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Por: Percy Bustes
“Hoy la aceptación es la respuesta a todos mis problemas. Cuando estoy perturbado, es porque encuentro inaceptable a una persona, lugar, cosa o situación -algún hecho de la vida- y no encuentro serenidad hasta que acepto a esa persona, lugar, cosa o situación como son y deben exactamente ser en ese momento…” (plegaria escuchada en grupos de autoayuda).
Oír las noticias de la mañana se ha vuelto un suplicio (muchísimos han dejado de hacerlo por salud mental). A los cotidianos robos, asaltos, secuestros y actos de corrupción, se han sumado la pandemia (y las que vendrán), los efectos del cambio climático, la invasión de Rusia a Ucrania, la subida del precio de los combustibles, la recesión mundial, tiroteos, etc., etc.
¿Cómo recuperar y mantener el balance, la calma, la ecuanimidad, la claridad mental, la serenidad emocional, el optimismo, la alegría y sobre todo, la posibilidad de tener acceso inmediato a nuestras fortalezas en el momento de necesitarlo?
Hay una historia que contaba Wayne Dyer y que me cae perfecto en estos momentos: Dice que un fulano estaba dentro de su apartamento a punto de coger las llaves de su coche para ir de compras cuando ocurrió un apagón que lo dejó completamente a oscuras. Luego de tantear un rato sobre la mesa y algunos muebles sin encontrar las llaves, se dio cuenta que afuera estaba encendido un poste de alumbrado público. Salió a la calle y se puso a buscar en la acera, calzada, jardines aledaños hasta que un buen vecino lo vio y se motivó a ayudarlo. Luego de varios minutos de búsqueda infructuosa, el vecino le preguntó ¿dónde estaba él, exactamente al momento de extraviar las llaves? -Nuestro protagonista le explicó que las había perdido dentro de su apartamento, pero como ahí estaba totalmente oscuro, había decidido aprovechar el poste de alumbrado de la calle para seguir buscando…
Parece tonto, pero me ocurre a menudo: Ante un hecho determinado, actúo haciendo lo que creo más sensato; luego, al analizar el resultado, descubro que estaba totalmente equivocado. ¿Cómo no me dí cuenta? ¿En qué estaba pensando?
Leyendo a Maytte Sepúlveda en “Serena tu vida”, nos dice que, para cultivar la ecuanimidad entre otras cosas, debemos aceptar que las cosas pasan. En lugar de resistirnos a aceptar lo sucedido, tratando de pensar en todo lo que pudimos hacer para evitarlo, o para que sucediera de otra manera, enfoquémonos en buscar una solución. Dramatizar o exagerar el efecto o las consecuencias de una situación, imaginando todo lo que pudiera suceder de la peor manera, solo nos traerá estrés, ansiedad y la sensación de sentirnos desbordados, e incapaces de manejarlo o superarlo. “La meditación no solo nos ayuda a canalizar el estrés, también nos ayuda a recuperar la claridad mental, el balance emocional y a experimentar la sensación de sentirnos más seguros y conectados con el ritmo de la vida.”
Continúa Maytte destacando que lo que ocurrió ya pasó. Muchos eventos y situaciones ocurren en nuestra vida, sin que podamos en el momento, darles una explicación, sin que podamos aceptarlos y seguir adelante como si no hubiesen sucedido; lograrlo, es una de las experiencias más difíciles para nosotros. Nos quedamos primero atrapados en la negación, nos resistimos a aceptarlo. Luego, caemos en el por qué: ¿Por qué a mí? ¿Por qué así? ¿Ahora? … La mente nos lleva a imaginar todas las posibilidades, manteniéndonos en la evasión de la realidad de lo ocurrido. Y, por último, al fin, cuando ya se nos hace evidente, comenzamos entonces a buscar culpables, quién o quiénes fueron los causantes, como si al hacerlo pudiéramos sentir algún tipo de alivio. Pero lo cierto es que aún cuando esta especie de ciclo se repite muchas veces en nuestra vida, la única manera de romper con él para que no nos siga desgastando consiste en trabajar en la aceptación de lo ocurrido.
Regresando a la historia de Wayne Dyer; pierdo mucho tiempo, me desgasto física y mentalmente buscando la solución a mis problemas y preocupaciones fuera de mí, en otras personas, en otros lugares, cuando la respuesta que busco está dentro de mí (siempre lo estuvo). Casi nada de lo que pueda encontrar en los libros o escuchar en conferencistas o coaches es realmente nuevo. Hay una vocecita dentro de nosotros que nos dice qué es lo correcto y lo incorrecto, qué debemos y qué no debemos hacer. Cada día me queda más claro que la clave está en controlar mis pensamientos; estos a su vez generan emociones, de acuerdo a mi estado emocional, me comportaré de cierta manera y esto a su vez producirá ciertos resultados.
Cuando me dijeron por primera vez que ser coherente era hablar, pensar y actuar en el mismo sentido no lo entendí. Hoy me atrevería a aumentarle un punto más a esta ecuación de ecuanimidad: Pensar + Sentir + Hablar + Actuar de manera consecuente, congruente; es vivir en paz.
Termino con un proverbio norteamericano que me ayuda cuando estoy ofuscado: “Antes de que la luz del sol pueda brillar a través de la ventana, deben levantarse las persianas”
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