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Por: GASPAR HERNÁNDEZ CAAMAÑO.

El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice“. Aristóteles

Colombia es una sociedad feudal, a pesar que desde junio de 1.991 se definió como un Estado social de Derecho al proclamar, luego de un breve proceso constituyente, la nueva Constitución Política acorde con los postulados filosóficos liberales de la ilustración que fundaron, con la quema de La Bastilla y el uso de la guillotina, la sociedad moderna y/o El Estado de derecho, en la búsqueda de: Igualdad, Libertad y Fraternidad. Y, obvio, la felicidad social.

Nuestro feudalismo se extiende, con verbo y espada, desde el Palacio de Nariño hasta los campos plagados de cultivos descertificados de coca y los grandes conglomerados urbanos contaminados con el “billetico” de la narco-cultura. Estamos, aún, conviviendo con señores feudales, caciques les llaman en elecciones, gamonales de nuevo cuño y generaciones emergentes de siervos de la gleba, como los llamaría Eduardo Caballero Calderón.

El poeta Horacio

No hemos aprendido ni la filosofía política de la Constitución y menos la semántica y el lenguaje incluyente de la democracia contemporánea, como tampoco la esencia fundadora de un estado social de derecho, ajena a la división y a la discriminación. Éste se edifica en el respeto a la dignidad humana. Y desde el Palacio de los Presidentes de la República, plagiando el “verbo” del Tribuno del Pueblo, (1948), se arenga contra la oligarquía, pero sin construir comunidad de propósitos.

Esta sociedad feudal, dividida, fragmentada, descuadernada y ensangrentada sigue viviendo en nuevos años de soledades, sin atreverse a convivir en paz. No somos, muy a pesar de dos siglos de historia, una sociedad ilustrada, porque padecemos, también, de “la enfermedad infantil del izquierdismo”, como sentenció Lenin. Pero en nuestra universidad, estatal u oficial, ignoramos el principio ilustrado de: sapere aude. 

El artículo 4to de la Ley 30 de 1.992 establece: “La Educación Superior, (…), despertara en los educandos un espíritu reflexivo, orientado al logro de la autonomía personal, en un marco de libertad de pensamiento y de pluralismo ideológico que tenga en cuenta la universalidad de los sabores y las particularidades de las formas culturales existentes en el país. Por ello, la Educación Superior se desarrolla en un marco de libertades de enseñanza, de aprendizaje, de investigación y de catedra”.

a expresión latina “sapere aude” o Aude Sapere deviene de un verso de Horacio, poeta romano, y significa: “atreverse a pensar, a usar la propia razón y a buscar el conocimiento sin miedo“. Y en el siglo XVIII, fue retomada por el filósofo prusiano Inmanuel kant como divisa de la ilustración que inaugura la modernidad. Por lo que considero, salvo mejor criterio, que es aplicable al objetivo espiritual de la Institución Universitaria de formar profesionales con autonomía personal, ya que la misma está fortalecida en el principio constitucional e histórico de la autonomía universitaria.

Pero ocurre que el poder ejecutivo nacional, del que presumí vendría a superar el medioevo, ha pretendido, como cualquier cacicazgo regional, apoderarse de las Universidades Estatales u Oficiales vulnerando, dolosamente, su autonomía para gobernarse. Ejemplos elocuentes son: Universidad Nacional tomada por “encapuchados” violentos; la Universidad de Antioquia asfixiada financieramente. Y la Universidad del Atlántico tratada como botín electoral por el “sub judice” Min-Interior y “paga-diario” del Presidente.

Inmanuel kant

Es obvio suponer, luego del espectáculo “clientelista” escenificado, hasta con compra de votos, en la reciente consulta a estudiantes y docentes de tiempo completo para seleccionar, entre 19 aspirantes, al próximo rector de nuestra alma mater, que el objetivo de la Ley de Educación Superior no está despierto ni desarrollado en dicha comunidad universitaria. Y menos garantizado, por ideas propias, el principio de autonomía. Es una comunidad heterónoma, dependiente todavía del interés de caciques y gamonales electorales. ¡Qué pena!

Nuestra Universidad, fundada por el filósofo kantiano (Sapere Aude), julio enrique blanco, traductor de Kant, se comporta como un dócil establecimiento público que, atiende la autoridad del Poder Ejecutivo, no solo en la escogencia del rector, muy a pesar de lo resultados de la Consulta (no vinculante), sino que ofrece la autonomía universitaria a la dirigencia político-electoral nacional y local. más clientelismo para dónde. La Autonomía no se defiende de rodilla. ¿Será que nuestra alma mater no ha formado, todavía, un rector suficientemente libre, independiente y autónomo?

Cuando idee e inicie la redacción de la presente opinión, pensé que se publicaría luego de conocer el nuevo rector, pero el Consejo Superior suspendió la designación, para enviar al Ministerio Público unas recusaciones a sus miembros y decidió encargar de la Rectoría a la actual Secretaria General. Lo que me permite presumir de buena fe, y salvo mejor criterio, que la Universidad del Atlántico, en estos momentos, está acéfala y, lo doloroso, que no piensa ni actúa con ideas propias, es decir que cedió la autonomía universitaria. Nadie sin libertad se puede manejar con su propia Ley. 

La próxima: La valoración de un periodista.