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Por: Jorge Guebely

Casi nadie cuestiona nuestra democracia por imperfecta e inhumana que sea. La promueven colectividades tradicionales quienes la usufructúan y la oposición que nada distinto propone.

Ni siquiera en épocas electorales, nadie banderea una democracia al servicio del ciudadano, no de la economía elitistas. Una que enarbole más la bandera del ser y menos la del tener, donde el dinero no sea el gran dios por el cual existir.

Preocupa el sometimiento general a nuestra democracia imperfecta, la que genera enormes desigualdades económicas y sociales, la que aterroriza con el crecimiento voraz de la pobreza y avergüenza con la acumulación de riqueza. Democracia de lobos y panteras, de paupérrimos y potentados, de aullidos y colmillos, de sálvese quien pueda.

Democracia imperfecta que potencia lo peor del ser humano: mezquindad y avaricia, insensibilidad y pugnacidad. Que convoca a pisotear al otro, a despedazarlo, a triturarlo, para triunfar sobre el cadáver ajeno. Democracia donde los mediocres se vuelven políticos; los astutos, gobernantes, y los corruptos, en paradigmas sociales.

Donde el dinero se posesiona como el dios supremo y el mercado, como su única iglesia. Acumular y acumular, razón principal para existir. Sólo el que tiene es, y es la cantidad que tiene. Los objetos reemplazan su ser. La calidad la lleva en la marca que porta. Uno es lo que exhibe, la imagen, no el original.

El pobre, el fracasado, el desprovisto de ser, debe arrodillarse para sobrevivir. Morder a los otros para no sucumbir. Volverse fiera para probar miserias de la presa nacional y fingir existencia.

Los ciudadanos, asediados por la desigualdad de la democracia imperfecta, huyen de la pobreza, de la exclusión, de la indigencia. Y huyendo, venden sus votos, negocian sus consciencias, ferian su dignidad humana. El periodista tranza su estabilidad, el funcionario público mercantiliza su continuidad y el desempleado publicita su fuerza laboral. Huyendo del fracaso social, se convierten en los nuevos esclavos de la pos-modernidad. Así deambulamos por la Historia, merodeando al ser humano sin tocar jamás su centro.

Sin embargo, y con cinismo, la democracia imperfecta celebra elecciones, trampas electorales. Triunfan los embaucadores, los más astutos, los más hábiles. Triunfa la elite a través de sus partidos tradicionales, de su democracia imperfecta, de sus riquezas. Democracia de lobos y panteras, donde los pobres no eligen. “La miseria no delibera, se vende”, según Juan Bautista Alberdi.

Y nada ante tanta hecatombe esencial. Ninguna colectividad banderea una democracia distinta; más amable con el ser humano, con el Planeta… Ni siquiera en épocas electorales.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor, jguebelyo@gmail.com