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Por: Jorge Guebely
Ellos se deleitan con la ley del embudo. Utilizan lo ancho, fauces abiertas para tragar privilegios, deglutir recursos públicos y defecar ruina social y humana. Solo reparten mendrugos, las sobras de sus mesas, a los acorralados por lo angosto.
Vulneran a la clase media ya vulnerada, empobrecen más a los pobres, “miserabilizan” más a los miserables. Lo saben desde siempre: cualquier animal hambreado se torna egoísta: ataca a quien intente arrebatarle el mendrugo y se somete a quien se lo da.
Sólo ellos tienen derechos políticos. Gobiernan y usufructúan sus gobiernos. Lo hacen desde hace dos siglos, defienden sus ventajas y aumentar sus beneficios, encubren sus avideces y perpetúan su desdén por lo popular.
Ellos fabrican sus adeptos funcionarios: el soberbio y vacuo fiscal Francisco Barbosa o la sinuosa procuradora, Margarita Cabello; el insubstancial presidente Duque o el peligroso Néstor Humberto Martínez. Fabrican narcotraficantes, ñeñe Hernández; magistrados corruptos, Jorge Pretelt; militares de falsos positivos, el coronel Santiago Herrera quien, por cinismo, fue contratado para impartir cátedra de Derechos Humanos. Ellos también practican el cinismo con sentida devoción, su religión de todos los días.
Ellos contaminan la democracia. La corrompen a través de la podredumbre electoral. Aman mercadear políticos, negociar votos, prostituir ciudadanos hambreados, ganar elecciones delincuencialmente. Igual que en las mafias, apoyan a los más astutos, los más peligrosos, hasta los más asesinos. Los más capaces de mantener abierta la bocaza del embudo.
Solo ellos pueden presionar a los gobiernos para garantizar prebendas adquiridas. Les basta a activar sus políticos incrustados en los poderes del Estado o alebrestar las ponderadas turbas elitistas: sindicatos empresariales, medios de comunicación y periodistas feriados. Periodismo adicto a las rodilleras, fabricantes de información para lo ancho del embudo y desinformación para lo angosto.
Patrióticamente ellos se oponen a las manifestaciones callejeras. Detestan el populacho en las calles y en todas partes. “Protesta sí pero no así”, su slogan. Lo etiquetan de “populismo” para degradar y despreciar todo lo popular. Desprestigiado, prostituido, baleado, aterrorizado y hambreado, cualquier pueblo sucumbe en el egoísmo, se devora entre sí, se torna presa fácil de dominar.
Estrategia fascista de Napoleón Bonaparte, primer autócrata del relato liberal. El emperador conocía la condición humana: “Dos fuerzas guían al hombre: el miedo y el egoísmo” teorizaba y aplicaba la teoría.
Por egoísmo, nuestra elite disfruta lo ancho del embudo y nuestro pueblo se muerde entre sí por la miseria de lo angosto. Por miedo, el pueblo teme perder el mendrugo tirado por la elite y la elite teme ver al pueblo en la calle.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.