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Por: Percy Bustes
“Para lograrlo sólo tenemos que llegar a comprender nuestro papel de creadores de nuestro dolor; nuestra mente causa nuestros problemas, no son los demás ni “el mundo de allá afuera” Es nuestra propia mente, con su corriente casi constante de pensamientos, pensando sobre el pasado, preocupándose sobre el futuro. Cometemos el gran error de identificarnos con nuestra mente, de pensar que eso es lo que somos, cuando de hecho somos seres mucho más grandes”. (Marc Allen Novato, editor).
Cada día son más los conferencistas, pensadores, terapeutas, coaches, maestros espirituales y personas en general que coinciden en que todos los seres humanos somos parte de una gran Consciencia Universal, Poder Superior o Dios, como quieras llamarlo, y que no tiene sentido tanta polarización, controversias, injusticias, guerras, desigualdad, etc. Que el origen de todos los males está en que nos hemos desconectado del Ser y equivocadamente nos identificamos con el Ego pero, Qué es el Ego? y En qué se diferencia del Ser? — Aquí intento hacer esa diferenciación que es la base para entender nuestro papel dentro del Gran Cambio que estamos presenciando y que muchos no valoramos aún en toda su magnitud:
Actuamos desde el Ego cuando nos identificamos con una autoimagen creada por nuestra mente a partir de las creencias y condicionamientos sociales. En esta identificación hay una sensación de que somos el torrente de pensamientos que constantemente inundan nuestra cabeza, a esto lo llaman: “El mono loco o el mono parlanchín”.
El Ego no ve la realidad universal, sino que más bien, experimenta una realidad individual que crea en su mente a través de la percepción. Es importante tener en cuenta que cada uno de nosotros desarrolla una percepción distinta, pues esta se genera a partir del entorno en el que nos movemos desde la niñez. Esta forma de inconsciencia tiene un sentimiento continuo de carencia, no acepta sus circunstancias actuales, permanece en la lucha, mendiga, necesita aprobación de los demás, se compara, vive insatisfecha y tiene un poderoso complejo de inferioridad (baja autoestima) que disfraza intentando ser superior (soberbia, autosuficiencia, egocentrismo, intolerancia, ingobernabilidad, impaciencia, narcisismo)
Por otro lado, actuamos desde el Ser cuando NO nos identificamos con la mente parlanchina, más bien la observamos manteniendo la calma y aquietándola para evitar convertirnos en presa de su discurso. Para la Consciencia o el Ser, sólo hay una realidad que está basada en la verdad, donde prima el bienestar común sobre el individual. Al no hacer juicios, ni califica, ni se compara.
Cuando actuamos desde el SER, nos regimos por la Ley de Causa y Efecto y comprendemos que sólo haciéndonos responsables de nuestros actos podemos generar mejores resultados; no nos avergonzamos de nuestros errores y aprendemos de ellos para no repetirlos. Al no tener complejo de inferioridad somos totalmente libres y nos mostramos como somos, entendemos que todos somos iguales y no necesitamos ser el mejor o competir con nadie ya que comprendemos que todos somos parte de lo mismo y estamos hechos de la misma esencia.
Cuando se vive desde la consciencia hay plena satisfacción pues esta viene de dentro y no de fuera. Mantiene su energía equilibrada y gracias a esto no siente carencia ni intenta manipular con el fin de obtener del entorno la realización, la obtiene entregando toda su energía a todo lo que la rodea.
“La gloria suprema del desarrollo humano no se apoya en nuestra habilidad para pensar y razonar, aunque esto es lo que nos distingue de los animales. El intelecto, como el instinto, es simplemente un punto a lo largo del camino. Nuestro destino último es volver a conectarnos con nuestro Ser esencial y expresar nuestra realidad extraordinaria, divina, en el mundo físico ordinario, momento a momento. Esto se dice fácilmente, pero aún son pocos los que han alcanzado las últimas posibilidades del desarrollo humano.” (Russell E. Dicarlo, Escritor)
Entonces, si nos conectamos con el Ser, entenderemos de una vez por todas que, al ser realmente hijos de Dios, hemos sido creados a su imagen y semejanza; por lo cual, también somos espirituales, somos santos, podemos y debemos crear nuestra propia realidad, podemos hacer milagros. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor es neutro, las cosas son como son, cualquier etiqueta que le pongamos será una proyección de nuestros pensamientos y creencias.
Nosotros podemos elegir de manera voluntaria los pensamientos, las palabras, las actitudes y las conductas más beneficiosas para nosotros, los demás y el entorno del que formamos parte. Siendo así, ningún hecho, ninguna persona, diga o haga lo que haga, tiene el poder de afectarnos si nosotros no se lo permitimos.
Termino nuevamente con una frase que se ha convertido en mi visión de la vida” “Somos seres espirituales, viviendo una experiencia humana”. Se lo escuché por primera vez a Wayne Dyer y se la atribuyen al jesuita y filósofo Pierre Teilhard de Chardin. Nuestro cuerpo es solo el vehículo de algo mayor e infinito. Dejemos de vivir desde la estrechez del cortoplacismo ególatra. Somos cuerpo, somos mente y somos energía y estas tres esferas cuando encuentran el equilibrio dejan que se exprese nuestra parte espiritual que hace que la vida, la Fuente, Dios, el Universo, nuestro Poder Superior o como llames a esa energía sea una, sea en ti y se exprese a través de ti.
“Es imposible”, dijo el orgullo. “Es riesgoso”, señaló la experiencia. “No tiene sentido”, declaró la razón. –“ Inténtalo” … susurró el corazón.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.