Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano
Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.
“Siempre fue un AMOR ALEGRE en el que hasta la locura era admisible“. GABO.
En el prólogo a la novela corta “En agosto nos vemos“, los hijos varones del autor, Rodrigo y Gonzalo, afirman que este libro es una muestra coherente del “Amor, posiblemente el tema principal de toda su obra“. Pero, desde las vivencias furtivas y los secretos devaneos amorosos de una mujer madura, huérfana, caribeña, marina, casada y libre como las garzas marinas que circundan los lugares de su callada aventuras.
Leí en dos horas las 135 páginas de esta historia de amor fugaz, mientras recibía la dulce brisa vespertina del Río Magdalena, desde la ventana clara del submarino que habito, escuchando jazz, también vespertino: suave y melodioso. Lo digo como una invitación cómplice a su lectura, pues “En agosto nos vemos” se encuentra Gabriel García Márquez en estado puro, como le dije a una querida amiga que me pregunto si me había gustado.
Y volviendo al prólogo de los herederos, únicos responsables de la publicación de esta historia, ellos dicen que: “…nada que impida gozar de lo más sobresaliente de la obra de Gabo: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor“. Es, pues, una obra garciamarquiana amorosamente bien terminada, sin duda alguna. Y con la presencia de la lluvia en todos sus estados. Presencia macondiana.
Más allá de la historia de amores perdidos, sin memorias, deseo resaltar el divertimento que para su célebre autor representó escribirla, en tiempo en que lo comenzó a visitar el mal del olvido. Para mí, Gabo se divirtió de lo lindo redactando las aventuras eróticas de Ana Magdalena Bach, la protagonista, mujer cincuentona, esposa amantísima y madre virtuosa de músicos, amén de progenitora de una monja no “virgen”, que estudió artes y letras, lo que la hizo gran lectora de literatura.
La novela es un poema. Un poema piedracelista. Tendencia poética colombiana que García Márquez cultivó durante su internado en Zipaquira, mientras estudiaba bachillerato y continúo leyendo en los tranvías de la Bogotá fría y oscura del pre-“Bogotazo“. Hay frases que son versos. No solo descriptivos del ambiente caribeño, sino del alma de los amantes de una noche entre garzas y aguaceros. Y cócteles de ginebra.
Para evidencia transcribo las siguientes:
“No te imaginas la falta que me haces”(pág. 57), “Es usted la que viste el vestido señora”(pág. 59), “Esta es la noche de mi vida”(pág. 99), “NI tan cerca como tú quisieras ni tan lejos como tú crees”(pág. 115). Y esta: “Gracias por ser todo conmigo!”. Es una muestra de frases que tienen la contextura sonora de versos escritos para un bolero, porque la historia contada “En agosto nos vemos” es, no lo dudo, la de un bolero, de aquellos que se bailan en pareja mental y/o cantándolo al oído de la mujer deseada.
He afirmado que la escritura de la novela póstuma del Nobel fue un divertimento para él, porque en el contexto del relato van apareciendo, como pinceladas de acuarelistas, los gustos musicales, literarios, cinematográficos y poéticos de quien hizo de escribir un oficio de vivir feliz, para contar la vida como la imaginó. Por ello bien vale la pena hacer otro, brevísimo, inventario de músicos y obras que desfilan en la historia de la mujer que buscaba, en broma, “El hombre de la vida“(pág. 115).
Entonces, iniciemos el desfile por la música recordando las piezas y músicos referenciados, sin distinguir su naturaleza.
Mstislav Leopóldovick Rostropóvick, Claro de luna de Debussy, Danubio Azul, Agustín Lara, Chopin, Danzón, Rajmáninov, Paul Badura-Skoda, Brahms, Dvorák, Mozart, Schubert, Chausson, Variaciones, Chaikovski, Vals del Emperador, Elena Burke, Fausto Papetti, Celia Cruz, Los Panchos, Van Morrinson, Cosí fan tutte, Wagner, Aaron Copland y Siboney.
De igual manera, en la novela de mano de Ana Magdalena Bach, Gabo menciona autores literarios y/o sus obras. Referencias no son muchas, pero si ilustrativas del placer de la lectura para un maestro de la escritura. Estas son:
1. Dracula, Bram Stoker, El Lazarillo de Tormes, El viejo y el mar, El extranjero, Séneca, Antología de la literatura fantástica, Borges, Bioy Casares, Ocampo, El día de los trífidos, John Wyndham, Crónicas Marcianas, Ray Bradbury, El Ministerio del miedo, El diario de la peste y Daniel Defoe,
García Márquez, en 1967, afirmó no ser un escritor de literatura fantástica, sino realista. En ese sentido, luego de concluir la lectura vespertina de “En agosto nos vemos“, una página del libro “Gabo y Mercedes: Una despedida” de Rodrigo García. Lo busqué en la biblioteca submarina y encontré la siguiente frase: “Recuerdo que mi padre decía que todos tenemos tres vidas: La pública, la privada y la secreta“(pág 87).
Para mí, Gabo develó la vida secreta de una mujer que lee y que baila, amén de embriagarse con ginebra y con el olor a lavanda francesa del hombre que sea “Un amante exquisito“. Esa exquisitez cuando una mujer madura, como Ana Magdalena, la logra descubrir se convierte en un secreto a lo largo de la vida. Son los secretos del placer de vivir una vida de novela. De bolero cubano. De poema enamorado. Una mujer como esa es Ana Magdalena Bach, hija de su madre que se llevó a la tumba de gladiolos el secreto de su vida.
La próxima: Neruda: Los cien años de “Veinte Poemas de Amor”
Nota: El contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.