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Por: Jairo Eduardo Soto Molina

Ayer tuve la fortuna de conocer y estar sentado al lado de la líder más influyente en los dos últimos años en Colombia. Considero esta oportunidad como una fortuna porque así lo es. El poco tiempo que logré dialogar con ella en la jornada del 27 de abril fue muy gratificante para mí. Cuando le a qué personas vivas o muertas más admiraba ella, me respondió “Hannah Arendt y Nelson Mandela, sin titubear, “y en ese orden me remarcó” con un brillo en sus ojos y continuó diciéndome con una voz dulce pero firme: “hay personajes de la historia que nunca han muerto”. Comparó su experiencia en la política que la considera muy corta y que apenas incursiona con la de Arendt, esa mujer que muestra una generación de intelectuales europeos empujados al exilio por el nazismo y a ella al desplazamiento por el establecimiento y la discriminación que la considera muy fuerte en Colombia, peor que en cualquier otra latitud. Otra similitud que le haya es la proximidad de ambas a posiciones socialistas, la colaboración activamente con los grupos de ayuda a refugiados la judía y con desplazados la afrocolombiana, la intensa actividad pública que ahora ella tiene y la que tuvo Arendt. Que las consideren unas conservadoras al igual que unas radicales a ambas, al mismo tiempo. El no compartir las tesis nacionalistas y la creación de un Estado judío en Palestina en la que los árabes recibieran un trato discriminatorio, señala Francia la llevó a ser segregada por los propios judíos y recibir consecuentemente un trato discriminatorio. Francia señala que la condición humana[i] de Arendt tiene hilos conductores que llevan a la Colombia humana.

Para Francia Arendt recobra el significado original de la actividad humana por excelencia: la acción pública, el significado de la actividad humana por excelencia es la acción política, la que considera como la más alta actividad humana. Para ella entrelazó la relación política con la condición humana y eso es la Colombia humana, reitera con un brillo fulgurante en sus ojos, sabía que comprendíamos su discurso. Esta vincula, al igual que ella, política con discurso y acción. Colombia necesita hombres y mujeres de acción, abrió sus ojos en una señal desafiante que luego suavizó con una dulce sonrisa. La presencia de esta tradición que reivindica la superioridad de la acción: somos incapaces de reconocer ¡el tesoro perdido de las revoluciones, identificado con la participación en los asuntos políticos como expresión de la felicidad pública! Para vivir sabroso, papi” sentenció tomándome firmemente del brazo.

En Francia se nota el sufrimiento, el abandono de una líder por su gobierno, la rabia de haber sido segregada, discriminada y pisoteada por el poder político. Pero también un enorme deseo de reconciliación social en Colombia. Señaló además que su insistencia en los consejos populares revolucionario como los espacios idóneos para la participación política en la actualidad son heredados de Arendt. Señala que la oligarquía colombiana ha mantenido una tradición fundamentalmente anti-política, pues ha sido incapaz de apreciarla dignidad y la autonomía de la política, reduciéndola en el mejor de los casos a mera administración o a pura gestión de la violencia.

Por último, señaló la distinción entre la vida activa y la vida contemplativa, esta última es una de las causas que han motivado la pérdida de la estima por la política que estamos rescatando a través de la Colombia Humana, aseguró. Las tres actividades de la vida activa: labor trabajo y acción, están relacionadas cada una con una condición humana: la condición humana de la labor es la misma vida; la del trabajo es la mundanidad y la de la acción es la pluralidad. Habló además de praxis política y de libertad. Enfatizando que la Colombia humana está basada en la condición humana de Arendt.

Como yo antes le había afirmado que yo había sido interprete de Nelson Mandela y haber sido su invitado a Sudáfrica en el 2002. Me dijo: “pero profe de eso hablaremos en otra oportunidad, no quiero perderme de esta, sin que usted me hable de su experiencia de haber sido interprete de Nelson Mandela en la reunión de los países no alineados en Cartagena en 1996 en el gobierno de Ernesto Samper. Ahora yo le alquilo mis oídos”, agregó con otra dulce sonrisa, “hábleme de esa experiencia”. Como dice el gran filosofo de la interculturalidad el Cacique Diomedes Díaz, “se la dejo ahí”

Tomémonos un tinto seamos amigos. Sigan siendo felice, Jairo Les dice

[1] Arendt, H., Cruz, M., & Novales, R. G. (1993). La condición humana (Vol. 306). Barcelona: Paidós.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor, Jairo Eduardo Soto Molina, Profesor de tiempo completo titular, investigador 1279 (80), Doctor en ciencias Humanas, Par académico MiniCiencias-MEN