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Por: ROQUE ORTEGA MURILO
No mintió, ni especuló frente la aparición de la pandemia del coronavirus; quizás fue la única voz política que tuvo la sensatez, sin tapujo, de informarle a su pueblo que el 80 por ciento sus habitantes se iban a contagiar. Fue la canciller alemana Ángela Merkel quien además se anticipó a advertir que tendríamos que aprender a convivir con el virus Covid-19. Al día de hoy, después todo el desastre económico, social y mental es lo que finalmente todo mundo viene aceptando. Admirablemente los gobiernos liderados por mujeres han manejado mejor la situación del virus.
Cuando la triada perversa del poder económico y el poder político, auspiciados por los medios masivos de comunicación que instigaron al miedo provocando un pánico mundial, han creado conjuntamente un nuevo orden social en donde la obediencia y la esclavitud sea, de ahora en adelante, el ardid de una nueva expresión del capitalismo salvaje.
Sin duda el capitalismo inhumano nos avasallará sin piedad provocando más miseria y acabando con las pocas libertades individuales, creando las condiciones para que la industria de la robótica se desarrolle inexorablemente y que conducirá lógicamente un aumento del desempleo. En Europa los meseros ya se están reemplazando por robots. Los jeques árabes en su mundo ostentoso viajan por el mundo con guardaespaldas robots que cuestan cada uno alrededor de 7 millones de dólares.
Cundido el pánico y la desesperanza, la masa de desocupados tendrá que conformarse con salarios paupérrimos y aceptar cualquier oferta laboral que le permita medio subsistir. La explotación que se avecina será dramática. Así ahora, nuevos trabajos esclavizantes en forma de teletrabajo, demandan a la gente laborar por más de diez horas frente una máquina, dejando pegado el culo en una silla, presa en su propio hábitat. Es la estresante “nueva normalidad” laboral.
Aunado a este panorama, el encierro ha exacerbado el resurgimiento de los fanatismo religiosos y políticos, incitando al nacionalismo, acrecentando el racismo, la xenofobia y otros radicalismos estúpidos que demuestran que esta humanidad no aprende de los errores del pasado y que insiste y pretende solucionar todas nuestras diferencias por medio de la violencia.
Ante esta farsa de la pandemia en que nos embarcaron, sin duda alguna, el que realmente se ha reinventado es el poder; Juega con nosotros como si fuéramos muñequitos de plastilina, nos amedrenta a su antojo y nos convierte en presas dóciles a una domesticación abominable. Tenemos que replantearnos qué respuesta dar ante esta situación de incertidumbre; no podemos esperar que otros nos den la soluciones; porque ni los estados han ofrecido recursos suficientes hoy para salir del marasmo, ni podemos esperar que mañana alimenten un nuevo futuro. Hay que zarpar en una nueva y moderna arca de Noé con opciones creativas y dignidad para afrontar los nuevos desafíos que aparezcan.
Hoy el mundo padece una crisis de liderazgo político, solo basta ver el proceder y los programas políticos de presidentes como Donald Trump, quien encarna la figura representativa de los nuevos dirigentes fantoches, mentirosos y propagadores del radicalismo y del odio. Así lo demuestra su discurso lleno de acusaciones infundadas contra sus rivales. La propaganda de mentiras parece resucitada del pensamiento de la Alemania nazi de Goebbels. Con un desprecio a la verdad, él bufón magnate calificó a Biden, el candidato del partido Demócrata, de ser un auspiciador del socialismo y el castrochavismo. Curiosamente la misma bandera y fórmula como el uribismo llegó al poder con Duque en Colombia: utilizado el miedo, la manipulación y la farsa.
Esta semana quedó corroborado el cinismo del presidente Iván Duque en su alocución en la Asamblea de las Naciones Unidas mostrándose como ambientalista y gobernante de paz, defensor y respetuoso de las instituciones y del Estado del derecho. Duque no solamente ha incumplido promesas de campaña en respeto al medio ambiente, sino que ha extendido la misma política de seguridad de los años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Como jefe de un gobierno permite y no acata las órdenes dela Corte Suprema de Justicia, irrespeta y acusa a la institución como cómplice de la subversión por su defensa al derecho a la protesta y al freno del abuso sistemático de la Policía.
Lo que evidenciamos durante este año es un incremento en materia de violación de los derechos humanos, un aumento exponencial de la violencia: llevamos más de 61 masacres, han asesinado a 152 líderes y lideresas sociales, defensores de derechos humanos y exmienbros de la Farc, a los que se suman los 13 jóvenes masacrados por la Policía el 9 y 10 de este fatídico mes que termina y el más reciente asesinato de Juliana Giraldo en un retén del ejército en Miranda Cauca. Más que evidente es la concentración de poder y el ataque continuo a la independencia de la justica. Este es el paraíso que vendió Duque en la Asamblea de las Naciones Unidas. En realidad, su gobierno avanza como en vías de 4G con un proyecto político autoritario que pretende alterar la estructura del Estado, acabar con el Estado de Derecho y la constitución del 91.
Es inaudito que el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo se burle de las víctimas y, además, se muestre agresivo con la Corte; no ofreciendo las disculpas debidas sino decidiendo retarla. Ha continuado en su defensa de las Fuerzas Públicas con descaro y sin reparo alguno, en negación de la gravedad de lo sucedido y en una persistente estrategia de des legitimización y estigmatización a la protesta. ¡Acaso esto no huele a dictadura! Defender los derechos ciudadanos no significa ser subversivo. ¿Acaso esto no se parece a Venezuela? La única diferencia es que el gobierno del norte apoya a este régimen y no le impone restricciones y bloqueos como lo hace con el hermano pueblo.
Al uribismo se le agoto el discurso, no propone ideas y no puede mantener discusiones de altura; simplemente se dedica a lanzar mentiras unas tras otras que por repetición intenta convertir en verdad, ayudado por el eco que propagan algunos periodistas defensores a ultranza del poder y su proyecto político autoritario. Ahora el culpable del actuar represivo y violento de las Fuerzas armadas es Juan Manuel Santos. ¡Para Uribe si sus crocs se ensucian de boñiga de vaca el culpable es Santos y el castrochavismo! Lo absurdo es que hay una horda de fanáticos extremistas que así lo creen.
Este pan miedo de posverdad, sin duda, nos está dejando secuelas sociales, económica y mentales que ciertamente agravarán problemas serios que vienen de tiempo atrás como la inequidad, el aumento de la pobreza, y por consiguiente, el crecimiento de una verdadera pandemia que el mundo ve con indiferencia: la hambruna; 8.500 niños mueren a diario por física hambre; eso es insólito en la era en que si invierten cifras astronómicas en la industria militar y en la robótica; Quizás, los más afectados con el desempleo son los jóvenes y las mujeres. Ojalá esta situación caótica no vaya incidir en el aumento del suicidio, debido a que la salud mental cada vez más está comprometida: Cada 30 segundos un ser humano se quita la vida. ¡Tremendo drama!
Ante esta encrucijada planetaria en donde se ha perdido la esperanza, no podemos perder la fe, ni esperar que surja un chapulín colorado como el salvador. Ante esta crisis de la que no se salvan ni las religiones ni las iglesias: otros entes de poder manipuladores y traficantes de miedo, necesitamos acciones sanadoras urgentes que nazcan de la misma comunidad. No podemos esperar que una clase política torpe e inoperante nos solucione esta tragedia. Hay que emprender creativamente, encontrar nuevas estrategias de convivencia humana como el implemento de una economía solidaria, un cooperativismo más humano, auspiciar el cultivo comunitario donde sea posible, la creación de microempresas familiares y/o comunitarias y relacionarnos de una manera cordial con el medio ambiente.
No podemos seguir haciendo lo mismo repitiendo el estilo vida enfermizo donde prima el consumismo, el individualismo y la cultura de tirar y contaminar. Es urgente emprender un humanismo sanador que a través del arte y propuestas innovadoras que nos permitan desde poder comer sobre todo rescatar la dignidad humana.
En cuanto a nuestro drama local, todavía estamos a tiempo que la sociedad civil exija y participe de las decisiones fundamentales para acabar con la hegemonía de las élites que ha gobernado a sangre y fuego el país y que son responsables históricas de este desastre. Es la hora de una verdadera reconciliación y de un pacto social en el que todos los actores participen y aprovechen para contar la verdad y no seguir repitiendo los errores del pasado. Es posible perdonar, reconocer las responsabilidades, no evadirla, es un momento de oro, no se debe desaprovechar, en donde el diálogo sincero sea el mecanismo para hacer las reformas sociales necesarias.
Hay que sentar a todas las fuerzas de este país para construir una sociedad en la que no nos matemos los unos a los otros y no quede ninguno y aprendamos a convivir con nuestras diferencias, en respecto y con una sociedad más justa. Por último, abolir la mentira del lenguaje político, ese mal hay que repudiarlo firmemente, esa no puede ser la enseñanza y ejemplo para la niñez. ¡Llego el momento de cambiar esta historia!
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