“Donde hay educación no hay distinción de clases”. Confucio.

Telatiroplena.com, periodismos serio, social y humano.

Por.Mag. César Gamero De Aguas.

En días pasados en medio de los cambios bruscos de temperatura que padece la ciudad, escuchaba con sabia atención las recomendaciones de carácter técnico pedagógicas que nos impartiera una funcionaria –supervisora de las instituciones educativas distritales ubicadas al sur de la reinante Arenosa. Con una indumentaria propia de los agentes vendedores de seguros de vida, y una elegancia extravagante que contrastaba indefinidamente con su papel de funcionaria pública, en los menesteres del ejercicio docente. Unas manos nervudas, y un rostro notablemente envejecido por mucho que la base y el polvo se permitiera ocultar, la supervisora educativa con una actitud intimidatoria, que se lograba observar a través de sus gafas oscuras con monturas de nácar y vetas marrones. Se preguntaba el porqué de los malos resultados de los alumnos en el área de lengua castellana y literatura.

Su preocupación un tanto fingida difirió   con la mía, éste último más inquieto por la situación actual de nuestros alumnos en la formación académica y formativa, que nos arroja un bajo nivel según las recientes encuestas PISA-2018, que por sus siglas en inglés traduce (Programa internacional para la Evaluación de los Estudiantes).La funcionaria con un automatismo austero interrogaba a sus interlocutores, sobre ¿Cómo reducir los índices bajos de rendimiento académico en Lengua Castellana?,

Tal interrogante nos planteó la inquietud de saber si la funcionaria pública en mención se hallaba inmersa dentro del país de las maravillas, o si su anacronismo existencial era participe de una realidad cohibida por la desesperación. Ésta olvidó que nuestros alumnos no son un producto homogéneo de caracteres, habilidades y pensamientos que caminan secuencialmente por la ruta del conocimiento, como simples y meras video grabadoras, no tuvo en cuenta el contexto socio-cultural al cual se ven abocados los discentes en medio del consumo indiscriminado de drogas y alcohol, olvidó que según la apreciaciones de la Organización Mundial de la Salud,  el  13,2% de los niños en Colombia sufre desnutrición siendo en la región Caribe , el dpto. De la Guajira quien presenta un deterioro inquietante de este penoso flagelo, no deseó  recordar que existe un gran volumen de niños y preadolescentes  criados en hogares separados, que hay muchos más que son huérfanos de padres vivos, que además muchos niños y estudiantes de nuestra ciudad   en edades de los 7 a los 12  años no han asistido nunca a un centro religioso jamás en sus vidas, que nuestras instituciones educativas presentan sobrepoblación en la educación básica y en la media,  e incluso no cuentan siquiera con un psicólogo experimentado para conducir la orientación de los discentes, que se dispara ante la alteración del orden y la disciplina.

El ejercicio docente enfrenta varios retos que difieren notablemente con el manejo que se presentan en las denominadas estadísticas de calidad. La educación pública incluso en Colombia debe tener unas políticas claras e instituto nacionalizadas basadas en la realidad objetiva de nuestros contextos y derechos constitucionales. Los recientes casos de violencia intrafamiliar que se presentan en Barranquilla y el departamento tales como: Feminicidios, suicidios por matoneo, agresiones físicas a mujeres, menores de edad participando en delitos y el abandono de niños son tan solo consecuencias evidentes del atraso en desarrollo social, donde la educación juega un factor esencial.

La funcionaria pública no tuvo en cuenta los factores internos tales como: Infraestructura, programas de estudio, Proyectos interdisciplinarios, características y perfiles de los docentes, Innovaciones tecnológicas, recursos didácticos, innovaciones pedagógicas al P.E.I. de cada colegio, y otros que influyen notablemente en los procesos y rendimientos académicos de la escuela.

El sistema de educación pública en Colombia avanza a pasos lentos, en la actualidad y de conformidad con el último Censo, existe aún un 4% de la población que no sabe leer, ni mucho menos escribir (analfabetismo). Este tipo de educación requiere de muchas más inversiones, exige también un respeto incondicional de la profesión docente que a lo largo de la historia jamás se ha respetado. La funcionaria pública del sector educativo solo reaccionó o volvió en sí, cuando la secretaria del colegio le hiciera una advertencia sobre los problemas de inseguridad que se daban en las inmediaciones del colegio, fue cuando observó a su alrededor y se despojó minuciosamente de sus pertenecías, que no eran menos de diez anillos de oro por no tener más dedos en sus manos, un reloj orient de pulso, unos aretes de oro golfi, cuatro pulseras doradas, y un celular de alta gama.

Luego de ello se dedicó a colocar indiscriminadamente cualquier cantidad de cruces en un formato de registros que alimentaban más su pobre labor, y que a la postre no será más que una información desacertada, que quedará consignada en una estadística más de este desordenado país. La funcionaria luego de eso salió despavorida como alma que lleva el diablo, su preocupación por el estado y rendimiento de la escuela pasó muy rápido a un segundo plano, como las nubes viajeras que pasan ligeras sin retorno alguno, pues lo más importante para ella en ese momento era su integridad personal, que reconocer las condiciones extremas que se imparte educación en la ciudad. Su velocidad fue tan extrema y acelerada que salió por la parte trasera del colegio, y olvidó una vez más darnos las recomendaciones e indicaciones técnicas a seguir. Tal visita no fue más que una estela indecisiva de trabajo, que evidenció el desorden logístico de la educación pública. Pensé entonces que a lo mejor la funcionaria pública padecía del “síndrome de Burnout”, una de esas enfermedades profesionales que terminamos adquiriendo los que con sacrificios ejercemos  esta difícil profesión, pensé también que el curso de la educación pública es como una cometa sin rabo, un barco sin timón y sin control que divaga placientemente en un mar  no propiamente de cambios sustanciales, sino un mar violento, que produce olas de cualquier tamaño, y de cualquier color, al paso mismo y acelerado como avanza la deteriorada e inveterada dirigencia política del país.

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