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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.
“La IRREALIDAD de América Latina es una cosa tan real y tan cotidiana que está totalmente confundida con lo que se entiende por REALIDAD“. García Márquez.
Dos libros cuya suma alcanzan las 1.300 páginas, ocupan buen espacio en la “cabecera” de la nueva y cómoda cama, uno de los mejores inventos humanos, pues dormir es el primer presupuesto para ser feliz y más cuando ya transitamos los senderos luminosos de la vejez. Son los libros: “el fuego de la imaginación”(alfaguara) del nobel Mario Vargas llosa y “Carmen Balcells, traficante de palabras”(Debate) de Carme Riera, biografía de la agente comercial de los autores del llamado Boom de la literatura Latinoamérica del siglo XX.
La lectura, a saltos de lucidez y soledad, de estos dos libros, a los que se une el regalo recibido de una nueva edición de la novela de Guillermo Cabrera Infante, “Tres tristes tigres“(Alfaguara), ocupan las noches de esta Navidad submarina. Son el pretexto periodístico (la novedad) y bibliográfico para hablar de literatura latinoamericana, la cual está remozada con diversos acontecimientos que la ponen de presente, no sólo en las librerías, sino en las conversaciones de jóvenes lectores y de una generación anterior que, por la lectura, aún no perdemos el tesoro de la juventud.
Entonces, con semejante pretexto comentemos el contexto literario con que concluye un año de incertidumbres y certezas en la alegría de vivir que es, no lo dudo, LA alegría de leer. La pandemia se disfraza y en el 2022 no termina, pero el libro sigue más vivo que nunca, muy a pesar del réquiem pace que más de un analfabeta ordenó, dizque porque la cultura de lo digital era “la paz total“.
Sobre el boom. Mario Vargas Llosa, a sus 86 y más años, con un público amor de una bella mujer, es el sobreviviente insigne en lo intelectual, político y creativo del fenómeno literario conocido como el boom de la novela latinoamericana. Del nobel peruano se acaba de editar el primer tomo de su obra periodística. “El fuego de la imaginación” recoge discursos, ensayos y artículos sobre “libros, escenarios, pantallas y museos“. Es, entonces, una lectura imprescindible para el conocimiento de la extensa vida literaria de este polémico autor que no desmaya en su producción creativa. Ahora Mario será profesor virtual en un curso sobre el oficio de escribir.
Sobre el boom creo necesario decir, en este diciembre del 2022 cuando desde Macondo recordamos los 40 años de la entrega, en la neblina de Estocolmo, del nobel de literatura a Gabriel García Márquez entre los sones del Carnaval de Barranquilla y mariposas amarillas, que ese fenómeno literario no fue creación de Carmen Balcells, como se presume y se puede creer desde la perspectiva que se narra en su reciente biografía, el otro texto pre-texto de esta columna.
Julio Cortázar, célebre cronopio, en una entrevista a fondo para la T.V. española expresó que él creó su obra literaria en la pobreza, al igual que Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, Rulfo, Onetti, Carpentier, Roa Bastos y otros novelistas cuyas creaciones fueron difundidas, en gran escala, después que los lectores devoraran las primeras ediciones de escaso tiraje. Miriam Gómez, la eterna mujer de Guillermo Cabrera Infante, en una declaración desde Miami dijo que el Boom de la novela latinoamericana fue un invento del comandante Fidel Castro para publicitar los iniciales logros de la Revolución Cubana. Aquella utopía.
Ahora, en el libro “traficante de palabras” dedican más de 70 páginas y diversas fotografías para destacar el papel que adelantó Carmen Balcells en el brillo editorial de la novela que recrea la real maravillosa realidad de los pueblos de América Latina, hasta el punto de afirmarse que “Entre lágrimas y gastronomía, Carmen Balcells inventó el boom“(ver capítulo 12). Así mismo, en la página 170, se le compara con personajes de nuestra ficción como lo son la mamá grande y la desalmada abuela de Cándida Eréndira. Es decir, el boom fue una nueva conquista de la Madre Patria: La España del generalísimo.
