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Por: Adlai Stevenson Samper
El viejo refrán lo dice de una forma patéticamente caliente. Buscando la fiebre en las sabanas, cuando esta va por dentro y necesita de cordura en su tratamiento que bien puede ser con pañitos de agua tibia o infusiones. Pero el problema, definitivamente, no se encuentra afuera sino dentro.
Traigo a colación lo anterior pues la semana pasada fue sindicado, supongo que por amigos de la actual administración distrital, de ser promotor de actos vandálicos sucedidos con motivo de dos partidos de fútbol disputados, en medio de una feroz y letal epidemia de COVID y una convulsionada situación política y económica.
Lo curioso del caso es que me acusen de destruir la ciudad cuando mi hoja de ruta vital muestra exactamente lo contrario. No viene al caso citar libros, premios, membresías y respetos de los que soy recipiendario fuera de Barranquilla e incluso en el exterior. Los barbaros no entienden estas razones pues solo escuchan los llamados de sus propios miedos y egos lesionados.
El alcalde Pumarejo estaba convencido en el 2020, al iniciarse el año, que pese a los rumores internacionales sobre el avance del COVID 19 la ansiada y esperada asamblea de gobernadores del Banco Interamericano de Desarrollo tendría lugar en el mes de marzo. Peleaba con la razón que mostraba que ese evento, por fuerza, debería ser suspendido o clausurado. Eso sucedió en una información del Banco del 10 de marzo de 2020 en donde anunciaban que la plana mayor del organismo había decidido aplazar el evento tras una conversación telefónica con el presidente Iván Duque. El contentillo, creyendo que la epidemia era cosa controlable en unos meses, fue señalar que se realizaría en la primera mitad del 2020.
Por supuesto que no hubo tal asamblea del Banco en el mes de septiembre y ya mostraban, con todo su dramatismo humano, que no existían condiciones a mediano y corto plazo para la reunión de gobernadores. Pero en Barranquilla seguían acariciando la idea. Cambia de presidente el banco al salir Moreno, con vínculos diversos con Barranquilla, y el entrante no daba señales de convocarla.
En ese momento, la Conmebol había desistido de realizar la Copa América mientras pasaba la tormenta anunciando, en tono optimista, que quedaba para el 2021. Quedaban los partidos de la eliminatoria a Qatar pendientes en su sede de Barranquilla, ante lo cual el alcalde Pumarejo solicito al Ministerio de Salud un permiso para el ingreso al Metropolitano de un 15% de su aforo, unas 7000 personas. Según el diario El Heraldo “La Alcaldía argumenta que la tasa de positividad promedio ha disminuido, además, ha tenido varios días sin fallecidos por Covid-19”.
Una total irresponsabilidad si la comparamos con el segundo y devastador pico de la pandemia en marzo y abril del 2021, y muestra a un funcionario político que en vez de procurar con sentido común la salud pública, le apostaba a lo contrario, a generar graves problemas de contagio. Por fortuna el “vandálico” Ministerio de Salud le negó estas pretensiones.
Pero Pumarejo seguía soñando con la asamblea del BID en Barranquilla para estrenar la horripilante caja de cristal en el malecón. Era una exposición internacional que no debía ser desaprovechada y por tanto, digna de terca insistencia en su realización. Entonces decidió viajar a la sede del Banco en la 1300 New York Avenue, N.W. Washington, D.C. 20577, USA.
El 28 de octubre decidió viajar para confirmar la esquiva Asamblea. El Heraldo reprodujo en su titular: “El mandatario de los barranquilleros dice que este evento es una “oportunidad histórica” para la ciudad”. El presidente del Banco Mauricio Claver-Carone sostuvo, de forma ladina, que si se haría la asamblea, pero en forma virtual. Con plataformas, tal como ya se había acostumbrado el mundo ante la magnitud de la pandemia y que sería en marzo del 2021.
La Asamblea fue una especie de show por el que desfilaron funcionarios del orden nacional –presidente, fiscal y un largo etcétera- para tratar de dar la apariencia de que efectivamente se había cumplido con la cita histórica para la ciudad. El presidente del Banco apareció con unos cuantos funcionarios en medio de una alharaca publicitaria de lo que decían, no los gobernadores del BID, sino los nacionales que aprovecharon la vitrina para exponer sus asuntos.
Llega la copa Libertadores a Barranquilla en mayo de 2021 en medio de una tensa situación de orden público. Marchas, protestas, confrontaciones violentas entre fuerza pública y los manifestantes que desembocaban en actos vandálicos en semana previa a los dos partidos. Un escenario nada propicio para juegos internacionales con cámaras de televisión y un grueso de manifestantes en contra de su realización, hechos conocidos con perfecta anterioridad por la Alcaldía. Lo sensato, para evitar problemas de orden público y lesionar la imagen de la ciudad, era suspenderlos por fuerza mayor. Eso es lo que ha debido hacerse para evitar la imagen de petardos en los televisores internacionales y los partidos suspendidos por los gases lacrimógenos en plena cancha de fútbol. El técnico de River Plate, Marcelo Gallardo resumió en una entrevista para CNN la situación: “No es normal venir a jugar un partido de fútbol en una situación tan inestable”.
Pero el acucioso equipo de asesores del alcalde Pumarejo pensaba todo lo contrario. Que estábamos en una situación estable y controlable con los efectos ya conocidos que desembocaron en que la Conmebol adujera que era mejor no celebrar esta Copa América aplazada en Colombia cuyo juego final era en el estadio Metropolitano de Barranquilla.
Metidas las patas empezaron a buscar a quién le echaban la culpa de sus yerros fenomenales y decidieron que eran periodistas, escritores, lideres, activistas y organizaciones que mantienen un discurso de análisis crítico y objetivo de la ciudad, los culpables de los actos vandálicos, de incitadores de los destrozos y de la pérdida de imagen internacional de la ciudad.
Las circunstancias descritas muestran que fue una cadena de errores desde la administración y falta de carácter del Alcalde para tomar decisiones al respecto. Se acomodó a un libreto que le salió mal por los cuatro costados, hasta en los señalamientos de sus áulicos acusando a personas que hacen exactamente lo contrario de lo que hacen estos parásitos de las comunicaciones: construir ciudad.
El alcalde, en un tono displicente y etéreo, hizo un comunicado deplorando tales hechos, pero sin mayor contundencia. Solo un saludo a la bandera para guardar la apariencia de legalidad ante el atentado a la libertad de opinar sobre esta ciudad y su administración. Tampoco, en lo particular, esperaba mayor cosa de él que debe saber –o intuirlo por olfato- quienes son los salvajes que envían hordas de agresión a quien se atreve a apartarse de los discursos hegemónicos de ciudad.
No tengo la mínima culpa de que todo este entramado torpe se encuentre signado por un manual de terquedad política que, en vez de entablar y restablecer diálogos y relaciones, prefiere la patanería.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.