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Por: Percy Bustes.
“La vida es una gran frase; cada uno sólo tiene una palabra. Si juntamos todas las palabras entenderemos la frase. Sólo cobramos sentido vinculados a los demás” — Brigitte Champetier.
¿Sabías que además del material genético que nos transmiten nuestros padres, heredamos también los efectos de sus traumas (desde la guerra y el genocidio hasta los malos tratos y factores ambientales)? Experiencias traumáticas experimentadas por individuos en el pasado afectan a generaciones futuras dentro de familias, clanes y grupos culturales. Un ejemplo simple puede graficar este concepto: Una mujer embarazada, que sufre una situación que amenaza su vida, su salud mental y/o su integridad física, transmite el horror del momento vivido a la hija que tiene en el vientre, pero esta hija a su vez, está en formación todavía, así como sus óvulos, los cuales también estarán marcados por esta experiencia. Vale decir; abuela, madre e hija sufren el mismo trauma a la vez.
Por otro lado, ¿Has oído hablar del “Síndrome Aniversario”? Es un fenómeno psicológico en el que eventos significativos, como traumas, pérdidas o celebraciones, tienden a repetirse en fechas específicas, generalmente en relación con el aniversario del evento original. Este concepto fue introducido por primera vez por Josephine Hilgard y más tarde profundizado por la psicoterapeuta francesa Anne Ancelin Schutzenberger.
El síndrome de aniversario describe cómo ciertos eventos significativos pueden influir en el comportamiento y las emociones de las personas en fechas específicas, a menudo coincidiendo con el aniversario del evento original. Estas fechas pueden desencadenar respuestas emocionales y físicas que reflejan el impacto del evento inicial, aunque la persona afectada no siempre sea consciente de la conexión.
Josephine Hilgard, una destacada psicóloga, fue la primera en observar y describir el síndrome de aniversario. Hilgard notó que los pacientes a menudo experimentaban recaídas o síntomas recurrentes en fechas que coincidían con eventos significativos de sus vidas, como el aniversario de una pérdida o un trauma.
Anne Ancelin Schützenberger, una influyente psicoterapeuta francesa, profundizó en el estudio del síndrome de aniversario en el contexto de la psicogenealogía. En su libro “¡Ay, mis ancestros!”, Schützenberger exploró cómo los patrones familiares y los eventos traumáticos se transmiten de generación en generación, y cómo las fechas de aniversario pueden actuar como desencadenantes de estos patrones.
El síndrome de aniversario puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo:
- Emociones Intensas: Sentimientos de tristeza, ansiedad, o depresión que emergen inexplicablemente en fechas específicas.
- Síntomas Físicos: Dolores de cabeza, fatiga, o malestar general que coinciden con una fecha significativa.
- Repetición de Eventos: Eventos similares, como accidentes, enfermedades, mudanzas, migración o viajes a otros países, que ocurren en fechas que tienen un significado emocional profundo para la persona o su familia.
Hay que tener en cuenta que el síndrome de aniversario no siempre está relacionado con traumas, también pueden ser celebraciones y alegría. Se puede ver reflejado en el éxito laboral, cuando un hijo consigue el trabajo que anhelaba justo en la fecha que su padre logro un hito en su carrera, o un premio en la misma edad o fecha en la que un ancestro recibió una buena noticia o un premio también. Una familia puede celebrar un evento feliz, como el nacimiento de un niño, ganarse la lotería, recibir un premio, en una fecha que coincide con un aniversario importante para ellos. Esta celebración anual puede reforzar sentimientos de alegría y conexión familiar.
El primer paso para abordar el síndrome de aniversario es reconocer su existencia. Ser consciente de los patrones emocionales y físicos que emergen en ciertas fechas puede ayudar a las personas a comprender y gestionar mejor sus respuestas.
— Muchas personas padecen depresión, ansiedad, enfermedades crónicas, fobias, pensamientos obsesivos, trastorno de estrés postraumático, sienten que su vida no tiene sentido u otras dolencias debilitantes. Según Mark Wolynn, la respuesta puede no encontrarse en nuestra propia historia personal, sino más bien, en la de nuestros padres y abuelos, o incluso en la de nuestros bisabuelos. Se ha confirmado que los efectos de los traumas pueden transmitirse de una generación a la siguiente. El dolor no siempre se disuelve solo ni se reduce con el tiempo. Aunque la persona que sufrió el trauma primitivo haya muerto, aunque su historia haya quedado sumergida en años de silencio, pueden perdurar fragmentos de las vivencias, de los recuerdos y de las sensaciones corporales, como si quisieran prolongar su existencia desde el pasado hasta resolverse en las mentes y en los cuerpos de los que vivimos en el presente.
El biólogo celular estadounidense, Bruce Lipton, descubrió que los genes y el ADN son controlados por señales que vienen desde fuera de la célula y pueden ser modificados por pensamientos y actitudes mentales sistemáticas de una persona así como la exposición a factores ambientales (alimentación, ejercicio, medicamentos y sustancias químicas), y a su vez propone que los individuos pueden sanar diversas enfermedades a través de la comprensión de cómo nuestras creencias y pensamientos pueden influir en la biología celular.
La Epigenética acaba de demostrar que solo el 2% del genoma humano consiste en instrucciones para fabricar proteínas, que son los componentes básicos de todos los organismos vivos y realizan una impresionante variedad de funciones dentro y entre nuestras células. Al otro 98% le llamaron “genoma basura” con la inverosímil idea de que no servía para nada. Ahora sabemos que su función principal es la regulación del proceso de decodificación o expresión, de los genes productores de proteínas. Ayudan a controlar cómo se comportan nuestros genes en respuesta a todas las presiones ambientales que enfrenta nuestro cuerpo a lo largo de nuestra vida, desde la dieta hasta el estrés, la contaminación, el ejercicio y cuánto dormimos. Cuanto más aprendemos sobre el genoma oscuro o genoma basura, más entendemos la complejidad humana y sobre cómo nos convertimos en quienes somos.
En conclusión, podemos decir ahora que, de manera inconsciente, reaccionamos a las situaciones que se nos presentan en el día a día siguiendo patrones familiares (buenos y malos) o a traumas que les ocurrieron a nuestros padres, abuelos e incluso bisabuelos y nos los han heredado de la misma forma que el color de la piel, la contextura ósea o la forma de la nariz. Que, si cambiamos ahora sí, nuestros hábitos de manera consciente, podemos cambiar nuestro ADN, que, si cambiamos nuestra manera de ver las cosas, las cosas que vemos cambian, que finalmente somos co-creadores de nuestra realidad y que, si identificamos, volvemos conscientes y resolvemos los traumas familiares heredados que nos aquejan y los verbalizamos, podemos sanar las diversas heridas que llevamos en el alma y cortar el ciclo y no pasárselas a las generaciones venideras.
Termino con una frase del psicólogo, psiquiatra y ensayista suizo Carl Jung que espero, si no lo has hecho aún, te anime a empezar el emocionante viaje del autoconocimiento: “Quien mira afuera, sueña; quien mira dentro, despierta”
Nota: el contenido de este artículo, es opinión y conceptos libres, espontáneos y de completa responsabilidad del Autor. PERCY BUSTES, California – USA