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Por. César Gamero De Aguas.
Durante el desarrollo de una clase de literatura en uno de los planteles educativos públicos al sur de la ciudad, fui interrumpido como otras veces por uno de los coordinadores que lideran este interesante proyecto de bachillerato por ciclos en la jornada nocturna. El señor coordinador en un tono amable solicitó cederle un determinado espacio de tiempo a tres misteriosos visitantes, quienes habían llegado con la misión de ofrecerle unos cursos de formación técnica a los jóvenes que muy pronto recibirán su destacado título de bachiller académico.
El grupo conformado por dos muchachas jóvenes y un señor de avanzada edad, me sorprendió y logró llamar la atención de muy pocos estudiantes que en ese momento se hallaban al interior del salón. No solamente eran interesantes los agradables atributos que poseían aquellas hermosas mujeres, sino que aquel que presentaba la corporación oferente, era un señor sin brazos, de modesta elegancia, con zapatos brillantes, una camisa blanca con rayas marrones y un pantalón negro de lino algodón un tanto corto que mostraba sin pena alguna sus calcetines oscuros. El discurso del citado visitante era mucho más que convincente. No cabía duda alguna, que la corporación técnica había elegido a esta persona con esas cualidades físicas y mentales para generar de alguna manera un impacto visual de momento y con ello posteriormente convencer a sus receptores.
Aquel extraño interlocutor aún no lograba cautivar en su totalidad la atención de los estudiantes, quienes en su gran mayoría estaban distraídos, sin orientación alguna, unos sonreían y otros ni sabían de qué hablaban los repentinos visitantes. El señor con una sonrisa fingida y más de 50 años de edad, esgrimía con satisfacción cada uno de sus logros personales y profesionales: “Yo soy ingeniero de sistemas, tecnólogo en informática, técnico en contabilidad financiera, técnico en marketing, conferencista, técnico en mantenimiento de redes”, y se hallaba próximo a graduar de técnico en Salud Ocupacional, ¡guau!
Había conocido por videos a Tony Meléndez, un señor nacido en Nicaragua y radicado en Miami, que también dicta charlas de motivación, toca guitarra en una iglesia cristiana, así mismo conduce, escribe artículos, organiza y dirige su propia empresa, se alimenta, y hace sus necesidades básicas sin tener sus brazos, en un claro ejemplo de superación.
Por supuesto que es realmente sorprendente todo aquello que atañe al gran Tony Meléndez, sin embargo, nuestro Tony Meléndez criollo, a quien no logré robarle su nombre, tenía algo más que especial, se había hecho a pulso, pues fue abandonado por sus padres, de un momento a otro sus lágrimas brotaron de sus ojos, y aquella escena que parecía sacada de una presentación de arte dramático, impactó y robó de un momento a otro la atención de los alumnos. Enfrente estaba un gladiador de incontables batallas. Un ser sin límites que le tocó rebajarse una vez más aquellos que menosprecian o subvaloran las capacidades de los demás.
Una especie de semidiós que logró salir adelante en una sociedad de desigualdades, aferrados al amparo divino, un ser de carne y hueso creyente, por cierto, que ofrecía espontáneamente su testimonio de vida sin obtener una moneda a cambio, alguien de mucho valor que se exponía a captar la atención de unos jóvenes ya presos en la cárcel de la indiferencia y el letargo que produce la adicción desmedida del uso de las redes sociales.
No había duda en ese momento que el poder de su voluntad había sido mayor que un sacrificio por su necesidad y el esfuerzo por salir adelante. Ahora era el centro de atención de todos, e incluso de sus jóvenes acompañantes, quienes custodiaban sus espaldas como los discípulos a Jesús, en medio de una noche turbia y una humedad incesante.
Los jóvenes estudiantes diligenciaron con sabia rapidez los datos de cada uno de los formatos entregados por los visitantes, y el señor sin brazos, se marchó sin vacilación y sin despedirse del salón, donde se impartía algo de conocimiento antes de su imprevista llegada, dejándonos un aroma de fragancias muy leve ya , próximo a caducar, y una inquietud relevante de superación a los alumnos, quienes instantáneamente igual que un pestañar de ojos, comenzaron con la risa habitual a sonrojarse, mientras pasaban rápidamente con sus dedos las imágenes contagiosas que aparecían gradualmente en cada uno de sus celulares.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.