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Por: Jorge Guebely

No hay peor “Enemigo interno” para Colombia que el “Enemigo interior” de los colombianos, esa moral conservadora tallada en nuestra consciencia. Espíritu racista, clasista, homofóbico, colonialista…; sumiso con los fuertes y cruel con los débiles. Moral programada para acoger nuestra debacle social, no como programa de una elite canalla y corrupta, sino como mandato divino.

“Enemigo interior” acostumbrado al crimen como paisaje. Paisaje: los asesinatos de Uribe Uribe y Gaitán, de Galán y Pizarro. Paisaje: el genocidio liberal durante La Violencia y el de la Unión Patriótica en los años 80, ambos perpetrados por el Estado.

“Enemigo interior” dispuesto a descreer la Historia científica para adherir a la historia del poder. A desconocer el origen de las Farc para justificar más guerras. Relato de campesinos asediados por la criminalidad conservadora, convertidos posteriormente en autodefensas y luego, en guerrilla con aspiraciones de poder. Declarado “Enemigo interno” durante la “Guerra fría”, pretexto para incendiar otras guerras regionales, vieja estrategia de los momios colombianos.

“Enemigo interior” insensible ante la enorme piscina de sangre donde chapalean víctimas: unas, de las Farc; otras, de los paramilitares en connivencia con el ejército nacional y gobiernos criminales. Porque las Farc, de crueles víctimas se convirtieron en crueles victimarios. Tan crueles como los crueles parapolíticos y los crueles criminales del ejército nacional y todos los ejércitos crueles del país.

“Enemigo interior” mezquino; dispuesto a fingir paz mientras, según informe de la Comisión de Paz, se sucedían kilométricas filas de niños y niñas llevados a la guerra; procesiones interminables de buscadoras de compañeros e hijos desaparecidos; multitudes de jóvenes asesinados en ejecuciones extrajudiciales; fosas comunes y cadáveres de muchachos y muchachas rurales desperdigados en montañas, indígenas y afros llevados como guerrilleros o paramilitares o soldados y muertos sin saber por quién peleaban; miles de mujeres abusadas y humilladas; pueblos masacrados y abandonados; resguardos indígenas y comunidades negras devastados; millones de hogares desplazados; miles de soldados, policías, exguerrilleros y exparamilitares, cojos, mancos o ciegos por explosivos…

Se pregunta el padre de Roux: “¿Cuál fue el Estado y cuáles las instituciones que no impidieron y más bien promovieron el conflicto armado? ¿Dónde estaba el Congreso? ¿Dónde los partidos políticos? (…) ¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? (…) ¿Qué hicieron los educadores? ¿Qué dicen los jueces y fiscales que dejaron acumular la impunidad? ¿Qué papel jugaron los formadores de opinión y los medios de comunicación?”.

Y yo le respondo, padre de Roux: estaban agazapados en el “Enemigo interior”; unas veces, como indiferentes, y otras, como cómplices canallas.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Jorge Guebely