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Por: Jorge Guebely
En la sociedad distópica de Oceanía, novela “1984”, también planifican la guerra para controlar las masas. Las sumen en confrontaciones ficticias, inventos políticos, para generarles miedos. Saben que: “Quien tiene miedo es ya un esclavo”, según Séneca.
En Oceanía, utilizan el eufemístico Ministerio de la Paz, tan eufemístico como la Consejería de Paz en Colombia. Inventan enemigos fantasmales similares al castro-chavismo, débiles como la guerrilla e invencibles como el terrorismo. Artificio para combatir indefinidamente sin peligros, con excelentes dividendos económicos y políticos para pocos y grandes tragedias para muchos. Estrategias donde sólo mueren los sometidos.
Guerra inanes, sin vencidos ni vencedores, únicamente el tiroteo por el tiroteo. No definen nada, sólo construyen terror porque quien controla el terror de las masas, controla las masas. Horrorosa herramienta de poder, pesadas cadenas mentales. Maquinaria eficaz para crear sumisos, obedientes, ciudadanos descriteriados.
En Oceanía, dosifican el miedo para que no descienda al espanto. Que nadie se espante y pierda la cordura y se rebele contra el gran poder. Lo dosifican también para que no se diluya en el sosiego. Un pueblo sosegado construye pensamientos lúcidos, el peor enemigo del poder que se alimenta de ignorancia, oscurantismo y borreguismo. Se nutre con el subdesarrollo humano.
En Oceanía, fomentan el odio, enfermedad mental que aplasta a las personas, las convierte en bestias rabiosas domesticadas, alimento de toda guerra. Inyectan dosis diaria de odio contra el enemigo para emberracar a la gente; polarizarla entre buenos y malos, sumisos y rebeldes, entre patriotas y delincuentes. Odio que empodera al redentor monstruoso, al Gran Hermano. Quien odia, se somete a un gran líder para que le maneje su odio.
En cualquier Oceanía, las guerras ganan adeptos incondicionales, fanáticos que ejecutan asesinatos en masa. Patológica estrategia de poder, tan ancestral como la revolución del trigo según estudios de Gordon Childe, momento histórico en que surgió la división de clases. Herramienta predilecta de cualquier Estado: religioso o civil, aristocrático o republicano, de izquierda o derecha. Muy difícil domesticar el hitler que dormita en el corazón de cada líder político.
Inquietante Oceanía, nos devela la democracia colombiana, nuestra falsa democracia. Nuestra verdadera plutocracia de plutócratas insensibles, ultra-godos, pre-modernos. Inventan enemigos, fomentan miedos, alimentan odios, polarizan colombianos, … Urden escándalos bélicos a través de sus heraldos, sus medios de comunicación, sus periodistas sumisos, sus políticos enmermelados. Funesta ideología, degrada la especie humana, la minimaliza, la animaliza. Les es más fácil dominar la rabia de una fiera alienada que la lucidez de un ser humano sensato.
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