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Por: Alfredo Felipe Martínez Agamez

MARAVILLOSO CAMINAR

Después de mi recorrido por algunos lugares del departamento de Córdoba, mi gran amigo Edward Barrerra, me contó parte de la historia de Simón, su amigo que desde hace más de 50 años vive en la Sierra Nevada. Me acordé que mi amigo y profesor de educación física Eduardo Castillo, me había hablado en Semana Santa de Palomino, y por coincidencias de la vida, la historia que me contaba Edward, también tenía que ver con Palomino.

Le pedí el contacto a Edward, de Simón, de una me puse en contacto con el protagonista de esta historia, y armé viaje para ir a conocerlo y saber un poco de su fascinante historia.

De mi casa, Salí rumbo al barrio Simón Bolívar, en la ciudad de Barranquilla, me monté en uno de los buses que va en dirección a la Guajira colombina, regateé el precio del pasaje con el conductor, bueno después de tanta tira y jala, pagué 33 mil pesitos, me dejaron en una esquina en el corregimiento de Palomino, antes por el parque Tayrona, se monta una señora vendiendo aguacates a 2000 barritas, le compré uno, ella me lo partió y me regaló sal, me lo comí, estaba delicioso. Tan pronto llegué a Palomino, caminé y preguntando donde encontraba al tal Simón, claro un personaje de experiencia en esta zona, es plenamente conocido.

Caminando, de una vi el mestizaje entre distintas culturas, la indígena, los extranjeros y los nativos. Es realmente sorprendente. Llegué a la casa de Simón, un hombre de unos 72 años, pequeño de estatura, amable, respetuoso, con sus mochilas y atuendos de indígenas; me dijo: “¿Usted es el periodista?”, le dije, sí claro, me pregunto: ¿puedes venir en 20 minutos, estoy terminando de hacer los oficios?, bueno él es el dueño de un hostal, donde aloja sin distingo de raza, credo, ni nada a todo aquel que necesite hospedarse y pasar una noche.

Lea también parte de mi recorrido en Palomino: https://telatiroplena.com/2024/06/05/palomino-naturaleza-pura-destino-turistico-de-colombia-para-el-mundo/

Mientras Simón terminaba con sus labores, recorrí la calle real, es la calle principal y una de las entradas a la fascinante Sierra Nevada, es una de las vías de tránsito de los indígenas. Aproveché para hacer mis notas y llegar hasta una de las entradas al rio Palomino, hablar con nativos, indígenas y con extranjeros.

Luego de mi maravilloso caminar, regresé a la casa de Simón, quien ya estaba desocupado y listo para atenderme.

Arrancamos el diálogo, como si nos conociéramos de toda la vida, y poco a poco me fue metiendo en varias de sus historias y anécdotas vividos hace mas de 50 años en su natal Bogotá y en la Sierra Nevada.

Cada una de sus anécdotas, me sucumbía en esa increíble historia de Isabel Allende, denomina: La ciudad de las Bestias. En esta novela, la autora lo mete a uno como lector en un recorrido sorprendente, de ciudad, de selva, indígenas y secretos guardados.

Simón, permanece prácticamente, con dos perros y varios gatos, también tiene un fiel amigo italiano, que vive en ese hostal, que cuando Simón sale de la casa, el amigo italiano le pregunta de una, ¿te demoras, cuanto tiempo, hacia dónde te diriges?

Me sorprendió, como un joven de tan corta edad, se mete de lleno en la espesa selva de la Sierra Nevada, y logra adaptarse a la vida del campo, a la vida de los indios.

Después de un tiempo de estar en las entrañas de la Madre Tierra, le llegó un regalo del universo, una joven que también estaba buscando una vida de paz y completa naturaleza, esa chica se convertiría en su compañera, en su esposa, con la cual tuvo dos hijos, quienes fueron educados y levantados con la educación más linda e importante, la educación que imparte la sagrada Madre Tierra.

Al preguntarle a Simón, sobre qué siente él cuando camina las calles de Palomino y de la Sierra Nevada, contesta: “Es vida, siento vida, respiro vida, eso no lo vivo en ninguna parte”

El caso de estos seres humanos, es algo que tienen una enseñanza fascinante, desprenderse de lo efímero, dejar a un lado el egocentrismo, del tener y aparentar cosas que lo que hacen es de nuestras vidas, una completa acelerada y perturbada vida. Simón y su grupo de amigos que hace 50 años llegaron a la Sierra Nevada, son dignos de admirar, por su gran amor a la tierra, al aire puro y a la naturaleza.

Nuestra charla se llevó a cabo, en el exuberante árbol de higuerón, que no sabría yo decir cuantos años tiene, ni el propio Simón lo sabe. Eso hace parte de la magia de este lugar.  

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Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor.