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Por: Cristóbal Padilla Tejeda

“El presente artículo de investigación ha sido publicado en su versión original en la revista Cultura Latinoamericana, 33(1), pp. 283-291” Cristóbal Padilla Tejeda

Barranquilla: un pasado cultural de oro

Barranquilla, ciudad anclada en el caribe colombiano, fue el epicentro del desarrollo cultural de la región y el país, ya que, indudablemente, la condición estelar de la ciudad por su localización (1) le permitió revestirse de importantes rasgos y peculiaridades culturales frente a otras ciudades del país. En particular, un interesante elemento a destacar es la ausencia de un pasado colonial a pesar de encontrarse situada en ese entonces en dos centros de poder de la corona Española como era Cartagena de Indias y Santa Marta (2) , lo que le permitió una nueva forma de organización social e institucional que la hacen también ser una ciudad relativamente joven, un elemento que le permitió desde el origen de convertirse en un polo de desarrollo cultural, comercial e industrial a partir de la confluencia de una diversidad cultural construida por grupos humanos de distintas procedencias que se fueron estableciendo en forma ininterrumpida durante varias épocas. Convertida en ese entonces en protagonista principal de enlace y de comunicación del país con el mundo, lo que le posibilitó adoptar una postura como una de las ciudades «más prestigiosas y apetecidas de América Latina en el periodo republicano» (Yidi, Stevenson, 2018).

Con un crisol de razas atraídas por su hospitalidad y por el potencial mundo de oportunidades, esta ciudad acercó a europeos, árabes, asiáticos y judíos que llegaron a estas tierras en gran parte, de manera precipitada fustigados por los infortunios de las guerras en sus países de origen.

La configuración de un sincretismo cultural que da cabida a una interacción de costumbres, valores y rasgos de cada una de estas culturas constituyó una amalgama cultural que dio brillo a ese momento extraordinario que vivía la ciudad de Barranquilla. Evidentemente, sus tradiciones e identidades culturales incidieron de tal manera que jugaron un protagonismo relevante en el desarrollo y evolución cultural de la ciudad. Fue prominente el aporte de los alemanes en el desarrollo de obras que permitieron la comunicación de la ciudad con el mar Caribe a través del ferrocarril de Bolívar (3), la navegación a vapor por el río Magdalena y el desarrollo de la aviación comercial; así como de los ingleses con su contribución a la construcción del nuevo y único puerto marítimo de Colombia en los años 1800; de los americanos, con sus aportes al desarrollo inmobiliario urbano planificado con la construcción del aristocrático barrio El Prado, además de los modelos empresariales públicos en materia de servicios públicos; de los italianos, punta de lanza en la música y las artes visuales como el cine; de los franceses, que contribuyeron a la arquitectura y al arte; de los orientales, con sus aportes en la gastronomía y horticultura; y de los árabes, con sus métodos usados en las actividades comerciales.

Esta diversidad cultural foránea, articulada al modo de vivir espontaneo, abierto y «mágico» típico del ser barranquillero y caribeño, hicieron de esta ciudad un campo de producción de sentidos y reafirmación cultural y social que la convirtieron en pionera del desarrollo cultural del país. Un pasado de oro que le permitió ganarse el remoquete identitario de «puerta de oro de Colombia» (4) (Noé, 2018). En los albores del siglo XIX, después de las guerras de independencia en los inicios (5) del siglo XX, el movimiento cultural de Barranquilla tuvo su auge con la construcción de escenarios de teatros de presentación de espectáculos artísticos y salones de conferencias, la creación de la escuela de bellas artes, el desarrollo de imprentas para publicación de revistas literarias y periódicos, las orquestas y bandas musicales donde la influencia italiana y alemana jugaron un interesante papel (6) .

Además, aparecen los círculos de escritores y poetas locales en conexión con grandes figuras literarias de la época, tanto nacionales como internacionales, escritores famosos como el poeta nicaragüense Rubén Darío, José Asunción Silva y el influyente local José Félix Fuenmayor, punta de lanza del plan literario y artístico desarrollado por el Grupo de Barranquilla (7) , en el que se destacaron personalidades como Álvaro Cepeda Samudio, el premio Nobel Gabriel García Márquez y el destacado pintor Alejandro Obregón.