Pero en esa línea, debo decir que en las 786 páginas que integran “el primer volumen de la obra periodística del premio nobel Mario Vargas llosa”, no me he topado con unas líneas dedicadas ni al boom ni a la difunta señora Balcells, muy a pesar que Mario fue uno de sus pupilos consentido. Seguro aparecerá en otros volúmenes de tan vasta producción, aunque en éste hay un capítulo, el segundo, dedicado a la literatura latinoamericana.
Y en dicho capítulo aparece un certero comentario del nobel Vargas Llosa sobre la novela “el olvido que seremos” del colombiano Héctor Abad Faciolince. Del autor y de la obra, el laureado articulista dice:
“Después de leer hace algún tiempo el olvido que seremos, la más apasionante experiencia de lector de mis últimos años, deseé ardientemente que los dioses o el azar me concedieran el privilegio de conocer a Héctor Abad Faciolince para poder decirle de viva voz lo mucho que le debo”.
Y a renglón seguido agrega:
“Es muy difícil tratar de sintetizar qué es el olvido que seremos sin traicionarlo, porque, como todas las obras maestras, es muchas cosas a la vez”.
Para cerrar con esta afirmación:
“…una historia verdadera que es al mismo tiempo una soberbia ficción por la manera como está escrita y construida, y uno de los más elocuentes alegatos que se hayan escrito en nuestro tiempo y en todos los tiempos contra el terror…”(ver pág. 229).
De Abad comenté, semanas atrás, su reciente novela “salvo mi corazón, todo está bien”, una de las novedades de librería en este fin de año. Entonces, me atrevo a decir que Héctor Abad Facciolince, por su obra publicada y de gran lectura en el continente, es uno de los nuevos novelistas latinoamericanos que hacen de nuestra realidad literatura fantástica, permitiendo afirmar que somos literatura, es decir ficción por aquello de lo insólito, porque nuestros escritores, nuevos y clásicos, nos demuestran que no hemos perdido la capacidad de asombro.
Y a esa renovación literaria latinoamericana, en estas iniciales décadas del nuevo siglo, creo oportuno vincular a dos novelistas cubanos que nos cuentan las irrealidades históricas de la Cuba pre y post revolucionaria, la de una revolución que en el siglo pasado fue una fantasía, la utopía de la igualdad, y en el presente sigue siendo un sueño real, o sea una ficción realizada en la literatura. Hablo de Leonardo Padura y Guillermo Cabrera Infante.
Dirán que los uno por ser cubanos. No. Los vínculos por su literatura que hace presente, en casi toda la obra de ambos, la historia de La Habana, esa ciudad con una bahía infinita donde el ser caribe es posible. No hay frío allí, sino sol hasta en las noches. Además, porque Padura cita a Cabrera y éste anticipa su legado de la cubanidad literaria en Leonardo. Para mí, el uno y el otro son cronistas, a su estilo, de la historia real de América Latina. Amen que Cabrera Infante es mi autor preferido, por eso el regalo de la edición de noviembre de 2021 de “tres tristes tigres” me regresó a la soltería donde solo había cine y poesía. Volver a leer a Caín, mi autor de colección, será otra experiencia de libertad, por eso el regalo de su novela es una demostración de generosidad para conmigo o la complicidad de un amor clandestino.
La realidad social y política de América Latina, entonces, sigue siendo la misma de la colonia. Países aislados con gobernantes de opereta. Discurseros de toda laya y encantadores de sueños utópicos, cuando el otro mundo sigue avanzado y rechazando la guerra y el terror. Por esa realidad que cada día nos niega la fraternidad de pueblos hermanos, liberados por una espada de poesía y tesón a caballo, es que pienso que Latinoamérica existe es en la literatura. O mejor, lo único que nos une es la literatura. Seguimos siendo tribu.
La próxima: “Pura pasión” de “escribir” o escribir la pasión pura.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.