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Por: Adlai Stevenson Samper
Hace algunas semanas un comerciante decidió romper una de las paredes del edificio Avianca (antiguo SCADTA), un edificio con carácter patrimonial ubicado en el centro de Barranquilla. Lo hizo convencido, pese a las alertas legales que le formularon, que su actuación vandálica no tendría ninguna repercusión, tal como se estila a lo largo y ancho del deteriorado centro de Barranquilla declarado bien de interés cultural de la nación, mediante Resolución 1614, 1999 del Ministerio de Cultura.
Escándalo mediático por el atentado. Aparición en pantalla con luces a todo timbal del área de patrimonio de la Secretaría Distrital de Cultura, del Ministerio de Cultura y de otros sectores interesados en la preservación de estas edificaciones protegidas expresamente y sin ambages retóricos. El centro histórico de Barranquilla dejado a las fuerzas del que quiere usufructuarlo de cualquier forma sin que en apariencia haya respuesta –debería tenerla- institucional en todos los sectores en conflicto y aquí es donde aparece la paradoja que el mayor ejercicio de vandalismo e irrespeto surge, nace, precisamente de las instancias oficiales.
No son exageraciones, pero hasta este momento todos los planes formulados sobre este sector de la ciudad han resultado estruendosos fracasos. Son planes desarticulados y mediados a través de diversas instancias que se tiran –o esconden- la responsabilidad en las ejecuciones de los planes. Increíble además que la Alcaldía y Gobernación tengan sus sedes principales en el Centro, y que sus funcionarios tengan que transitar entre el espacio público invadido, las fritangas y cantinas callejeras y la mercaderización total del casco histórico. Solo basta ver la carrera La Paz, 20 de julio hasta la calle Murillo con venta de frutas, verduras, pescados y toda clase de bisutería.
No es un buen panorama para un bien cultural de la nación que lentamente se convierte en un tugurio comercial sin dolientes del estado sobre su situación, excepto por declaratorias, renders ilusorios –deporte en los que parecen haberse convertido en muy duchos y avezados- caminatas del staff de la administración registradas por acuciosos fotógrafos y la consigna del finado Héctor Lavoe:
“Ni pá llá voy a mirá”. Implicados por acción u omisión el Ministerio de Cultura, Secretaría de Cultura, Consejo de Patrimonio, Oficina de Patrimonio –un nuevo embeleco-, la policía nacional MEBAR, la oficina de Control de Espacio Público y Gerencia del Centro.
Sobre el Ministerio de Cultura y sus irresponsabilidades en estos desafueros es preciso delinear un alegato de fundamento. Ejercen con comodidad burocrática, casi como unos virreyes colonialistas sobre cualquier asunto relacionado con el Centro pero se abstienen, ladinamente de ejercer sus funciones. Voy más a fondo del cuento. Cuando el famoso caso del edificio Caja Agraria –hoy torre Manzur- su propietario Roberto Manzur hasta para cambiar una cerradura tenía que enviar una sustentada comunicación a Bogotá para que allá, los sabios del patrimonio, decidieran la solicitud que en gran porcentaje siempre fue con respuestas negativas. Me consta pues hice varios reportajes y crónicas sobre el tema.
Igual sucedió recientemente con el edificio Avianca. Prestos se metieron a la causa por presión de la opinión pública en redes sociales y en menor instancia en la prensa, que hicieron eco del escándalo del derrumbamiento de una de sus paredes. Pero donde el Ministerio de Cultura mete las patas hasta las rodillas fue en el proyecto de las plazas del Centro de Barranquilla.
El proyecto ganador lo presentó la firma Opus de Medellín que implicaba una renovación y restauración a partir de las plazas y fue auspiciado, en un 90% por el Ministerio de Cultura quien a la larga colocó jurados y otros especialistas en el juzgamiento del esperpento que resultó ganador. Dice la empresa Opus en su página web que “La Plaza San Nicolás hace parte de cinco proyectos de espacio público para la recuperación del Centro Histórico de Barranquilla, primer premio del concurso público internacional promovido por el Ministerio de Cultura, el Fondo Nacional de Desarrollo FONADE, la Alcaldía Distrital de Barranquilla y EDUBAR, en el marco del Plan Nacional de Recuperación de Centros Históricos – PNRCH”. Los otro 4 proyectos fueron la plaza de San Roque –que no existía-, el parque San José o del Centenario frente a la Biblioteca Departamental, la plaza del Hospital y uno que por fortuna no se hizo, el llamado Paseo de las Palmas que se apropiaba de varias manzanas desde Murillo hasta la calle Caldas para montar los mismos tenderetes tuguriales que aplicaron en la calle Real y otras del centro peatonalizado en donde conviven, de forma peligrosa, prohibida e irregular, el comercio estacionario con transformadores y acometidas eléctricas en plena vía pública rodeado de basuras.