En esta temporada hace su aparición por primera vez en Barranquilla la radio difusión y se crea la Universidad del Atlántico y la biblioteca departamental a través de ordenanzas municipales (Miski, Stevenson, 2009). Indudablemente, la cultura popular tenía su otra historia de vida y su propio modo de hacerse: el carnaval, como síntesis de una expresión y jolgorio popular, constituye un ordenador social de confluencia de las distintas razas y tradiciones culturales, como también de las distintas clases sociales que, si bien posibilitaba puntos de encuentros donde se podían mezclar todas las clases sociales, de igual manera cada una de ellas se permitía sus propios espacios donde se disfrutaba según sus gustos culturales. En este sentido, el pueblo bailaba ritmos que se desprendían de la influencia africana e indígena en sus salones de baile, denominados «Salones burreros» (8) y las «verbenas» (9) que se creaban de manera espontánea en las calles de los barrios, constituyéndose en los escenarios favoritos de las comunidades populares como símbolos de unión y participación a través de la celebración cultural; las elites disfrutaban de sus ritmos con marcada influencia europea en sus clubes sociales y los sectores medios también tenían sus propios ámbitos de celebración.

En sus inicios, el carnaval nos entregó lecciones importantes que podemos extraer, a tono con un mensaje de paz para una nación donde persiste esa encrucijada de violencia. La batalla de flores, por ejemplo, representó un evento para darle fin a la guerra de los mil días, una vez firmado el acuerdo de paz que puso fin las confrontaciones: la simbología remplaza una batalla que no es con balas sino con flores (10).

Decadencia cultural de Barranquilla

“La historia ha sido testigo de cómo ciertos países o civilizaciones brillan durante un tiempo para luego por una razón u otra eclipsarse” (Watson, 2005)

El empuje cultural que traía la ciudad de Barranquilla fue perdiendo vigor por la pérdida del dinamismo comercial e industrial a mediados de los años treinta y por la disminución del liderazgo portuario por la competencia del nuevo puerto marítimo de Buenaventura.

Este factor, sumado a otros como la visión centralista de los gobiernos nacionales herederos de la constitución de 1886, le restaron importancia a las regiones y ciudades como Barranquilla, poniéndola en clara desventaja frente al triángulo Bogotá-Medellín-Cali. Igualmente, hay que considerar otros factores asociados a la gran depresión del 1929, que se extendió hasta finales de los años 30, y a la Segunda Guerra Mundial, que trajo como consecuencia una crisis económica e institucional en la ciudad.

La existencia de una especie de olvido y desinterés de los barranquilleros por preservar su historia de vida cultural, de las memorias de una ciudad como parte de su patrimonio e identidad, hicieron permisible que hoy esas obras que en un pasado le dieron reputación y gloria en su mayoría hayan desaparecido. En este sentido, por ejemplo, la navegación fluvial desapareció por completo, se asistió a la demolición de joyas arquitectónicas que fueron vanguardia de las ciudades colombianas como modelos republicanos, el muelle, considerado en su momento el más largo de América, y por donde entraron grandes aportes civilizatorios al país, hoy ha desaparecido y se ha construido actualmente un remedo, cuya función será netamente turística; del ferrocarril de Bolívar, el primero construido en el país, no se da cuenta de la existencia de sus vagones y rieles; sobre los inicios de la aviación comercial y de pasajeros es poco lo que hay, con excepciones de unas iniciativas privadas:

[…] y es que Barranquilla, esa ciudad privilegiada por su geografía, pero ignorada por su historia, escasamente aparece referenciada en los anaqueles del archivo histórico de la nación. Quien sabe, si fundamentalmente por la apatía del Barranquillero de reconocer y hasta escribir la historia o porque sencillamente la historia de la violencia está más ligada a nuestra formación. (Consuegra, 2018)

Es poco o casi nada lo que queda de ese patrimonio tangible de un pasado de esplendor que, en lo económico, social y cultural, se puede decir, ha retrocedido en vez de avanzar. No es sorpresa, pues desde hace décadas la historia de la vida cultural de la ciudad ha sufrido una devastación infame, producto también de un modelo que le dio paso al desarrollo comercial especulativo pregonero del neoliberalismo que ha caracterizado los últimos cuarenta años, y que en lo local ha introducido cambios como las fuertes privatizaciones.

