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Por: Mike Girón Camargo
El fatídico 2 de noviembre del 2003, luego que Junior venció al Tuluá y clasificó al último torneo del 2003, dos aficionados, Vanessa Rodríguez y Hansel Poveda, integrantes del Frente Rojiblanco, murieron al desprenderse una baranda de la tribuna sur.
Así de simple. Suena como una noticia más en un país tan mediático como el nuestro; pero si estuviste a menos de 100 metros de caer y morir, entonces… ¿Cómo cuentas esta historia?…
Este relato lo llevó guardado ya hace 20 años entre lo más recóndito de mi corazón y recuerdos.
Podría escribir una literatura más larga, pero trataré de resumirlo, en párrafos:
Empecemos: Yo, en ese inicio de siglo, era ya un adolescente díscolo, estudiante de bachillerato e hincha “descontrolado” propio de la edad. Integrante de la naciente Banda FRBS, parche los Miuras. Bueno, los que estuvimos o están en este mundo sabrán de qué les hablo. Prosigo. En esta época apenas la cultura del barrismo se permeaba de a poco en la sociedad de jóvenes barranquilleros que buscaban aceptación social y reconocimiento grupal, quizás sin saberlo empezaron a sentirse identificados con un grupo y unos cánticos en la tribuna alta sur cada domingo en el estadio Metropolitano.
Y entonces, llegamos a ese día trágico. El partido transcurrió de manera perfecta. Junior ganó su partido y se estuvo a la espera de un resultado en otra ciudad para saber si clasificábamos a cuadrangulares. Los jugadores en medio del gramado reunidos esperando lo definitivo, y de repente aparecieron las buenas noticias y el tiburón había entrado las finales; esto hizo que los jugadores corrieran a la tribuna a agradecer el apoyo y corrieron a la tribuna sur. Pero hay vino lo peor… por imprudencia quizás, por falta de mantenimiento, también, pero la presión de los cuerpos hacia adelante hicieron que cedieran las barandas que no soportaron tanto peso y se vinieron abajo con el sentir de más de 30 personas que cayeron desde el segundo piso, con alrededor de 3 metros de altura pasando así de un momento de euforia colectiva, a la tristeza y un ruido ensordecedor. Para mí, fue quedarme en shock y ver todo en cámara lenta, observar agonizando a alguien que hace 5 minutos había visto, Vane, con quien había abrazado de alegría. En mi mente aún retumban los gritos de ayuda y desespero de la gente, los trapos rotos llenos de sangre sirviendo de camillas improvisadas… El no saber qué hacer de la gente, los policías, defensa civil, y solo quienes tuvimos valentía pudimos trasladar algunos heridos a través de nuestras banderas. De repente reaccioné y desperté, a la vez fue una incertidumbre de saber que estabas en un momento de desasosiego, de no saber qué hacer. Corrimos a la casa con un amigo para que supieran que no me había pasado nada, para tranquilidad de los nuestros a pesar del dolor y desespero de las madres que llegaban al estadio porque habían escuchado en radio que se había caído la tribuna entera. Todo fue tan rápido, que solo asimile lo caótico que había pasado. Cuando desperté en la mañana y la vi a ella en un cajón ya no diciendo “JUNIOR DEL ALMA”, entendí que la muerte había estado a 100 metros de mí.
20 años después si ha pasado bastante agua por el río Magdalena. Ya Junior paso de 4 a estrellas al doble y es más grande aún, pero no podemos dejar de pensar sobre lo que se pudo haber evitado y como esto debe ser una enseñanza en el tema de prevención frente a espectáculos como estos, y la responsabilidad de las autoridades en lo sucedido.
Hoy, en homenaje a los dos fallecidos y a los heridos, expreso con dolor estas palabras sentidas, para que no haya jamás olvido, jamás… esas palabras que siguen retumbando en mi mente cuando pienso en este día.
“JAMÁS, JAMÁS TE OLVIDAREMOS…” ????, ?? ????? ??????????.
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.