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Por: Jenniffer Rueda Martínez
En el anterior artículo titulado “Está prohibido llorar”, les compartía una experiencia acerca de este tema, pero también les mencione algo relacionado con la presencia de irresponsabilidades respecto a los protocolos básicos de seguridad anticovid-19 que se dio en el mismo escenario, es que ese día fue tan enriquecedor en observación de todo lo que ocurría en el entorno, que me alcanzo para compartirles otro aspecto importante y muy oportuno, además.
Imagínense el panorama, una EPS que es un lugar principalmente para tratar problemas de salud y con alta probabilidad de personas infectadas de muchas enfermedades entre esas el tan mencionado COVID-19. Con presencia de personas de todas las edades, entre esos, niños dependientes del cuidado de sus adultos “responsables”. Dentro de sus instalaciones tienen funcionando para el público una maquina dispensadora, entre la variedad de productos (nada saludables, por cierto), se encuentran dulces, golosinas y mecatos muy atractivos para los niños, error me parece porque en estos momentos no estamos para andar manipulando nada comestible en la calle. Bueno, el tema es que una niña se le antoja un paquete de dulces, la madre muy complaciente se lo compra, prosiguen a destaparlo y a comérselo llevándolo a la boca con sus manos, luego la madre también toma uno con sus manos del paquete, como les comentaba estamos en una sala de espera de vacunación llena de niños, al ver a la niña que llega con su golosina todos quieren. Pero había una niña especialmente que en medio de su inocencia le pidió un dulce a la dueña del paquete, cuando la niña muy generosa se lo da en su mano, a la otra niña se le cae al piso, la niña empieza a llorar porque quiere su dulce, la otra niña ya no quiere darle más, ustedes no me van a creer lo que paso a continuación, llega la “inteligente” de la madre toma el dulce del piso, recuerden estamos una EPS que estaba llena de gente transitando por todos lados y se lo introduce en la boca a la niña y después de esto viene algo peor, saca su recipiente con alcohol e impregna todas las manitas de la niña y le coloca el cubrebocas y la prepara porque es su turno para la aplicación de la vacuna para protegerla de posible sarampión y rubeola, pero antes le acaba de meter un virus directamente del piso a la boca, por favor alguien que me explique, ¿ustedes creen que a este punto de más de un año de pandemia y todo lo que se evidencia a diario, estas cosas pasen?
Yo estaba realmente perpleja, no podía creer tanta brutalidad junta en un grupo de personas, porque si analizan la situación es una cadena donde una cosa lleva a la otra y todos tienen nivel de culpabilidad desde la EPS con su inoportuna maquina dispensadora y todo lo que ocurrió hasta llegar al episodio del dulce en el piso.
Entonces en este punto uno entiende todo, por un lado, entiendes las cifras de contagiados y fallecidos, pero también entiendes que esas personas que proceden de esa forma tan descerebrada, son las mismas que hacen parte de tu país y de todas las problemáticas internas. A estas instancias es cuando dan ganas de decir “apague y vámonos”.
Solo para recordar al que le haga falta, el cerebro es una maquina maravillosa y poderosa que está ahí disponible 24/7 para cumplir sus funciones y además es gratis, lo mínimo que deberíamos hacer es usarlo.
Bendito ser humano, bendita sociedad.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor, Psicóloga, Jenniffer Rueda Martínez