Basados en un catálogo de creencias de que la privatización es una panacea de la cual no se escapa la cultura, los gobernantes se han dedicado a la implementación de las concesiones de los bienes públicos, incluyendo las funciones que les corresponde como Estado. En ese sentido, como parte de la implementación de ese patrón privatizador, la institucionalidad nacional y local ha concebido la ciudad como un top model a partir de los cambios urbanos para ser vendida al mundo como una ciudad turística que despierte el interés y fascinación por visitarla.

Pero hay que decir que detrás de este diseño de ciudad top model hay un enfoque administrativo público basado en un esquema del contratismo que, en la mayoría de los casos, puede terminar favoreciendo a una minoría, encarnada en los llamados hombres de negocios, y que ha concesionado parte del territorio de la ciudad y hecho transferencias de empresas y bienes de carácter público que han provocado una descomposición institucional y una enorme desigualdad económica y social a pesar de las mejoras sustantivas en la estética del paisaje urbano y de sus equipamientos. De manera más puntual, esta lógica privatizadora — con el apoyo de capitales locales y transnacionales— está generando «zonas de sacrificio» (11) a través de los planes de ordenamiento de la ciudad que al final buscan apropiarse del uso del suelo urbano para el desarrollo de proyectos turísticos (12) en las zonas aledañas al río Magdalena y costeras del Área Metropolitana de Barranquilla.

Este hecho, que busca una especie de innovación cultural (turistificación cultural), de marca de ciudad dentro del modelo de las industrias culturales impulsadas por la economía naranja, indudablemente está generando impactos negativos sobre los asentamientos de comunidades nativas de pescadores, navegantes por tradición y negros libertos desde los albores de Barranquilla, las cuales corren el riesgo de ser despojadas de sus territorios13, lo que afecta el entramado cultural intangible de comunidades portadoras y garantes de las tradiciones que se manifiestan con su participación en el hecho cultural más importante de la ciudad, el Carnaval de Barranquilla, declarado por la UNESCO (14) como patrimonio cultural inmaterial de la nación y de la humanidad.

En fin, asistimos a un enfoque de ciudad cuyo determinante de desarrollo es el proyecto de mercado desde los megaproyectos de infraestructura con el sofisma de una «ciudad moderna» que, evidentemente, choca con la visión de una ciudad más humanista, sin exclusiones y segregaciones, hecha con y para sus ciudadanos, como en sus primeros tiempos, cuando, incluyendo al «viajero» y no al «turista», hicieron parte de su construcción como ciudad y aportaron a su desarrollo en un ámbito de convivencia de culturas que nos dejaron un antecedente de ciudad metrópolis.

Es curioso que hoy esa ciudad próspera y competitiva que nos han querido vender no tenga ni la más mínima infraestructura cultural que le permita ofertar una agenda cultural en contraste con las ofertas de otras ciudades que han logrado avanzar en planning culturales, generando pactos que logran la proximidad de las artes con el ciudadano y el reconocimiento de los derechos culturales por parte de estos.

Hemos retrocedido. La carencia cultural hoy es evidente con la lamentable parálisis que tiene la infraestructura cultural de la ciudad (15). Hay que retomar el camino.

En Barranquilla hace falta una democracia cultural, en la medida que recoja su historia de vida cultural, la revitalice a tono con los nuevos tiempos, se modifique a partir de la reafirmación cultural sin perder su esencia, que permita que el diseño de las políticas públicas se construya desde las comunidades, que rompa las lógicas según las cuales los ciudadanos son unos simples espectadores y usuarios de la cultura, y no unos creadores de la misma.

