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Por: Madia Muskus.

Gozar del ejercicio de la ciencia, por parte de muchos sectores marginados de la sociedad, constituye la cristalización de los objetivos de luchas durante varios lustros o generaciones. Afortunadamente hoy no existen roles predeterminados en la ciencia según el género, la identidad sexual o el origen étnico. Las mujeres, por ejemplo, pueden desempeñar el rol que deseen en ciencias exactas y naturales, en ingeniería, política, artes y humanidades.

Es indudable el gran aporte que las mujeres han hecho en la ciencia y en la producción de conocimientos a lo largo de la historia con sus descubrimientos, que infortunadamente, algunos de ellos, quedaron en la lobreguez y terminaron atribuidos a sus colegas masculinos, negándoles el mérito de un premio Nobel. Esto es lo que se ha llamado el “efecto Matilda”.

Este término fue acuñado por la historiadora científica Margaret W. Rossiter en honor a la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage, quien, en su ensayo, «La mujer como inventora”, publicó los casos en los que una mujer fue víctima de prejuicio o de discriminación, al negarle sus logros científicos. Algunos de los ejemplos, del “efecto Matilda”, tenemos, el de la astrónoma Caroline Lucretia Herschel, descubridora del planeta Urano; la sismóloga Ingeniera Lehmann cuyo trabajo nos dio información sobre el centro de la Tierra; la matemática Grace Hopper quien desarrolla el lenguaje informático COBOL; la química María Teresa Toral quien unió ciencia y arte; la entomóloga María Sibylla Merian quien desarrolla la primera clasificación ilustrada de insectos de la Historia.

Rosalind Franklin, quien fue la primera en desvelar la estructura del ADN, no le reconocieron su hallazgo durante décadas, sino que se le atribuyeron a su jefe y a dos de sus compañeros de laboratorio, por lo que obtuvieron el Nobel.

Lise Meitner, descubridora de la fisión nuclear. El descubrimiento valió un Nobel de Química, pero no a ella, sino a su colaborador Otto Hahn.

Katherine Johnson, matemática y una de las piezas clave en el vuelo del Apolo 11, sufrió durante toda su vida la doble discriminación por ser mujer y de color. Gracias a sus cálculos se pudo fijar la trayectoria para el vuelo que llevo al hombre pisar la Luna, el equipo recibió la medalla Hubbard. Todos menos Johnson, pasaron 51 años para recibir el reconocimiento y a título póstumo.

Barbara Mcclintock, bióloga que descubrió los “genes saltarines”. Sus colegas refutaron su trabajo, por lo que ella decide abandonar esta línea de investigación. Años después otros científicos llegaron a la misma conclusión, a quienes se les se reconoce el descubrimiento, obteniendo el Nobel de Medicina en 1963.

Marie Anne Pierrette Paulze de Lavoisier, la “madre de la química”, que con su gran ayuda en el laboratorio con las traducciones y correcciones para que su pareja pudiera leer obras de química, se ganó el reconocimiento como “madre de la química”.

Esto es solo el puñado de mujeres que con su trabajo y dedicación hicieron aportes impresionantes a las ciencias, por lo que cada 11 de febrero a nivel mundial se les hace un homenaje, con la celebración del Día de la mujer y la niña en la ciencia, para evitar la invisibilidad de la Mujer en la ciencia, ¡No más Matildas!

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