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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.
“De los días y noches que componen la vida de un escritor, sólo deberían interesar los que consiguen iluminar su obra, aquellos que la hacen inteligibles para el lector, (…). todo lo demás, por más que se quiera hacer pasar como relevante, no es otra cosa que morbo y frivolidad, es decir, ambrosía para las masas“. Orlando Araújo. El Heraldo. (21/1/22)
La vida de sueños tiene paradojas y coincidencias. Máxime cuando es una vida de lecturas y escrituras de sueños vividos, soñados y/o por vivir. La vida es sueño, enseñó Don Pedro Calderón de la Barca.
Concluyo esta reflexión porque coincidentemente mientras leía con mi método de auroras, los libros: “todo sobre el amor, Nuevas Perspectivas”(Paidós) de la difunta Bell Hooks y “el día que aprendí que no se amar“(Seix Barral) de Aura García-Junco, el periodista Gustavo Tatis Guerra, poeta de Cereté, publicaba en el diario El Universal de Cartagena, edición del 16 de enero del presente año, la historia noticiosa sobre la existencia real de la hija soñada por El Mago de Macondo, bajo el titular: “una hija, el secreto mejor guardado de Gabriel García Márquez“. Y mi amigo, José Morillo, sociólogo, me enviaba como un rayo el link de la chiva universal.
La primicia periodística de El Universal de Cartagena de Indias, largamente meditada, fue “copiada”, ¡de una!, por otros diarios que destacaron que “era la hija extra-matrimonial de Gabo.” Y frente a ese calificativo saltó la chispa que unió mis lecturas:
¿Cómo que aún hablamos de hijos extra-matrimoniales en un país con niños y niñas pidiendo monedas en los semáforos y las escuelas cerradas porque los maestros viven en marchas callejeras?
“Por eso vale la pena reflexionar sobre todas las formas de amor“. Aura García-Junco.
Colombia es una sociedad históricamente “católica, apostólica y romana“. Educada todavía en las reglas (dogmas) del concordato. Donde hablar de amor por fuera del “amor a dios” es: pecado, obscenidad Y, ¡hasta!, “mariquísmo“. Lo afirmo desde la experiencia académica vivida durante la investigación doctoral que realicé en la Facultad de Educación de la Universidad del Atlántico sobre el concepto amor como consagrado en la constitución política de 1.991, como un derecho fundamental.
Allá, algunos docentes y hasta un “Decano” del programa de Derecho cuestionaron la investigación, propuesta desde el estudio hermenéutico del concepto amor en el sistema educativo y judicial del país, donde todavía jueces y magistrados aplican la biblia para resolver conflictos de familia por la formación y cuidado de los hijos nacidos en uniones matrimoniales: católicas, civiles, religiosas, libres y/ o promiscuas.
Sí. Todavía nuestra educación en todos los grados, desde primaria a doctorado, carece de la fundamentación epistemológica de la historia, la biología, la antropología, la sociología, la filosofía, lo jurídico, la sicología cognitiva y la neurociencia para el estudio científico del hombre, como animal social y sagrado. Sigue centrada en “la pedagogía judeocristiana” que castiga, como pecado, el deseo carnal. (“La esencia del ser humano es el deseo”. B. Spinoza). ¡No existe una pedagogía socio-biológica sobre lo humano en Colombia!
Por lo que tener hijos o hijas por “fuera del matrimonio” es pecado y mortal e inmoral que conlleva el purgatorio social. El cual encendió su hoguera en los medios de “in”-comunicación que, sin mayor rigor, calificaron a la hija de Gabo como extra-matrimonial. Dando a connotar que el Nobel fue un pecador cornudo. Y no un amante fiel a sí mismo y un padre en el respeto a la hija.
En Colombia, en la ley civil, no hay hijos “extra”-matrimoniales. Todos los colombianos, desde 1.991, somos iguales ante la Ley, así reza el artículo 13 constitucional. Y en el caso de la filiación, desde 1961, sé precisó que todos los hijos son iguales frente a la Ley que reformó la normatividad, del Medioevo, sobre asuntos sucesorales o herenciales. Pero, la ley no ha ayudado a cambiar las viejas y viscerales costumbres familiares, en casos hijos e hijas nacidos dentro o por fuera del matrimonio de los padres. Unos se sienten mejores que otros, olvidando su propia condición humana.
Esa costumbre, reflejada en el periodismo sensacionalista y/o “amarillo“, que copió del diario El Universal de Cartagena, la historia decentemente contada por Tatis sobre la hija del Premio Nobel colombiano, demuestra, una vez más, que somos una sociedad pre-moderna. Es decir, no fraterna, aún embriagada en “guerras” entre hermanos: por apellidos, por raza, por unos pesos y, hasta, por un ¡grito!. Y por toda clase de malos entendidos. Esas “guerras” explican que el profesor Mauricio García Villegas haya titulado su reciente libro: Colombia, un país de emociones tristes.
Debo decir, en éste punto, que el reportaje de publicado en El Universal, es una clara muestra de buen periodismo. Alejado del rumor y del chisme. De la inmediatez de “la chiva”. Es una evidencia más que el periodismo es investigación, como tantas veces lo predicó Gabo, el periodista. Además, que existe una ética periodística: el respeto por las fuentes y el receptor. Y demuestra también que por algo El Universal de Cartagena tiene una escuela de formación periodística. Felicitaciones a los colegas heroicos por la lección.
Precisado lo anterior es oportuno anotar que ningún hijo/hija puede ser un secreto. Otra cosa que por el poder del padre o de la madre se “prefiera” ocultar para el mundanal ruido. La historia está repleta de esas historias. Y aquí recuerdo el caso de la hija “oculta” del Presidente Francés, el socialista, Francois Mitterand, del que hay un libro que lo cuenta. y que no he podido encontrar. ¡Luz ayuda a buscarlo!, por favor.
Así es como el amor tiene distintas formas de expresarse, o de ocultarse. También la familia tiene diferentes formas de concebirse y realizarse. No solo el matrimonio católico forma familia. El amor es familia. He aquí otro tema para reflexionar en la Academia o en la esquina del barrio. Tenemos mucho que aprender. No solo de esta historia del sueño realizado de Gabo: tener una hija. Sino de las realidades de la familia colombiana.
La próxima: La fiebre de lectura o confesión de paciente.
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