La cultura debe contribuir a crear comunidad y a reconstruir tejido social, debe alimentar y se debe alimentar de la participación ciudadana, liberando el ciudadano de ser un simple consumidor de una cultura adorno que se fundamenta en el show y que instrumentaliza a los artistas.

Referencias:

Bernal, E.D. (2013). El Rio Magdalena: escenario primordial de la patria. Credencial. https://www.revistacredencial.com/historia/ temas/el-rio-magdalena-escenario-primordial-de-la-patria. Caja de Compensación Familiar del Atlántico. (1999). Salones burreros del carnaval de barranquilla -Primera Parte. Centro de Documentación Musical del Río Magdalena y el Caribe Colombiano. https://www.oocities.org/athens/agora/8197/CDM/Salones_Burreros_1.html Carnaval de Barranquilla. (2003). Batalla de flores – Historia. Carnaval de Barranquilla S.A. http://www.carnavalesbarranquilla. com/2011/03/batalla-de-flores-historia.html Corrupción Al Día. (2019). Carencia de infraestructura y precaria gestión cultural en Barranquilla. Corrupción Al Día. https://corrupcionaldia.com/carencia-de-infraestructura-y-precaria-gestion-cultural-en-barranquilla/ Gilard, J. (1984). El grupo de Barranquilla. Revista Iberoamericana, 50(128), 905-935. López, R. A. H. (2011). Los bailes de verbena en la región costa norte de Colombia: extrapolación transfigurada de una vieja costumbre española. Amauta, 9(17). Noe, G.A. (2018). ¿Sabe usted por qué a Barranquilla le dieron el nombre de ‘Puerta de Oro’ de Colombia? Zona Cero. Páramo A.I. (octubre 29 de 2019). “El ‘emprendedurismo’ le da glamur a la precariedad”: Boaventura de Sousa Santos. Semana. https://www.semana.com/impresa/portada/articulo/el-emprendedurismo-le-da-glamur-a-la-precariedad-boaventura-de-sousasantos/78712/ Revista Huellas. (1982). Notas para una historia de Barranquilla. Huellas, 3(5). Ministerio de Cultura. (julio 11 de 2013). El Carnaval de Barranquilla, patrimonio vivo para el mundo. Ministerio de Cultura. https://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Paginas/ElCarnaval-de-Barranquilla,-patrimonio-vivo-para-el-mundo.aspx Rivera, J-S. (2018). Nuevos datos sobre la cronología de los pueblos del bajo magdalena en el periodo formativo tardío: el sitio de barrio abajo, Barranquilla (Colombia). Arqueología Iberoamericana, 40, 33-38. Romero, L. (2018). De la regeneración urbana a la gentrificación. Caso estudio en Barranquilla, Colombia (Tesis de grado). Universidad de Granada, Granada, España. Watson, P. (2005). Ideas, Historia intelectual de La Humanidad. Bogotá: Editorial Planeta.

1. «Por sus condiciones en sus ecosistemas tanto costeros, como fluviales, con deltas y Ciénagas conformadas por los tramos del río Magdalena en otrora llamado río grande de la magdalena» (Bernal, 2021) conectado con el mar a través del flujo y reflujo de las mareas y de su desembocadura, propia de las características de las tierras bajas del caribe septentrional de Colombia. Relatos de los primeros exploradores europeos a principios del siglo XVI, nos hablan de «tres tipos de grupos poblacionales adaptados a tres tipos de ecosistemas diferentes, pero con varios rasgos culturales que compartían entre sí como la lengua» (Rivera, 2018). Muchos de estos asentamientos se fueron reduciendo poco apoco por efecto de enfermedades, los conflictos con las culturas invasoras, y por fenómenos de migración hacia otros territorios del interior de la región o el país (Blanco, 2011), pueblos como los Malibuson resaltados en estos relatos en particular en las crónicas españolas, así como los Pacabueyes y Mocana que según estos registros hacían parte de los asentamientos del bajo Magdalena del caribe continental. (Rivera, 2018). 2. Quizás porque en su condición de aldea, no revestía para ese entonces ninguna importancia para los intereses económicos de la corona que estaban centrados en el estímulo mercantilista estatal de la explotación minera de materiales preciosos, dentro de ese panorama se consideraba que «era poco lo que pudiera ofrecer la aldea de Barranquilla rodeada de innumerables ciénagas y pantanos y que sus costas de mar abierto impedían el fácil acceso a los galeones españoles» (Revista Huellas, 1982). 3. «A partir de 1849 Sabanilla se abrió también al comercio de importación, aunque el movimiento de mercancías en este sentido, se mantuvo limitado hasta 1871 cuando se inauguró la línea del Ferrocarril de Bolívar que comunico a Sabanilla con el puerto fluvial de Barranquilla» (Posada, 1987). 4. Eso fue en los quintos Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe que se desarrollaron en la ciudad. El escenario directo fue el Estadio Municipal, hoy Romelio Martínez. Fue algo apoteósico porque el presidente de la República, Mariano Ospina Pérez, en ese momento, en pleno discurso, evaluó el proceso de la ciudad para el desarrollo del país y consideró tajantemente, en una frase que marcó el proceso histórico el 9 de diciembre de 1946, y por la cual recibió un aplauso unísono, que debía bautizar a Barranquilla como la «Puerta de Oro de Colombia» (Noe, 2018). 5. «La manifestación cultural del carnaval de Barranquilla es plenamente visible en los primeros años posteriores a la independencia según una carta del norteamericano Resensselaer hospedado en la residencia del comerciante Jhon Glenn. En su misiva el norteamericano compara la duración de las fiestas de tres días a su juicio muy reducidas si se compara con las europeas y el uso masivo de una hierba urticante llamada pica pica que se le aplicaba a quienes no estuvieran a tono con el ambiente de jolgorio y el lanzamiento de huevos llenos de agua sobre la ropa de quienes no se disfrazaban. Para el ocasional cronista lo más relevante de lo observado fue un curioso evento denominado La conquista en donde dos grupos unos disfrazados de españoles y otros de aborígenes, se entrenzaban en feroz lucha recordando los procesos del descubrimiento y de la colonia» (Minski y Stevenson, 2009) . 6. «La presencia de emigrantes extranjeros en Barranquilla produjo diferentes maneras de apreciar la música. Si bien los barrios populares de bogas, de navegantes, pescadores, zapateros y carpinteros se amenizaban las fiestas con tambores, acordeones, y bandas de viento interpretando adaptaciones criollas de valses, polcas, y mazurcas y el repertorio de porros, paseos, merengues y fandangos; en las elites de extranjeros y de las llamadas familias pudientes se apreciaba únicamente la música europea» (Miski y Stevenson , 2009). 7. Del grupo de Barranquilla aparecen datos en las obras de García Márquez. Están los personajes de Alfonso, Álvaro y Germán, dependientes de la sastrería del pueblo en El coronel no tiene quien le escriba. Están los mismos, más el sabio catalán y Gabriel, en Cien años de soledad. Están las alusiones a «los mamadores de gallo de La Cueva» en las primeras líneas del cuento «Los funerales de la Mama Grande», y a Álvaro Cepeda Samudio en el cuento «La increíble y triste historia…». Así se puede sospechar la existencia de algunos amigos de García Márquez y también, con lo que aparece en Cien años de soledad, el fervor de sus debates sobre cuestiones literarias. Un estudio de ese grupo de amigos se justifica en la medida en