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Por: Jenniffer Rueda Martínez

Estoy totalmente en desacuerdo con las afirmaciones que plantean que lo bueno de una generación y lo malo de otra radica en que antes se criaba con el triste lema “la letra con sangre entra”, que el mejor psicólogo era el cinturón y la chancleta voladora, dando valor a la idea que la violencia y agresiones físicas son una opción válida para criar, educar y enseñar, sin lugar a dudas si llegamos a comparar hay notorias diferencias con los tipos de personalidad, carácter y formas de vivir y enfrentar la vida misma entre los que vivimos etapas pasadas a comparación con la actualidad. Creo que el ser humano debe estar en constante evolución, que la vida es dinámica, que hay aspectos de la historia que hay que modernizar y adaptar, pero también creo que hay cosas que hicieron parte de la época de nuestros abuelos y padres que hay que rescatar y conservar, por ejemplo el hecho que nos enseñaron a que las cosas tienen un valor y por lo tanto había que ganárselas con esfuerzos si queríamos obtenerlas, vivimos con lo básico para sobrevivir, una familia, un hogar, tres comidas, educación y salud, la recreación iba por nuestra cuenta al tener el privilegio de poder salir a la calle a compartir con nuestros amigos del barrio, estábamos obligados a pasar la mayor parte del tiempo juntos frente al único televisor de la casa, si el clima estaba muy caluroso entonces la reunión era en el patio o en la terraza para refrescarnos con la brisa, el premio más valioso y anhelado era una salida a un parque a comer un helado, sabíamos que el éxito de la vida en su gran mayoría estaba en estudiar y aprender por lo tanto asumíamos la responsabilidad de hacer las tareas y ganar los años escolares, no se veía abundancia en casi nada y aprendimos a conformarnos con lo que había porque entendíamos que era lo que nuestros padres nos podían brindar.

El mundo ha cambiado, sobre todo en cuanto a lo tecnológico se trata y cada invento y cada avance nos obligó a enfrentar una economía más exigente a la que tuvimos que adaptarnos para tratar de encajar y no quedarnos atrás, ambos padres salen a trabajar porque ya un solo sueldo no alcanza, los bebes de la nueva generación desde que nacen están expuestos a un aparato tecnológico para su distracción y de ahí en adelante ya no pueden vivir sin él, pasan la mayor parte del tiempo siendo criados por la tecnología, los que deberían ser sus cuidadores están muy ocupados y experimentan sentimiento de culpa por eso todos los días deben llevar un obsequio o complacer cualquier capricho, en el que el “quiero, dame, necesito, regálame, cómprame” se vuelven las palabras más pronunciadas por sus hijos, se sienten presionados a “emparapetar” a sus hijos con todo cuanto invento salga sea útil o simplemente porque este de moda. Así van creciendo en una zona de confort, una vida acomodada, viven en un ideal de un facilismo que no existe, desconocen lo que es esforzarse, sacrificarse, o ganarse algo por su propia cuenta, y por si fuera poco siempre quieren más, no hay un límite para llenar sus vacíos, que son sobre todo afectivos porque con tantas ocupaciones esta generación se caracteriza por ser huérfana de padres vivos con vidas enredadas, por lo cual terminan incluso acudiendo a lo dañino y nocivo para su organismo, quedo aterrada con la forma en que han normalizado el uso de las drogas, ni siquiera saben cómo explicar el hecho de porque las usan, simplemente responden “es que todos lo hacen”, creen que porque son unos cracs con la tecnología ya se las saben todas, defienden su privacidad porque no les gusta que los adultos estén pendiente de ellos y mucho menos aconsejándolos, porque “uy no que hartera”, como son complacidos la mayor parte del tiempo no han sentido la necesidad de tener determinación ante sus decisiones por eso muchos se la pasan de carrera en carrea, de universidad en universidad sin tener ni la menor idea de para que quieren ser útiles y servir en la vida, no quieren vivir los procesos, solo optan por lo que les proporcione resultados inmediatos pero inestables.

Estos niños que luego son adolescentes y pasan a la edad adulta tarde o temprano la vida los coloca aprueba para que muestren de que están hechos y conozcan y demuestren lo mejor de ellos para buscar soluciones, imagínate que les ocurre ante la primera y mínima dificultad, pues se sienten desacomodados, no saben que hacer ni cómo lidiar ante la desconocida situación, se preocupan y angustian en extremo, no duermen, no comen, no saben siquiera como pensar en una salida o solución, no conciben la vida en un estado diferente al que siempre han conocido, no se hace esperar la frustración, los ataques de ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas, mucho ojo padres que nuestros jóvenes están pensando que la única salida es terminar con su vida para dejar de sufrir sin antes dar la batalla, le tienen miedo al dolor.

Soy madre y sé que no existe el tan, mencionado manual para padres perfectos, pero de lo que si no podemos lavarnos las manos es de querer responsabilizarlos de todo porque a esa generación los criamos los adultos de ahora, si tienes hijos de esta generación preocúpate porque los casos como los que te estoy contando hacen parte del común denominador.

¿Qué hacer?

Nunca es tarde, mientras hay vida hay oportunidades, y ahí está el cerebro de estos jóvenes dispuesto a aprender y aquí estamos los profesionales, las instituciones educativas y por supuesto la familia, trabajando en equipo los podemos practicar la prevención para evitar futuros lamentos.

Es importante rescatar la importancia de la familia, dejar de vivir como extraños en una misma casa, en el ir y venir de todos los días hay que sacar tiempos sagrados para conocerse e integrarse. De igual manera funcionar como un sistema y una organización en la que todos se benefician, pero también se afectan entre sí, que tengan derechos, pero también deberes, cumplimiento de reglas, normas y limites, visualizar la autoridad firme y radical que sepa guiar, orientar con amor, pero también hacer asumir consecuencias.

Es urgente implementar la crianza basada en amor, valores, moral, principios.

Es fundamental alimentar y fortalecer la autoestima, el amor propio y el concepto desde muy temprana edad.

Es importante hablar claro acerca de la vida con todas sus subidas y bajadas, pero que, con todos esos ingredientes agridulces, hay que amarla, valorarla, conservarla y defenderla como el don más preciado que se nos pudo haber confiado, es rico estar alegres, pero también hay que darse la oportunidad de vivir el dolor, las dificultades son necesarias porque es ahí cuando sacamos lo mejor de cada uno de nosotros.

La idea de “Voy a dar a mi hijo lo que a mí me falto”, no es mala si no lo enfocas solo a lo material, dale a tu hijo las miradas, la atención, la escucha, la presencia, el acompañamiento, los juegos, las risas, las conversaciones, el tiempo, los consejos, el compartir que te hubiera gustado que te dieran tus padres, sana tus carencias a través de la crianza de calidad que les des a ellos.

Vivir experiencias espirituales con un Ser superior.

Tener claro que la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra.

Es fácil estar bien cuando todo está funcionando bien, por eso reto a nuestros jóvenes descubrir las capacidades desconocidas que hay en ellos para no dejarse tambalear ante la primera sacudida.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Jenniffer Rueda Martínez. Psicóloga