mil contenedores, repletos de maíz, yuca, plátano,  arroz, pescado, entre otros; el único modelo de política extractivista con el que nos debemos quedar e identificar.

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