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Por: JORGE GUEBELY
¡Vaya enfermedad mental: las “fake news”! Placer malsano de triturar víctimas; descuartizarlas a punta de falsas informaciones, de chismes con colmillos. Cuchillos lingüísticos para despellejar contrincantes, sacarles una a una sus vísceras y triturárselas hasta convertirlas en sanguaza. Mayúscula ruina humana.
Estrategia predilecta del poder político y económico: inventar desprestigios para justificar cualquier estrago. La utilizó Nerón para quemar cristianos, la España colonial para liquidar indígenas y Hitler para asesinar judíos. Goebbels, hombre fuerte del nazismo, proclamaba: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Adecuadas para manipular masas de incautos. Basta recordar el plebiscito del “sí” y el “no” en Colombia sobre los acuerdos de paz, el referéndum independentista de Cataluña y el “brexit” en Inglaterra.
Arma de políticos torcidos en campañas electorales para destrozar contrincantes. La utilizó Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil y ahora en Colombia a través de las redes.
Campeona en su utilización ha sido la elite económica colombiana. La promueven a través de sus partidos políticos tradicionales y de políticos que fomentan la sumisión de clase. La implementaron astutamente durante La Violencia partidista. Centenares de colombianos fueron descuartizados, asesinados políticamente. Generalmente campesinos humildes que creyeron, ingenuamente, estúpidamente, en las “fake-news” de entonces.
Hoy, las transitan por sus medios de comunicación para preservar sus infames privilegios. Periódicos y periodistas, manipulados por el poder, se convierten en células cancerígenas mediante los cuales se propaga la metátesis.
Hoy se escandalizan al descubrir su perverso invento en la red devolviéndose como bumerangs. Degradación humana democratizada, rebajadas al estatus popular. Al alcance de cualquier aparato tecnológico, de cualquier subnormal, para confundir más al ciudadano corriente. Cínica moral de las elites; semejante a padres corruptos, prostituidos, criminales, que se escandalizan por la corrupción, la prostitución y los crímenes de algunos de sus hijos.
Aun cuando no se las vea, las elites económicas y sus políticos originan las feroces bodegas: unas, por acción; otras, por reacción y todas, por conveniencias. Usufructúan la confrontación entre bodegas aristocráticas vs bodegas populares. Peligrosas instituciones, hornos para cocinar todos los odios sociales, alimento podrido del poder.
Asfixiados por las “fake-news”, el ciudadano decente flota en la desinformación perversa para depositar su voto. Sólo le queda el recurso de comparar las compañías visibles de los candidatos. Preguntarse quién es peor: Roy Barrera o Néstor Humberto Martínez, Armando Benedetti o María Fernanda Cabal, Hollman Morris o Viky Dávila, Antanas Mockus o Álvaro Uribe Vélez… Recurrir a la vieja fórmula de los abuelos: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. JORGE GUEBELY