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Por: Jorge Guebely
Enorme desatino de un jefe político tradicional: desconfiar públicamente de sus políticos. Considerarlos delincuentes, depredadores del Estado. Seres imperfectos políticamente, sólo perfectos en politiquería, en la degradación humana.
Calificarlos de peligrosos para manejar el gran presupuesto de la salud, ochenta billones según actual propuesta de la ministra Carolina Corcho. Considerar que sería un concierto cierto de la corrupción, una feria de la podredumbre. Mucho dinero público para gobernadores, alcaldes, diputados, concejales; mucho botín para una frondosa gama de políticos corrompidos.
Basta recordar a Alejandro Lyons y Edwin Besaile, al Ñoño Elías y Musa Besaile. Pavorosos delincuentes de la elite política, adscritos a partidos de la elite, voces de la elite en el Estado. Mejor que nadie, el doctor Vargas Lleras lo sabe: los polidelincuentes de las elites lo devoraron todo, sólida razón para desconfiar de ellos.
Para subsanar semejante catástrofe humana, el jefe de Cambio Radical reaparece mediáticamente portando una contrarreforma a la salud. Similar en muchos puntos a la gubernamental: fortalecimiento a la atención primaria, consolidación del sistema preventivo, fortalecimiento de las regiones…
Difiere en la percepción de las EPS. Él las conserva como si todo empresario fuese honesto, como si no existieran los palacinos y no trabajaran en complicidad con los políticos, sus defensores en el Congreso, a quienes compran con apoyos electorales y clientelismo burocrático. Él las conserva a pesar de sus cotidianos delitos: cobros y recobros por servicios inexistentes, por enfermos y tratamientos fantasmas, por enfermedades de alto costo convertidos en lucrativos negocios, por pagos incorrectos a su personal y a las IPS, por dineros de la salud invertidos en CDTs, por contactos con paramilitares… Por concentrarse en ciudades donde prospera el buen mercado y el mal servicio, la medicina prepagada y las tutelas.
En verdad, es una contrarreforma para crear desconcierto, minar gobernabilidad, hacerle “bullying” al gobierno. Estrategia electoral para ganar las próximas elecciones. Deplorable moral política de político tradicional, de pastorcito mentiroso, de lobo que depreda a la abuela con escandalosos subterfugios.
Cinismo enorme de Vargas Lleras, suficiente para criticar a políticos de su misma especie. Político que critica a políticos, político que avalaba a criminales como Kiko Gómez, a corruptos como Oneida Pinto o Álvaro Cruz.
Moral inmoral del político tradicional: fingir redención para promover indignidad popular, escandalizar sólo para conseguir votos, banderear valores para ocultar mezquindades humanas. Únicamente el presupuesto de la salud importa a los corruptos, el botín mayor.
Razón tenía y tiene Óscar Wilde: “Cínico: un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”.
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