Lo de San Nicolás por parte del Ministerio de Cultura es un auténtico atentado al concepto de ágora e historia urbana. Se tomaron la histórica calle Real o viejo camino a Soledad cortando de un tajo su flujo. Se inventaron un declive del 20% disque para crear una especie de auditorio con su tarima para presentaciones culturales que nunca, desde el año 2008 cuando fue dado al servicio, se han hecho y desconocieron la historia de ese espacio urbano que no era precisamente una plaza formal-recordemos que Barranquilla no fue fundada y por tanto estas requisitorias de espacio institucional bajo el control de la corona coronada por la iglesia y las cabezas político administrativas no existían-, así que se fueron por el lado equivocado institucional creando una artificiosa plaza diseñada para una ciudad con un clima promedio de 15° a 20° y no para Barranquilla, donde los termómetros a las 10 am marcan en esa plaza entre 33° a 38° imposibilitando en consecuencia la vida urbana allí. Los ciudadanos pasan corriendo, de prisa, en un intento de evitar el bochorno y el resplandor de la plaza.
Es que allí, señores diseñadores de Opus y Ministerio de Cultura, lo que existía antes que la institucionalidad de alcaldes desalmados y de supuestos propósitos modernistas de desarrollo, era un parquecillo muy bien arborizado desde finales del siglo XIX con varios nombres: parque Vallejo, parque Colón, parque Bolívar con un mobiliario urbano de fuentes ornamentales, quioscos, palmeras, silletería con mesas, palmas y arboleda que brindaban un refugio amable a los habitantes del Centro de Barranquilla.
El proyecto de Opus tiene múltiples errores y mentiras especulativas que ahora, tras 14 años de servicio, pasan cuenta de cobro. Vamos por partes. Plantearon unas especies de cobertizos en donde se instalarían vendedoras de flores artificiales. Una especie de origami en su diseño –así lo presenta Opus en la fundamentación del proyecto- que, según ellos, es un sentido homenaje a los hangares de la aviación, se refieren a la SCADTA, en el cual según el imaginario barranquillero fue la compañía pionera de la aviación en Colombia. Total, los dichosos “hangares origami” mal diseñados y alineados, los comerciantes que desarrollan sus labores bajo su ala protectora –parece un avión o algo así- decidieron cambiarlos colocando encima de ellos toldos viejos, cartones y alfombras para que los libre del calor cuasi infernal del resplandor de la plaza de San Nicolás.
Mas errores de diseño por del estudio Opus contratada, tras concurso publico de méritos, por parte del Ministerio de Cultura. Resulta que se inventaron una hondonada lateral de la iglesia de San Nicolás sobre la carrera del Progreso, la cual rellenaron de piedras gigantescas flanqueadas por unos pequeños jardincillos. Según fundamenta la empresa diseñadora y el Ministerio de Cultura le comió el cuento, se trata de un simbolismo al pasado acuático de Barranquilla recordando sus caños y al rio. Pues bien, el resultado actual es que la hondonada recoge la basura que lleva de un lado para otro el viento vagabundo de la tarde y allí, insigne, se deposita agregándose en temporada invernal, charcos de agua criadores de mosquitos. De los jardines cercanos no quedó nada pues hasta las manos de una horrible estatua de San Nicolás fueron cercenadas por algún ingenuo fiel con el propósito de lograr milagros en la intimidad de su hogar.
Sobre el espacio público se puede escribir una antología de la necedad y la incompetencia estatal. Constructivos manifestados en el caso de la plaza en adoquines levantados, jardines destruidos e intervención de apropiación sobre el espacio público.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.