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Por: Jorge Guebely
Prefiero correr riesgos, soportar injurias, calumnias, perder amistades: “Desconfío del feminismo”. Relato liberal, otra división para someter, otra ignorancia esencial para sojuzgar. De ignorancias esenciales se alimenta el poder político.
Nada tan machista como el feminismo. Fuerza vigente del chimpancé; verdadero enemigo de la especie, del Planeta. Tan inhumano el macho alfa como la hembra alfa, el patriarcado como el matriarcado.
Igual Reagan que Thatcher: implementaron el neoliberalismo. Daniel Ortega o Rosario Murillo: dictadores en Nicaragua. Álvaro Uribe Vélez o María Fernanda Cabal: pavorosos personajes de Colombia.
Matriarcas implacables, enemigas de ser humano: Isabel la católica, devastó el nuevo continente; María Tudor de Inglaterra, quemó en hogueras a 300 católicos; Irma Grese, monstruosa bestia en campos de concentración.
Poblada está nuestra cotidianidad de brutales patriarcas y crueles matriarcas. Hombres y mujeres enfermos de poder. Adictos de autoridad para abusar, triturar, desaparecer.
Prefiero la sabiduría China, la ancestral, para visualizar mundos. Confío en el yin y yang, dos fuerzas invisibles, masculina y femenina, opuestas y complementarias, para carburar la Vida. Origen de todos los cuerpos visibles, energía esencial para todos los seres vivos.
Veo la Tierra, bello planeta, transitando a través de sus noches femeninas, “yin” y sus días masculinos, “yang”. Siempre yin, siempre yang, eternamente masculino-femenino. La veo girando en el espacio entre sombras y luces, intuición y razón, consciencia y subconsciencia. Y nada tan supremo como la materna Tierra.
Confío más en Jung y menos en Hitler, más en el espíritu sensible y menos en la bestia del poder público. En palabras del psiquiatra: Todo hombre se complementa con el “ánima”, su eterno femenino. Toda mujer se complementa con el “ánimus”, su eterno masculino. Ningún hombre, por muy hombre, carece de su lado femenino. Ninguna mujer, por muy mujer, carece de su lado masculino. Fuerzas contrarias, complementarias, origen de la unidad superior de cada individuo, región divina de lo humano, territorio invisible de las formas visibles.
Confío en la intuición femenina del escritor masculino. Le permite visualizar lo invisible a través de lo visible. Le permitió a Goethe ver los diferentes planos de la mujer expresados bellamente en el “Fausto”; desde lo físico, psicológico, hasta lo espiritual. Visualizó el amor, la belleza y el eterno femenino; Margarita, Helena y la Madre Gloriosa.
Lo intuyó Goethe, Cervantes, Dante, Sófocles…: sólo el amor permite visualizar más allá de las formas, vislumbrar lo esencial. Sólo el amor hace visible lo invisible, eleva a las alturas divinas. Lo confirmó “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.