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Por. César Gamero De Aguas.
“El que impone un castigo desproporcionado no corrige, sólo se venga”- Tayeb Saleh
No se requiere ser un empedernido adicto a la información que se desprende en los medios de comunicación o en las redes sociales, solo basta con observar los titulares de los diarios amarillistas que nos presentan de primera mano, suficiente evidencia de lo que le sucede a un criminal cuando cae en manos de la comunidad. En retrospectiva, la historia de la humanidad ha utilizado incontables métodos para castigar con severidad la falta punible del implicado, y estas han ido variando de manera paulatina conforme avanzan las diferentes estructuras sociales, así como también de cara al respeto por los Derechos Humanos. Cabe señalar, que las medidas adoptadas buscan en el gran sentido de la práctica, la supuesta no repetición del hecho, una ejemplificación de los cambios incorrectos de la conducta individual, frente a la sana convivencia, y una invitación directa a la sociedad a vivir bajo los parámetros establecidos dentro de un convencionalismo, donde las acciones de carácter moral se ajustan a los intereses de todos. No obstante, algunos países se destacan por utilizar mecanismos de castigo inflexibles que van desde el fusilamiento, la horca, el destierro, ejecuciones con inyección letal, cadenas perpetuas, y otras prácticas que abren un debate sin fin, o en el mejor de los casos ´discusiones bizantinas´, que no han encontrado soluciones adecuadas a tan indignante problemática. El caso es que, en nuestro país, se han “acumulado” elementos suficientes para tratar de salvaguardar la integralidad física de las partes involucradas (víctima y victimario) en hechos delictivos, no obstante, la sociedad en su conjunto ya cansada de la inoperatividad, la incomprensibilidad, la ineficiencia, la tediosa tramitología de las denuncias, y a veces injustas normas legales al código de la civilidad, optan por hacer justicia con sus propias manos. Y es precisamente en la poca confiabilidad que sienten los ciudadanos sobre el sistema judicial legal para penalizar los casos de robos, homicidios, estafas, etc., donde nace el uso un tanto irracional y desmedido de la manoterapía y la paloterapia. Al buen uso de la “letra con sangre, entra porque entra”, la sociedad en general pareciera actuar desmesuradamente dando lugar a una especie improvisada de circo romano, donde la sangre del afectado o afectados alimentará gradualmente ese salvajismo, o sadismo, lo que en la lengua alemana se denomina, ´Schadenfreude´, “sentir placer por el mal de otro”.
En muchos casos la situación se sale de control, dando lugar a hechos funestos, donde el victimario sino es asesinado, termina siendo víctima con heridas de consideración, causadas por una horda sin control que deambula en las calles de la ciudad, a la espera y a la expectativa de nuevas secciones de acción y crueldad. Este es el reflejo de una sociedad enferma que no atiende normas de convivencia ciudadana, que pareciera haber llegado al culmen del desespero en su afán de no hallar justicia en el régimen de acusación penal, de vivir un cansancio cósmico a tanto atropello víctimas también de la inseguridad, y una falta permanente de la autoridad por atender incontables de casos en un solo día. Pues no alcanzarían tantos policías para contrarrestar la fuerte marea de atracos y actos vandálicos. La manoterapia y la paloterapia pareciera ser un modelo “flexible” y particular de corrección para aquellos que se atrevan a irrumpir las normas de convivencia social, un ejercicio ya muy común que no respeta pinta, y que no tiene en cuenta que el “espectáculo salvaje”, es presenciado por niños y jóvenes, que a la postre terminarán replicando esas mismas conductas y acciones indignantes.
La sociedad en toda la extensión de la palabra, exige medidas ejemplares de control y de mejoramiento social, que devuelvan la confianza a los ciudadanos de bien, una resocialización definitiva del criminal, y mayores oportunidades para todos, pues la idea es pensar en generar productividad individual, grupal y social, antes que ser víctima de un atraco en cualquier esquina, y evitar en el peor de los casos un acto de estos donde los palos, los cascos de motocicletas , las armas blancas, las pistolas, la candela, el desnudar al criminal, entre otras atrocidades, sigan alimentando el apetito voraz y descontrolado de esta caterva indeterminada de desadaptados.
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