¿POR QUÉ MIRAR AL PASADO, SI EL CASO ES EN PRESENTE?

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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

En un país cuya política está marcada por la penetración de narcos”. Francisco Gutiérrez. El Espectador.1o/5/24. _________

En la Colombia contemporánea, la que se engendró, nació y se ha desarrollado desde el surgimiento de la cultura “traqueta” y la economía del narco-tráfico, el concepto de corrupción, denominada en la académica como “corrupción administrativa”, no pasa de ser un escándalo más frecuente, ya que en vez de desaparecer cada día va “in crescendo” y es la materia prima no solo para los políticos, sino del periodismo expréss, sin contraste.

Es, entonces, una realidad social que, en el intento de abolirla de la vida estatal, ha llevado al Legislador ordinario a expedir, en las últimas décadas, diversos estatutos anti-corrupción, que no son otra cosa que reformas, parciales, al Código Penal vigente. Así como a políticos y partidos a adelantar campañas y consultas populares anticorrupción, con el beneficio de llegar a ser legislador, Alcaldesas y hasta Presidente de la República.

La corrupción, como conducta, es delito porque su comisión atenta, conscientemente, contra bienes jurídicamente protegidos, como lo es el erario, amén de violentar principios de convivencia ciudadana, el respeto a la propiedad y a la libertad. Por esa naturaleza, la de cometer voluntariamente conductas ilícitas, ni las leyes ni los partidos anti-corrupción han contribuido a que semejantes actos desaparezcan del ámbito de lo público ni de lo privado.

En días recientes ha asomado su larga cola de roedor, la corrupción administrativa. Esta vez en el manejo de la alarmante situación de sed de los habitantes del Departamento de la Guajira, donde niños mueren de inanición. E inmediatamente ha reaparecido el argumento ético en boca de dirigentes políticos y estatales. “cuidado!, afirman a voz en cuello, a mí me respetan mi dignidad”. Además, lanzan falacias como esta: “nadie es competente para juzgarme a mí, ya que mi “único” juez es el pueblo!!“. ¡O sea, la voz de Teo!

Ocurre que el respeto de la dignidad humana es, bajo la fórmula del Imperativo Categórico Kantiano, considerar a la persona del otro como un “fin en sí mismo. Nunca como un medio“. Es decir, que lo que ordena la Constitución Política del 91, en su artículo 1ro, es que quien proclama, a los cuatros vientos, su dignidad haya sido respetuoso de las instituciones, legítimamente constituidas, y de la condición humana de cada ciudadano, así sea su antagonista político. lo otro es seguir incendiando la pradera.

Para entender el conflicto que generan las prácticas de corrupción alrededor de los políticos con el discurso anti-corrupción, tan evidente en éstos días, me voy a apoyar de un párrafo de I. Kant en “sobre la paz perpetua“(1795), que dice: 

“No puede existir, por tanto, ninguna disputa entre la política, como teoría del derecho aplicada, y la moral, como teoría del derecho, pero teorética (por consiguiente, no puede existir ningún conflicto entre la práctica y la teoría)”.

Semejante tesis de filosofía política y ético-jurídica, todavía vigente, no tiene cabida teórico-práctica actualmente es nuestra Colombia, cuya cultura política está “penetrada” por el narcotráfico, como bien lo dice el Profesor Gutiérrez en el epígrafe de ésta nota. Todo es un discurso sibilino, falaz y engañoso de hacer creer que desde el poder combaten la corrupción, cuando en la práctica social hasta los hijos del poder están imputados de lavado de activo y enriquecimiento ilícito.

En la práctica, lo que la ética, tanto la de los deberes como la de los fines, presupone es que existan virtudes públicas, no retóricas, como el reconocimiento y la responsabilidad. Quienes no reconocen al otro, como par válido y niegan las instituciones, lo que demuestran es que carecen de ánimo de responsabilidad, por creerse superiores a los otros y a las instituciones. O sea, desconocen la democracia y se “blindan” con la abstracta palabra: pueblo.

En este vórtice que en Colombia produce cada escándalo de corrupción administrativa, no se salva ni la profesión de la abogacía, pues no cada implicado en hechos punibles acude en búsqueda de un Defensor técnico, de su confianza, que por ser “experto” en las “triquiñuelas” de dichas prácticas sea una garantía para la defensa de sus intereses y logre tener “una segunda oportunidad“. Como ven el delito es elemento de prestigio e imagen profesional.

Así las cosas, quienes viven inmersos en los conflictos del ejercicio arbitrario del poder, no se atreven a reflejar en el espejo del presente, pues descubrirían su auténtico rostro. Por ello, para seguir inflando el discurso teórico anti-corrupción, anuncian espejos retrovisores para destapar pasados escándalos que le alivien sus almas. si otros fueron bandidos, por qué yo no puedo ser? Otra máxima de nuestra sociedad maniquea. Traqueta.

La próxima: “Cuchillo” una declaración de amor.

Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.