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Por: Jairo Eduardo Soto Molina
“La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo” – Karl Popper
La validación social y cultural de la tesis de Dunning y Kruger de que “los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su propia habilidad o saber”, la vamos a analizar en el campo de estudio. En el caso de Aida Merlano, creo que se están equivocando en varios sentidos, en el primero al centrarse en la traición sentimental del exalcalde y ahora candidato a la presidencia, ingeniero Alex Char Chaljud y segundo en la afirmación que ella ascendió en la escala social por su belleza caribeña. Eso para este servidor es cursi, como cuando en Venezuela se afirmaba que la belleza de la mujer venezolana era algo superior y muy importante para el país, gracias a las Misses logradas en los absurdos concursos de belleza femenina. O sea, decir eso es quedarse a la altura del betún. Debido a que pone toda su munición intelectual en el ascenso equivocado de esa persona. Como si por el contrario, en el caso de los hombres no sucediese lo mismo, como si algunos de ellos también no se valieran de su físico, de su atractivo para atraer hacia así a las mujeres que les interesan desde cualquier punto de vista, ya sea para instrumentalizarlas a través de su belleza, para ellos avanzar en la política, la economía u otros ámbitos, o para acosar y violentar a muchas mujeres, o para usarlas como mercancía de cambio, cosa que lamentablemente muchas mujeres asumen como normal o como un homenaje a su belleza; cuando en realidad, es un abuso. Ahí todos pecan igual. Poner la diana en la dama del barrio Buenos Aires de Barranquilla es una gran equivocación. Creo que si la señora Merlano hubiera estudiado no se habría prestado a su instrumentalización en lo político y en lo moral, puesto que su ascenso no lo hizo a través de su intelectualidad.
Lo anterior sucede en el día a día en nuestra sociedad colombiana y la barranquillera no se escapa de ello. De alguna manera los hombres del norte viven violentando y violando los derechos de las mujeres pobres del sur en diversas formas. Por ello, la educación en Colombia es un privilegio más que un derecho. La pandemia ha agravado problemas sociales persistentes y Colombia tiene uno de los niveles de pobreza y de analfabetismo más altos de Latinoamérica. La pandemia ha generado un profundo impacto en los medios de subsistencia, con 3,5 millones de personas que han entrado en la pobreza y elevan a 21 millones el total de pobres, una cifra equivalente al 42,5 % de la población. Más del 60 % de los trabajadores tienen empleos informales y carecen de acceso a prestaciones de seguridad social, salvo salud, lo que les dificultará pensionarse en el futuro. Para la OCDE los elevados costos no salariales que financian las prestaciones de la seguridad social y el salario mínimo, de un millón de pesos, (USD $ 254) (que ronda el 90 % del salario mediano) son factores clave de esa informalidad. Las perspectivas de crecimiento dependerán de las reformas que se implanten para ampliar la protección social e impulsar la productividad. El país solo cambiará si le quitamos el poder a los corruptos. La solución esta en manos del mismo pueblo. Mientras tanto, les queda a los pobres de la pobreza extrema en este país, hacer de tripas corazones y gastar lo ínfimo en educación, pero ¿cómo?
Ojalá el día de las elecciones llueva no una lluvia de café como lo deseó Juan Luis Guerra, sino una lluvia de tamales o pasteles como decimos acá y el día anterior el millón doscientos mil habitantes de bajos estratos de esta ciudad, y los 21 millones del país, se ganen el chance o la bolita para que no vendan el voto.
Citas al cierre:
“Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos.” Emiliano Zapata
“La corrupción del alma es más vergonzosa que la del cuerpo.” José María Vargas Vila
Tomémonos un tinto seamos amigos. Sigan siendo felices Jairo les dice
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor, Jairo Eduardo Soto Molina, Profesor de tiempo completo titular, investigador 1279 (80), Doctor en ciencias Humanas, Par académico MiniCiencias-MEN