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Por: Jenniffer Rueda Martínez
Dios es el dueño de la vida, El Padre, El Creador y todos los días en su infinito amor y misericordia nos presta la vida acompañada de un bono especial que contiene 24 horas redimibles para que cada uno decida que hacer con ellas, lo comparo a una cantidad de dinero que recibes de alguien el cual depende de la administración que le des se convertirá en una inversión o un gasto.
Todas las personas desean tener días felices y hacer las cosas bien, despertar con mucha alegría y energía para emprender una nueva aventura y culminarlo con la satisfacción del deber cumplido, pero, que pasa cuando no pasa así tan chévere y en su lugar los pensamientos y las emociones se juntan como camaradas para hacer las cosas difíciles, cuando nos despertamos con ese peso que nos presiona contra el colchón y nos arrebata las fuerzas de levantarnos, recuerdas que día de la semana es y todas las razones que te obligan a ponerte de pie por pura responsabilidad, luego logras con mucho esfuerzo físico (porque si te dejas llevar por el mental ahí te quedas aplastado) sentarte, buscar tus pantuflas o chanclas, te colocas de pie y te desplazas lentamente arrastrando los pies como si no pudieras con su peso y con la vista nublada por tus propios parpados, e inicias la rutina un paso seguido de otro, en ese orden perfecto para que todo y todos puedan seguir “funcionando”, como queriendo, pero no queriendo a la vez porque ese vacío en tu cabeza y tu corazón te perturba, te desmotiva, te entristece, te roba la paz y las ganas de todo, ni te hablo del nivel de sensibilidad e irritabilidad que te hace vulnerable hasta a las miradas de los demás.
Y si mis amigos, hay días de días y hacen parte de la realidad que nos hace seres humanos, así somos como el cielo unas veces azul, otros grises, otros combinados con la presencia de espesas nubes, en ocasiones nos acompaña la lluvia y otros un brillante sol y algunas otras nos acaricia la brisa. No se hace esperar la variada posición que asumen las personas ante estos cambios, algunos agradecen y otros reniegan no importa lo que haga frio o calor.
Si quieres salir bien librado de esta montaña rusa, aunque la cosa pinte mal desde tu interior, empieza por aceptar y abrazar ese momento por el que estas pasando, respira profundo, coloca la mano en tu corazón y siente sus latidos; Wao, ¡¡¡sí!! acabas de descubrir que sigues vivo y mientras hay vida hay nuevas oportunidades de buscar solución, de tocar otras puertas para encontrar otra salida, aunque todo parece enredado y por más que te esfuerzas no ves nada bueno en lo que experimentas, detente un momento y oblígate a nadar más profundo y con más detalle y encuentra razones y motivos positivos, de bendición que te animen a seguir adelante, piensa, reflexiona y analiza el motivo por el cual te sientes así, cual es la razón que te lleva a ese estado y luego de identificar movilízate y organiza un plan para solucionar, ocupa tu mente, come bien, haz actividad física, escucha música, canta y baila como dicen “como si nadie te estuviera viendo”, escribe, lee, levanta ese ánimo, redescubre tu o tus sentidos de vida y aférrate a él, yo tengo claro cual es el mío, espero que tú también, si experimentas esto muy seguido no dudes en buscar un apoyo profesional, todo tiene solución.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor Jenniffer Rueda Martínez Psicóloga