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Por: Jorge Guebely

Si juntamos las palabras “política” y “mentira” provocamos un enorme pleonasmo, una cacofonía semántica. Tan pleonasmo como afirmar “noche nocturna” o “calentura caliente”. En política, su verdad es mentira. Sus banderas suelen ser fraudes peligrosos. Enmascaran el poder despótico de las elites económicas contra los desposeídos, estrategias para perpetuar el uso y abuso de sus privilegios. Generaciones enteras transitan por la vida sin conocer la verdad, sometidas a grandes mentiras políticas que formatean sus conciencias.

Las convierten en agitados muñecos de carne. La reciente Guerra Fría se montó sobre dos enjambres de mentiras políticas, Un mundo infamemente polarizado entre buenos y malos, capitalistas y comunistas, demócratas y dictadores. Dos banderas monstruosas que contaminaron la tierra entera: Estados Unidos vs Unión Soviética, Alemania Federal vs Alemania Democrática, Europa del Oeste vs Europa del Este, Corea del Sur vs Corea del Norte, Cuba vs América Latina… Sojuzgados por dos mentiras políticas, las recientes generaciones les tocaba elegir entre dos enfermedades, entre un cáncer del colon o uno de la próstata.

Oscilaban entre dos falacias: ni eran comunistas los comunistas, ni demócratas los demócratas. Los primeros practicaban una dictadura feroz de partido, grupo de intelectuales con poder sobre enormes masas iletradas. Los segundos no eran mejores, practicaban la dictadura de las elites económicas a través del bipartidismo: la plutocracia. Excluían de sus recintos a negros, indígenas, inmigrantes, pobres… Razón tenía Charles Bukowski, escritor norteamericano, al afirmar que eran ciudadanos con libertad para elegir su esclavitud a través del voto.

Los tercermundistas ni siquiera fuimos producto de nuestras propias mentiras, nos formatearon con farsas ajenas. Polonia nunca decidió ser comunista; ni Grecia, democrática. Como a nuestra generación, les tocó sufrir la repartija voraz de la Segunda Guerra Mundial y padecer el poder asesino de la KGB o la CIA. No hemos tenido el derecho a inventarnos nuestro propio fraude nacional Mentiras políticas (perdonen el pleonasmo) que nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pero en Colombia, mueren con más lentitud.

Aún padecemos la bipolaridad de la Guerra Fría, vergüenza que nos merecemos por ignorantes, Por no haber entendido que esa mentira histórica murió con la caída del muro de Berlín. Aún buscamos enemigos internos, comunistas o castrochavistas, para asesinar colombianos inermes. Aún aceptamos estúpidamente que Venezuela es socialista y Colombia, democrática.

Dos sistemas imperfectos que son perfectos fraudes políticos. Dos engendros históricos que tienen a cinco millones de venezolanos deambulando por las calles de América Latina y a siete millones de colombianos desplazados errando por las calles de la gran ciudad.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor  jguebelyo@gmail.com