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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO
¿ENVEJECEMOS CON – SENTIDO?
“Concebimos la vejez como una época de la vida, como la infancia, la juventud y la mediana edad. Tiene sus propios misterios y estos exigen reflexión”. Nussbaum-Levmore.
La Legislación Sustantiva Laboral Colombiana vigente, al igual que la de Seguridad Social consagra, desde mediado del siglo pasado, la institución jurídico-socio-económica de la jubilación o pensión vitalicia de vejez.
Cuál expresión escoger al llegar a la vejez después de una vida de trabajo: ¿La de jubilado o la de pensionado? Me gusta jubilado, por aquello de júbilo…inmortal, pero acepto con agrado la de pensionado, ya que todavía no estoy “jubilado” ni del trabajo ni de ninguna de las dichas de la vida mía.
La existencia de la institución de pensión por vejez puede ayudarme a dar una posible respuesta a los interrogantes de: ¿¿Qué es ser viejo? y ¿Qué es sentirse viejo?. Los cuales, en días pasados, los planteó una amiga lectora del Portal TELATIROPLENA.COM, a quien le prometí que reflexionaría sobre el particular a fin de buscar una eventual contestación a sus inquietudes que parecen interesantes para los estos tiempos donde ser viejo es una afrenta o una amenaza para la salud pública, familiar y a las finanzas de las que responde el ministerio de hacienda.
Actualmente la Ley en Colombia exige para reconocer una jubilación o pensión por vejez la edad, más un número de cotizaciones o aportes a las entidades, pública y/o privadas, hay especiales también, donde esté vinculado el trabajador independiente o el asalariado. La edad para las mujeres es de 57 años. Y para los hombres de 63 años. Y algunos funcionarios pretenden aumentarla. En el servicio público la edad de retiro forzoso se amplió, recientemente, de 65 a 70 años de edad.
Es decir, que en nuestro país hoy quien haya cumplido, de acuerdo al sexo, 57 o 63 años puede ser considerado legalmente vieja o viejo. Esa categoría no admite discusión alguna. Así que viejo es quien ha llegado a la edad de jubilarse o pensionarse, tanto en el sector público o en el privado.
Colpensiones, la entidad estatal que sustituyó el Instituto Colombiano de Seguro Social, I.S.S. en la administración del Régimen Pensional de prima media, me reconoció, unos años atrás, una pensión vitalicia por vejez. Significa que soy viejo. ¿Cómo negarlo?
Pero ocurre que no me gusta cuando me dicen: ¡viejo! Aunque disfruto que en los bancos, a los que acudo para “gastarme” la mesada pensional, atiendan en turno preferencial por viejo. Y es que aunque no me siento viejo las canas en las sienes me delatan. De igual, la manera de caminar acompasado, lento, sin fatiga, con la paciencia de paciente cardíaco. No uso bastón y tampoco uso pantalones cortos para salir a diligenciar las tareas pensionales. Todavía tengo la vanidad del litigante y del educador retirado. No me siento terminado, ni para el trabajo, la educación y la vida.
Entonces ingresemos al segundo interrogante planteado por la amiga, exmodelo con cuerpo espectacular que lo lleva al gimnasio y lo pasea por la ciudad: ¿Qué es sentirse viejo? Esta pregunta es “pringanosera”, como diría un locutor “adulto”, no creen ustedes, ya que no hay edad para sentirse viejo.
Y, como siempre hago, acudí a la biblioteca clandestina, pues los libros son la mejor compañía en tiempo de aislamiento social, en busca de la complicidad necesaria para intentar responder: “¿qué es sentirse viejo? Encontré las páginas de dos libros: 1). “La salud de los papas. Medicina, Complots y Fe desde León XIII hasta Francisco” (Aguilar), del médico y periodista argentino Nelson Castro. 2) g “envejecer con sentido. Conversaciones sobre el amor, las arrugas y otros pesares” (Paidós), cuyos autores son la filósofa Martha C. Nussbaum y el economista Saul Leymore. Ambos norteamericanos.
Con estas herramientas en mis albas de parpados intervenidos, estéticamente, asumí el reto de dar una respuesta a qué es sentirse viejo.
El libro sobre la salud de los papas de la santa iglesia católica, apostólica y romana -aún recuerdo el catecismo de mi tocayo Gaspar Astete-, me permitió convencerme más que la edad no es signo de vejez. A los papas los eligen los cardenales entre miembros de ese Colegio cuando han superado la barrera de los 60s años de edad. No hay en la historia papa joven. Todos han sido cardenales, cuando a otros mortales los han jubilado, y a ellos los han ido preparando para ser papa. Francisco, el actual papa argentino, tiene hoy 84 años de edad y gobierna, como un sabio joven, a la iglesia con más fieles en el mundo. En el 2019, en la entrevista para el libro, que ÉL le propuso a Castro, el representante de Cristo en la tierra, dijo: “me siento con energías y con ganas. Tengo 82 años y me encuentro pleno“(ver pág. 261).
Entonces, ¿qué es sentirse viejo? Descartemos la edad, ya que un hombre de más de 80 años, con semejante poder universal, como lo es el Papa Francisco se siente PLENO, Qué predicar de un recién pensionado?. Envejecer no es, necesariamente, ser viejo.
