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Por: Jenniffer Rueda Martínez
Soy mujer, mi estructura familiar esta conformada en su mayoría por mujeres, en mi consulta a diario escucho a mujeres que se pierden como en un laberinto sin salida porque no saben que la solución está en encontrarse a sí mismas. Realizando la evaluación y análisis de casos, saltan a la vista características comunes que es lo que compartiré a continuación:
Durante toda la historia pareciera que a la mujer se le ha incrustado un chip por medio del cual se ha programado para desempeñar el rol de dadora, ¿dadora de qué? De vida, amor, cuidado, afecto, protección a sus hijos, atención a su pareja, su tiempo, su cuerpo, lactar, su salud, su vitalidad, su energía, sus proyectos, sus sueños, en fin, darse toda hasta el punto ubicarse en el último lugar para que todos los demás estén bien a costa de anularse a sí misma.
Y así se la pasa la mayor parte de su vida siendo ama de casa, mamá, esposa, hija, hermana, tía, madrina, amiga, trabajadora, entre otras muchas cosas, descuidando una parte fundamental de su esencia natural y es el de Ser Mujer en todo el sentido y amplitud de la palabra.
El cuento que nos ha metido la sociedad es que entre más te sacrifiques mejor estas haciendo tu trabajo, aunque esto sea un resultado injusto y desequilibrado, donde todos están bien, pero a ella por mas que todo lo entrega le sigue faltando ese algo, que la hace sentir frustrada e infeliz.
La casa está limpia, los niños bien cuidados y alimentados, el esposo impecable, el trabajo al día, pero ella cada vez con una apariencia más demacrada, ojos apagados, sonrisa fingida, porque, así como se siente por dentro se ve por fuera.
Parece que incluso esta prohibido expresar o buscar satisfacer sus necesidades mentales, emocionales y físicas, lo que la hace sentir poco merecedora.
La vida es implacable, todos los días nos da oportunidades y herramientas, pero a veces estamos tan enterrados en patrones de pensamientos prehistóricos, que no aprovechamos las oportunidades, y tarde o temprano nos llega a cobrar las facturas de lo que dejamos de hacer y ¡bien caro!
Llega un momento en que nos damos cuenta que pase lo que pase los quehaceres de la casa no tienen fin, cada día se renuevan y en muchos casos a cada instante, los hijos crecen y se van, como están las cosas lo mas seguro es que el esposo también se vaya o si se queda siempre estará manifestando más insatisfacciones que gratitud, el trabajo te sigue exprimiendo o te reemplaza con facilidad. Los cuestionamientos no se hacen esperar, ¿por qué si he sido la super mujer maravilla que resuelve todo a todos, llega este momento de la vida en que me siento cada vez más vacía, triste, inconforme, como que por mas que hago nada me llena?
La respuesta esta en que los seres humanos nos movemos en dos mundos, el externo que esta de los ojos para afuera y el interno que se encuentra de los ojos para adentro. El primero de ellos es a lo que la mayoría de mujeres se dedican, a dar todo hacia afuera, donde incluso si cuentas con la suerte que te reconozcan y sean agradecidos contigo de alguna manera, esto sería un curita para la herida profunda que no has tratado. El mundo interno es el que nos corresponde a cada uno atender, pero como es invisible, nadie lo ve, no lo podemos exponer como a las demás cosas para que se vean bien y hablen bien de como se ve lo que hacemos, entonces lo ignoramos. Este mundo está compuesto inicialmente por la mente donde se producen los pensamientos, que a su vez provocan emociones que es esa energía que se va a proyectar en todo nuestro ser. No estamos atentos a como pensamos, no gestionamos las emociones, no hacemos practicas de autocuidado, no cultivamos la autoestima, por el contrario, seguimos con la mirada fija en el exterior, buscando quien me llene el tanque de amor propio que habita en mí, mendigando la atención y el afecto que no nos damos, esta búsqueda es interminable, desgastante y frustrante, porque mientras nuestro universo interno no este tan limpio y ordenado como la casa y bien atendido como los hijos, el esposo y el trabajo, no habrá un ser viviente en este planeta que nos pueda hacer sentir plenas.
La naturaleza es inteligente, nuestra salud mental y física nos reclaman lo negligentes que somos y muy al contrario de lo que la mayoría piensa, en esta etapa de ir entrando a la edad de los 40 años la mujer esta experimentando un nuevo ciclo de renacer, la nueva primavera, todo se renueva, los procesos neuronales, cognitivos, mentales, emocionales, sexuales, físicos, pero pasa que a esta etapa llegan vacías, sin recursos, ni siquiera se conocen, no saben como satisfacer sus necesidades y que hacer con tantos cambios e información, porque esa mujer desatendida, habla y pide a gritos ser reconocida e integrada.
La OMS nos dice que:
- La salud de las mujeres y las niñas está influenciada por la biología relacionada con el sexo, el género y otros determinantes sociales.
- La depresión es más común en las mujeres (5,1%) que en los hombres (3,6%). En el caso de la depresión unipolar, es dos veces más frecuente.
- En los hogares y las comunidades, las mujeres son, sobre todo, quienes se ocupan de procurar cuidados a otras personas.
En conclusión, a mi amado género femenino el cual defiendo, honro y respeto, le invito a dar un viaje por su universo interno, en ti habita una mujer que requiere ser mirada, escuchada y atendida, date el permiso de silenciar el ruido de las voces externas que siempre quieren decirte que ser y como serlo, atrévete a tener un acto de rebeldía que te libere del yugo al que has sido sometida, elige ser esa mujer de tu familia que sane su linaje y rompa con las maldiciones generacionales, empieza por ser tu prioridad, por ocupar el número uno en tu lista de deberes, cuando te lances a esta nueva aventura, te vas a dar cuenta que es un proceso donde recorres un camino hermoso, donde siembras tu semilla de amor propio la cual desde lo mas profundo de tu ser pronto empezara a florecer, obsérvate, contémplate, conócete, acéptate, acógete, perdónate, admírate, abrázate, reconócete, cuídate, disfruta estar contigo, sonríete, elígete, sanate, amate. Solo así te sentirás plena, completa y suficiente y si tu empiezas a experimentar de ese bienestar y calidad de vida, los que te rodean se verán beneficiados, esto es un paso donde todos ganan, renuncia a esa búsqueda de alguien que calme tu hambre y sed de afecto y responsabilízate de ti, la salida es hacia dentro.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor. Jenniffer Rueda Martínez. Psicóloga