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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO. 

La noticia tiene todos los ingredientes para ser calificada de impactante: en diez allanamientos cumplidos en varios municipios del Atlántico y al norte de Barranquilla, efectivos de la Policía Nacional capturaron a 11 miembros de una banda denominada “los pepes mafiosos“. Pero, se tornó insólita al leer que, entre los capturados, con orden judicial y flagrancia, se encontraba la rectora de un Pre-escolar que, al parecer, es la Jefe de la organización.

En el operativo, en el que participaron también miembros de la Fiscalía General de la Nación y otros cuerpos de seguridad, la Policía incautó un arsenal, compuesto por armas de fuego de largo alcance, muestras de droga sintética y de cannabis sativa, que la banda “comercializaba” en distintos barrios de la ciudad y enviaba al exterior. Entre los capturados, además está el hermano menor de “la pedagoga“, a que apodan “EL Cantante”.

Un juez de garantías legalizó las capturas, así mismo inició la judicialización de todas las personas capturadas, las cuales están siendo imputadas de co-autoria de las presuntas conductas punibles de: concierto para delinquir, fabricación, porte y tráfico de estupefacientes y porte ilegal de arma de fuego, muy seguramente en concurso de tipos penales. La “rectora” no aceptó los cargos imputados por la Fiscalía, según la noticia en desarrollo.

Hasta aquí están contados los elementos de lo que especialistas llaman la noticia criminal. Pero la prensa ha difundido otros detalles de la misma, como que la “rectora” del pre-escolar es la progenitora de una reina de belleza y/o folclor. Aspecto que conlleva a una mayor reflexión sobre cómo se “camuflan” los traficantes de drogas en la ciudad infiltrada por toda clase de emprendimientos que ni los padres de los niños del pre-escolar notaban lo anormal de la vida de la profesora.

Pero el hecho en sí, como el cubrimiento periodístico sobre aspectos de la vida de una bella mujer que, de día era pedagoga (quien conduce niños) y de noche presunta traficante, despertó reflexiones que motivaron, tiempo atrás, mis estudios sobre el delito y sobre la educación. Y aunque en la vida nacional existen, en estos días, diversos hechos para opinar, preferí redactar estas consideraciones para contribuir a reflexionar sobre lo que ocurre en la vida de la ciudad abierta como es Barranquilla.

La inicial inquietud fue: ¿por qué un “pedagogo” delinque? ¿Cuál es la línea que separa o une la labor formativa de niños y la incursión en el negocio de las drogas alucinógenas? ¿Hay un límite?

Al formular el interrogante, ideal para una cátedra de teoría del delito, recordé una cita del economista alemán Karl Marx, en su libro capital, quien en “el capital” expresó: “que el origen de la riqueza está en el delito“.

Comprender esta afirmación “marx(c)iana” conlleva a entender, desde la ortodoxia del derecho penal, el principio de culpabilidad, como ingrediente de la estructura tripartita y moderna del delito. Lo que facilita la existencia del delincuente en la conformación de una sociedad, económicamente, desigual. el narcotráfico ha hecho de Colombia una sociedad más dividida, no solo por las regiones territoriales, sino por el espíritu aventurero de sus nativos.

Entre el delito y la pedagogía existe una línea limítrofe. Y ella es la ética como la propia pedagogía. Así, con suma claridad, está consagrada en una frase del inciso tercero del artículo 68 de la Constitución Política del 91, la que desean borrar. Esa línea dice:

 “la enseñanza estará a cargo de personas de reconocida idoneidad ética y pedagógica”. 

¿La enseñan en las instituciones educativas?

En la legislación vigente sobre el ejercicio profesional de la docencia, hasta donde conozco, no existe ninguna norma atinente a castigar una conducta como la que se le ha imputado, por parte de la Fiscalía, a la “rectora”, pues esa clase de negocio ilícito no se vincula con la formación de la niñez. He ahí lo insólito de este asunto judicial, pues la mayoría de los punibles que se le viven endilgando a docentes, en ejercicio, son por abusos, acosos y maltratos en la integridad de la vida sexual de los menores de edad.

Esa exigencia constitucional es la que hay que enseñar cuando llega la hora de escoger, con libertad, la institución educativa para niños y niñas en este país, cuya historia contemporánea está inundada de la cultura generada por el narcotráfico. La cultura de la riqueza fácil. La que engendra el delito en sus distintas expresiones. es hora de no perder el asombro.

La próxima: Corrupción: Entre la ética y la política.

Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.