Frente a esa premisa acudo, una vez más, a leer a la Nussbaum – a ella la conocí en Medellín y la interrogue para mi investigación sobre el amor-, cuando enseña:
“La vejez es experimentar, adquirir sabiduría, amar y perder, y estar más cómodo en la propia piel, por mucho que se torne ajada. La vejez es muchas otras cosas. Para muchas personas tendrá que ver con los remordimientos, las preocupaciones, la acumulación de objetos y la necesidad. También puede tener que ver con el voluntariado, la comprensión, la guía, el redescubrimiento, el perdón y, cada vez con más frecuencia, el olvido“. (ver introducción).
Creo, sin temer equivocarme, que ese párrafo es todo un preludio para quien, realmente, desee profundizar sus reflexiones cotidianas sobre la condición humana de ser viejo y sentirse como tal. Es todo un rizoma para encontrarle la esencia a esta estación de la vida que es envejecer. Podríamos a cada línea o idea expuesta por Martha Nussbaum aplicarle la sabiduría de un roció sobre los pétalos de un rosal. Y abrirlo de tal manera hasta convertirlo en un jardín. Un jardín a lo Epicuro. La vejez como un jardín de placeres: Sabiduría y comodidad.
Pero Nussbaum aprovecha estas conversaciones sobre el amor, las arrugas y otros pesares de envejecer, para exponer, con su brillante lucidez, su teoría del enfoque de las capacidades. Y en el libro dedica el capítulo siete a “la vejez y las capacidades humanas“. Comparto solo los títulos de esas capacidades que ella explica una a una. Son estos:
1. Vida. Poder vivir hasta el final de una vida humana de duración normal; no morir prematuramente, o antes de que la propia vida se reduzca a algo que no merece la pena vivir.
2. Salud física. Disfrutar de una buena salud, incluyendo la salud reproductiva; tener una alimentación adecuada; disponer de una vivienda adecuada.
3. Integridad física. Poder moverse libremente de un lugar a otro; estar a salvo de un asalto violento, incluido un ataque sexual y la violencia doméstica; tener la oportunidad de una satisfacción sexual y la posibilidad de elegir en cuestiones reproductivas.
4. Sensaciones, imaginación y pensamiento. Poder utilizar los sentidos, imaginar, pensar y razonar, y hacerlo en forma realmente humana, cultivada por una educación adecuada que incluya, pero no limita, la alfabetización y una formación básica en ciencias y matemáticas. Poder utilizar la imaginación y el pensamiento en conexión con la experiencia y producir obras religiosas, literarias, musicales, etc. Poder utilizar la propia mente para expresar ideas políticas y artísticas, y libertad para el culto religioso, todo ello bajo la protección de la ley que garantiza la libertad de expresión. Poder disfrutar de experiencias placenteras y evitar el dolor improductivo.
5. Emociones. Poder sentir apego por personas y cosas al margen de uno mismo; amar a quienes nos aman y se preocupan por nosotros, y lamentar su ausencia; en general, amar, lamentar, experimentar anhelo, gratitud e ira justificada. Que la propia estructura emocional no esté arrasada por el miedo y la ansiedad.
Fomentar esta capacidad implica apoyar formas de asociación humana que puedan resultar cruciales en su desarrollo.
6. Razón práctica. Poder formarse una idea del bien y elaborar reflexiones críticas sobre la planificación de la propia vida. (Esto implica la protección de la libertad de conciencia y observancia religiosa).
7. Vinculación. A) Poder vivir con y hacia los demás, reconocer a otros seres humanos y preocuparse por ellos, implicarse en diversas formas de interacción social; poder imaginar la situación de otro (proteger esta capacidad significa proteger las instituciones que constituyen y alimentan estas formas de vinculación, y proteger también la libertad de reunión e ideas políticas); B) tener una base social para la autoestima y la no humillación, ser tratado como un ser digno cuyo valor es igual al de los demás (esto implica disposiciones para la no discriminación por raza, sexo, orientación sexual, grupo étnico, casta, clase, religión y origen nacional).
8. Otras especies. Poder atender y vivir con animales, plantas y el mundo natural.
9. Juego. Poder reír, jugar y disfrutar con actividades recreativas.
10. Control sobre el propio entorno. a) Político: Poder participar eficazmente en decisiones políticas que influyen en la propia vida, tener derecho a la participación política y a la libertad de expresión y reunión; b) material. Poder conservar propiedades (terrenos o bienes inmuebles) y disfrutar de derechos de propiedad en pie de igualdad con los demás; tener libertad frente a indagaciones y embargos injustificados; en el trabajo, poder trabajar como un ser humano, ejerciendo la razón práctica y entablando relaciones significativas de reconocimiento mutuo con otros trabajadores.
Leída la filósofa Nussbaum en su enfoque de capacidades, me pregunto: ¿quién goce de esas capacidades puede sentirse viejo? ¿Puede ser llamado o tratado como viejo?
Cada una de tales capacidades, señaladas para poder vivir la vejez con sentido, representa una auténtica ruta de vida. De vida buena. Un verdadero programa de gobierno para una sociedad que reconozca a sus viejos.
Ha quedado claro que no por la edad, las canas y las arrugas somos viejo. Y sentirse viejo es falta de amor propio. ¡Se las dejo ahí!
Para concluir recuerdo que cuando inicié redacción de esta comunal reflexión sobre la vejez, con mis invitados citados, se celebró el día de abuelo. ¡Y mis nietos desearon FELIZ DÍA! Abuelo! Tal reconocimiento es aceptar que estoy viejo, pues con la vejez vienen los nietos. Otra felicidad de una vida buena.
La próxima. Volviendo a la normalidad.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor