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Por: Jorge Guebely
De nada sirvieron las dos primeras revoluciones industriales, ni la revolución francesa, el alto liberalismo rápidamente se momificó. Se contagió con el conservadurismo del antiguo régimen. Igual voracidad económica para un liberal que para un conservador.
No hubo libertad, ni igualdad, ni fraternidad. Progresó la inversa: más desequilibrio que igualdad, más pugnacidad que fraternidad. Sólo prosperó la libertad de mercado, el apetito capitalista en competencia sobre las leyes de la oferta y la demanda.
Nos convirtieron en hijos del mercado. Culturalmente somos comerciantes; al mismo tiempo, vendedores y consumidores. Algo tenemos que vender para sobrevivir y sobrevivimos para consumir. La prostituta vende su sexo; el médico, su conocimiento; el político, su mentira. Cada cual con su mercancía a cuesta. Existencia espasmódica, encarcelada, sin ninguna trascendencia mayor. Sólo anima el poseer más para brillar más con el brillo de los cachivaches poseídos. Estúpido espejismo, nos hace creer que somos lo que poseemos.
Mercado que sólo procrea monstruos; seres humanos indolentes, insensibles. Opulentos vergonzosamente soberbios, pobres horrendamente frustrados. Pequeños hematomas de grandes capitalistas, enormes chichones de exagerada pobreza. Cuerpo cancerígeno poblado de tumores.
Por una conciencia más humanizada, surgen, desde las entrañas del capitalismo, economistas mayores: Marx, Keynes, Amartya Sen, otros.
Surge la economista inglesa, Kate Raworth, docente investigadora de Oxford y Cambridge. Su libro, “Economía rosquilla: siete maneras de pensar la economía del siglo xxi” expone el modelo que implementa la alcaldesa de Ámsterdam.
Contra la economía clásica liberal y neo-liberal, focaliza más al ser humano y menos al crecimiento económico, más a las personas y menos al PIB. Economía para gestionar dignamente los recursos, no para la acumulación de capitalistas lunáticos. Para respetar el planeta, fuente de todas las vidas sobre la tierra. Economía para superar el mercado como madre y volver a ser hijos del universo. Quizás, para retornar a “La tierra prometida” según promesa bíblica.
Modelo diseñado sobre tres círculos concéntricos, la célebre rosquilla del título. El círculo inferior referencia la base social, tan deteriorada por la desigualdad, a la que se le puede ofrecer todos los servicios básicos: vivienda, alimentación, educación… para una existencia digna. Baste limitar los deseos infinitos de la mente, sus apetitos insaciables -segundo círculo- para practicar una economía regenerativa y distributiva. Para alcanzar el tercer círculo: el respeto por el Planeta, por la Vida.
Economía para neutralizar el cambio climático, la contaminación química, la pérdida de biodiversidad… Para evitar la catástrofe al depredar la Naturaleza y consumir el 160% se su regeneración anual según Global Footprint Network.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor jguebelyo@gmail.com