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Por: Jorge Guebely

Bella la extensión de la brevedad. El ojo pequeño se extiende y percibe la inmensidad del mar, lo invisible en lo visible, el alma en una sonrisa. El pequeño oído se extiende y capta el trueno lejano, el susurro de la brisa, hasta la silenciosa melodía celestial. La brevísima flor del cedro y su diminuta semilla se extienden en un gigantesco árbol de múltiples ramas pintadas con la belleza original.

Como la flor del cedro es la poesía de Martha Cecilia Andrade. Pequeños poemas, a veces diminutos, de enormes y bellas extensiones. De lenguaje justo, sin adornos ni verbosidades, versos desencarnados para auscultar extensiones humanas: “Me faltó / vida para encontrarte / vida para amarte. / Me faltó camino / para cruzar tu noche sagrada…”.

Lenguaje redimido por la poesía, por la lozanía, por la novedad. De pronto, la frase poética inesperada, la construcción insólita, el verso luminoso: “De tu boca a mi boca / ningún signo”.

A veces, lenguaje bajo el imperio de la norma: “Algunos (Poetas) nacen, otros se hacen, / pocos se retractan…”. Pero otras veces: disruptivos, rebelde, con identidad propia. “Muérame cuando sea el tiempo / agonízame cuando lo haya cumplido…”.

Lenguaje de honda semántica. Escalpelo para diseccionar la consciencia del más duro lector: “Esa tarde la piel / se estremeció sin huesos…”. Pero también juego sonoro, placer del sonido: “Corren, corren ya se acercan / tropeles, trámpidos en trumpel; / tumban temen ya trampean / haciendo voces: ceses y sodés”.

Conversacional: “Me acomodé en la silla, encendí la radio / y una voz clara entrecortada pregonaba: / “asesinaron a Jaime Garzón,”. Pero también canción sin concesión al dolor a la tragedia de los luchadores en las laderas: “Suben, saben, saborean / la herida olida olerán;”. La misma estructura del poemario se comporta como caja sonora: “Mí, tú, ellos, todos, nosotros, siempre”.

Semántica de larga y profunda extensión. Penetra los recovecos invisibles del alma humana, sus dolores reprimidos, sus calamitosas sonrisas. Devela la desgarrada incomunicación, la de seres presentes en el tiempo y distantes en la emoción: “Entre tú y yo / la nada / entre mi yo y tú / la concavidad del encuentro,…”. Dolor de tanto muertos aparentando vida, de tanta vida al lado de tantos muertos; “Tristes seres / desnudos de humanidad / que mendigan vida / desde la muerte.”.

Bello poemario poblado de prósperos instantes transmutados en versos. Breves poemas que iluminan zonas oscuras del ser, porque “Todo cabe en la brevedad.”, como lo pensaba Alejandro Dumas.

Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.