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Por: Jorge Guebely

Nada tan importante como festejar los 80 años de “El Principito”, nuestro niño Quijote. Nos recuerda el peor error de adulto: haberlo borrado de la consciencia. Ignorarlo hasta convertirlo en un insignificante, un mueble viejo entre cachivaches inservibles de la memoria.

Luminosas sus revelaciones: el adulto piensa demasiado para sentir poco, posee sin amor, delira sin imaginación, mira de casi todo sin ver casi nada, habla demasiado para decir poco, para distraerse de su muerte.

Por sus excesos de ideología, el adulto confunde las palabras con la realidad: “Debí haberlo juzgarlo por sus actos, no por sus palabras”.

Incapaz de amar las cosas pequeñas de la vida, se torna incapaz de amar la majestuosidad del Universo, su vibrante sacralidad: “Si alguien ama una flor… será feliz cuando mira una estrella”.

Ignora la importancia del tiempo compartido con otra persona para construir y construirse: “El tiempo que pasaste con tu rosa hace que tu rosa sea importante”.

Sus ojos marchitos por tantos dogmas disecan su corazón, trituran su intuición: “Los ojos están ciegos. Es necesario buscar con el corazón”.

Distorsionado por su delirio de grandeza, desconfigura la visión de sí mismo: “Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio”.

Abatido por los fracasos de su mente, no lo redime ni el más potente de los milagros: “Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol”.

Contaminado por la cultura del macho, ignora la fuerza de la fragilidad: “¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!”.
De tanto aparentar conocimiento, abunda en estupidez: “Cuando se quiere ser ingenioso ocurre que se miente un poco”.

De tanto desear, se convierte en un andante hueco poblado de dolor: “Nadie está contento donde está”. Embrutecido por su brillo personal, adquiere el estatus de sordo esencial: “Los vanidosos no oyen sino las alabanzas”.

Poseído por lo pragmático, otro rostro de la estupidez humana, solo valora la utilidad: “Tú no eres útil a las estrellas”.

Sin ojo para ver la armonía del mundo ni oídos para oír la música celestial, deviene cíclope. Monstruo de un solo ojo para idolatrar sus ilusiones y olvidarse de lo fundamental: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Con tantas quimeras creadas por la cultura capitalista, sufre el enorme drama de existir sin su niño interior.
Después de 80 años, festejo “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry. Festejo su deambular de Quijote moderno, tratando de destorcer tantos entuertos humanos. Festejo e invito a su lectura para resucitar el niño sepultado bajo los excesos de cachivaches culturales.

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.