que, además de suministrar datos sobre lo que con desafortunada formula algunos han llamado «prehistoria literaria» de García Márquez, permite conocer las excelentes obras de Álvaro Cepeda Samudio y José Félix Fuenmayor y, de manera ya algo marginal, la de Ramon Vinyes, «el sabio catalan». (Gilard, sf) 8. «Le llamaban burreros por los burros, porque eran campesinos que venían como si hoy usted va en un jeep y le dijeran salones jeeperos porque parquea el jeep. Ellos parqueaban los burros, allí estaban, bailaban y se acabó». Salones burreros del carnaval – primera parte. Mariano Candela. Centro de Documentación Musical del Río Magdalena y el Caribe Colombiano, proyecto de Comfamiliar del Atlántico mediante convenio con la Universidad del Atlántico para el ciclo correspondiente a 1999. 9. «Verbena es el nombre que recibe uno de los bailes populares urbanos, hasta hace algunos años más significativos del Litoral Atlántico colombiano, siendo sus centros de realización las ciudades de Cartagena y Barranquilla, y en menor medida Santa Marta y algunas de las cabeceras municipales de los departamentos que representan estas ciudades. Naturalmente que la designación no es exclusiva de la región, pues en muchas poblaciones del interior, oriente y sur del país también se realizan verbenas, por supuesto con matices culturales diferentes» (Hernández, 2011). 10. «La primera Batalla de Flores se organizó en 1903 por una propuesta del general Heriberto Vengoechea luego de firmada la paz, para celebrar el fin de la Guerra de los Mil Días (1899 y 1902). Durante los años 1900 y 1902, el Carnaval de Barranquilla fue suspendido por decreto del alcalde, como acto de solidaridad, y reanudado una vez la guerra terminó. Por ese entonces, al general se le ocurrió hacerle un homenaje a la paz, cambiando una batalla de plomo por una de flores. Esta idea fue bien recibida por las directivas del Club Barranquilla, quienes autorizaron la organización de la primera Batalla de Flores para el 21 de febrero de 1903 quedando, desde ese momento, como el evento más importante del Carnaval de Barranquilla». Carnaval de Barranquilla, Historia de la batalla de flores ( 2011). 11. «El ‘emprendedurismo’ le da glamur a la precariedad»: Boaventura de Sousa Santos. (Semana, 2019) 12. «Así será Arena del Río, el sitio de espectáculos de Barranquilla» (El Tiempo, 2020). 13. «Las nuevas directrices urbanísticas plasmadas en El “Plan Especial” que estructura el proceso de renovación Urbana, ha tenido una enorme repercusión en colectivos humanos, que se han visto desplazado en forma gradual de los territorios donde han construido sueños y con el que guardan un alto sentido de pertenencia. Esos resultados exigen ser estudiados en los sectores académicos» (Romero, 2018). 14. Ministerio de Cultura. El Carnaval de Barranquilla, patrimonio vivo para el mundo (2013). 15. En la página web de la Alcaldía señalan que además de las casas de cultura —programa bandera de la administración la infraestructura cultural de Barranquilla es la “plaza de San Nicolás, biblioteca Villas de San Pablo, biblioteca Urbanización Las Gardenias y Museo de Arte Moderno de Barranquilla (MAMB)”. Una curiosa y risible mezcla de espacio público, bibliotecas barriales y una institución cultural de derecho privado para señalar, en síntesis, que se carece de todo: de Biblioteca Distrital, de Cinemateca Distrital, de Archivo Histórico Distrital, de Fototeca, fonoteca, teatro, orquesta filarmónica, sistema de bandas musicales, museo, Centro de Documentación Musical, Hemeroteca, Salas de nuevas tecnologías, de auditorios barriales, un espacio abierto para grandes conciertos y un vasto etcétera por hacer» (Corrupción al día, 2019).

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor, Cristóbal Padilla Tejeda,  Instituto Caribeño de Altos Estudios Políticos y Sociales- ICAEPS, Especialista en proyectos de desarrollo en la ESAP (Bogotá) y Administrador de Empresas en la Universidad Santo Tomás (Bogotá). Profesor de la Universidad Sergio Arboleda (sede de Bogotá) en los cursos de postgrado de la Maestría de Gestión Cultural. Director del Instituto Caribeño de Altos Estudios Políticos y Sociales-ICAEPS, es también director de la Fundación Internacional Progress Group, Presidente de la Asociación de Graduados y Estudiantes de la Maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Salerno en Colombia y Editor en Jefe de la revista Sin-Tesis: revista de estudiantes y graduados de la Maestría en Ciencias Políticas (convenio entre la Universidad Católica de Colombia-Università degli Studi di Salerno). ORCID iD: 0000-0002-3841-8475. Contacto: cristobalpt@gmail.com