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Por: Madia Muskus

El 22 de abril se celebra el día de la tierra; se tiene como día internacional para tener una oportunidad de sensibilizar al público y llamar la atención de los gobiernos y los medios, con la finalidad de poner en marcha medidas y políticas publicas enfocadas a temas de gran interés. En cuanto  a sus orígenes esta es una propuesta formulada por el senador estadounidense Gaylord Nelson en 1970, para  generar conciencia global sobre los problemas de superpoblación, contaminación, pérdida de la biodiversidad y otras adversidades ambientales producto de las acciones antrópicas.

Esta fecha se consolida  en el año 2009, cuando  la Asamblea de las Naciones Unidas (ONU),  declara mediante Resolución 63/278 el Día Internacional de la Madre Tierra, y designa el 22 de abril como fecha para su celebración, siendo este espacio en el que se reafirma el concepto de Desarrollo Sostenible y la necesidad de generar conciencia para alcanzar un equilibrio entre las necesidades de orden económico, social y ambiental en el que se involucran a las generaciones presente y futuras. Además en esta resolución se incluye la expresión  Madre Tierra; con esta se refiere al Planeta Tierra, indicando que existe una interdependencia entre los seres humanos, las demás especies y el planeta; con ello se hace un llamado a la toma de conciencia ambiental.

Una de las teorías, en las que se le da identidad al planeta tierra es la presentada por James Lovelock en 1969 llamada hipótesis o teoría Gaia, donde el planeta es un ser vivo, creador de su propio hábitat, como lo define Lovelock:  “una entidad compleja que implica a la biosfera, atmósfera, océanos y tierra, constituyendo en su totalidad un sistema retroalimentado  que  busca  un  entorno físico  y  químico  óptimo  para  la vida en el planeta”.

La teoría de Gaia revela que la  biosfera  autorregula  las entornos del planeta para hacer su  ambiente  físico  con unas condiciones atmosféricas y de temperatura hospitalario  con  las  especies  que  conforman  la  “vida”.  La hipótesis Gaia  define  esta  “hospitalidad”  como  una  completa  homeostasis.

Es indudable la conexión que existe entre la naturaleza y el hombre,  producto de esta simbiosis se genere un  cambio de idea en relación a las situaciones de orden ambiental  que afectan la integridad del ser humano y su entorno, en las que se hace necesario una refundación en torno a la relación existente del ser humano con la tierra, al ser conscientes de la terrenidad y de lo implica ser “humano” dado que su raíz etimológica misma nos recuerda que somos humus “Tierra”, que nuestra constitución fisicoquímica y energías están presentes en la Tierra también, debería trasmitirnos el sentir de la unidad Humano – Tierra y que la cosmovisión nos indicaría la ruta para desarrollar una consciencia de comunión más allá con nuestro planeta sino con el universo mismo.

Desde los engañosos postulados de desarrollo y ciencia basados en una separación y superioridad sobre la naturaleza, cimentados en un pensamiento hegemónico, se hace más que necesario el llamado a vencer estos dualismos antropocéntricos; hacia la reivindicación del cuidado fundamentado en un proceso de aprendizaje y reconocimiento de la identidad terrenal, hacia un desarrollo sostenible, donde se sustituya la perspectiva individualista hegemónica a una donde el  sentido de pertenencia y conciencia estén enfocados hacia la Tierra, mas allá de los moralismos y sentimentalismos, que conduzcan a la formación de una ciudadanía ecológica en el que exista la integración de los humanos en un sentir de igualdad, con un dilema esencial que debemos enfrentar como la voluntad política, ética y la capacidad de nuestro intelecto no solo para frenar este desenfrenado proceso, sino también revertirlo. A estos saberes les compete enunciar urgencias, ausentes o débilmente representadas por las propuestas metodológicas e identificar tendencias que determinarán una reorganización de los desafíos y temáticas. Actuando de esta manera, las ciencias sociales contribuyen, como cualquier otro saber, a construir una nueva arquitectura para la bioética en su intento de preservar códigos de comportamientos humanos para el entorno social y natural.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Madia Muskus S, Psicóloga.