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Por: RODNEY CASTRO GULLO

Aunque venía cavilando en el asunto desde hacía algún tiempo, aquel 26 de marzo del año 2015, fue el día en que mi mamá se decidió a emprender una acción, que sería su manera de agradecer a Dios por las cosas buenas que ofrecía a ella y su familia. Organizó  a través del WhatsApp, un devocional (grupo de oración).

Ese día, sus cercanos recibimos a las cuatro en punto de la madrugada, su primer mensaje edificador lleno de la palabra de Dios. Se trataba de un audio con su voz, acompañado de una tenue melodía de fondo, que trasmitía paz.

Desde entonces, por increíble que parezca, no ha fallado un solo día. A la misma hora del amanecer envía su reflexión espiritual, que por el milagro de la internet, vaya uno a saber a donde termina. Lo cierto es que su palabra sirve de bálsamo estimulante para quienes la escuchan y el grupo cada día se fortalece más. Eso sí, se recomienda que las alertas de notificación del grupo, se mantengan en silencio, pues a lo largo del día van apareciendo los “Amén” de todo el que va escuchando el mensaje.

Como el de mi mamá, hay muchísimos grupos de oración en las redes sociales, los cuales pululan, por la necesidad de acompañamiento y consuelo que hay en la población en general, sobre todo en estas épocas de confinamiento y enfermedad.

La Pandemia ha ocasionado una terrible crisis de salud mental en el mundo. La pérdida de seres queridos, el encierro, las dificultades para percibir ingresos, y la zozobra, han generado importantes trastornos mentales, que conllevan entre otros, al insomnio, a la ansiedad, pudiendo provocar incluso complicaciones neurológicas y accidentes cerebrovasculares.

Según estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el COVID-19 por su amplia demanda, ha hecho que se saturen y paralicen los sistemas de atención en salud mental en el 93% de los países del mundo. Lo cual evidencia la urgente necesidad de incrementar la financiación en este tipo de servicios, pues el 2% promedio del presupuesto nacional que destinan los países para la atención de esta problemática, es insuficiente.

Esa misma organización ha tasado en un billón de dólares, las pérdidas anuales de productividad económica causada únicamente por la depresión y la ansiedad. No obstante, los estudios señalan que por cada dólar gastado en tratamientos relacionados con la salud mental, se genera un retorno de 5 dólares. Pero nuestros gobernantes siguen sin darle prioridad al asunto, en consecuencia padecemos la terrible realidad de que cada cuarenta segundos se suicida una persona en el mundo y en Colombia cada día toman la fatal decisión siete personas en promedio.

Nuestra población está afectada, y la inversión en ayuda profesional en el campo psicosocial es casi inexistente, por eso es importante valorar, el esfuerzo que sin remuneración y desde la intimidad de sus hogares, hacen quienes lideran estos grupos de oración. Mientras la mano asistencial del gobierno brilla por su ausencia, los devocionales con sus reconfortantes palabras y a través de la tecnología, siguen inyectando esperanza y alivio a las almas turbadas ó atribuladas que interactúan en esos grupos.

Aclaro, esta columna no busca promover religión alguna, cada quien es libre de creer o no creer; lo que si me parece importante y oportuno, es reconocer el papel que vienen desarrollando estos colectivos espirituales durante la coyuntura de la pandemia. En tanto el gobierno sigue en la etapa de análisis de la problemática de salud pública que enfrentamos, los devocionales, sin perder tiempo y apoyados en las sagradas escrituras no paran de salvar vidas.  Así que mami… ¡adelante!

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor