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Por: Jorge Guebely
¡Señor!
Quizás enviaste el coronavirus para combatir la peste del sueño. Para despercudir los ojos de los pobres y vean el monstruoso rostro de sus verdugos: las elites políticas y económicas que le deterioran la vida.
Enviaste otro de tus hijos amados. Tan amado como el que vino hace veinte siglos y no sirvió para casi nada. No cambió las torceduras mentales de los poderosos, ni la codicia de las elites económicas, ni la podredumbre de sus políticos.
Por el contrario, lo convirtieron en comodín para fomentar una pandemia de iglesias, lujosos centros comerciales del espíritu. Para promover obtusos dirigentes: obispos insensibles, pastores locuaces y políticos podridos. Para institucionalizar el terror de Estado, Santa Inquisición que hoy ejerce el Centro Democrático y sus brazos armados. Para engendrar temibles inquisidores: Tomás de Torquemada que hoy reencarna en Álvaro Uribe Vélez.
Nos enviaste el Coronavirus, gran demócrata que ataca también a los grandes empresarios, los hiere en su llaga humana, en su doloroso y patológico amor por el dinero. No habría crisis si no punzara su infinita avidez por la plata, su verdadero dios.
Gran sociólogo: develó en pocos meses la profundidad de nuestra iniquidad social sin tantos papeleos burocráticos ante Colciencias. Deberían contratarlo en alguna universidad.
Gran politólogo: revela el cinismo sin fondo de nuestro gobierno. Su manía de socorrer con grandes fortunas a los potentados y grandes miserias populistas a unos pocos pobres mientras ondean banderas rojas en barrios populares. Banderas de infortunios y hambrunas, de injusticias y olvido, de horror y muerte.
Nos revela cotidianamente el Estado fallido donde vivimos: fallido políticamente, fallido socialmente, fallido humanamente. Hasta los políticos son seres humanos fallidos. Estado únicamente pomposo en los discursos de sus usurpadores.
¡Señor!, sé que estás arrepentido de habernos creado, me lo dijo la Santa Biblia. Te comprendo. Si yo fuese dios, también estaría arrepentido de crear semejante exabrupto. Quizás no lo creaste en el bello laboratorio del universo sino en el retrete celestial. Te equivocaste y un dios equivocado es más humano y menos divino.
La solución está en tus manos, ¡Señor! En vez de enviarnos mesías, papas y pastores, envíanos un coronavirus clasista. Uno que toque el hombro del presidente Duque para que no se haga el distraído mientras la extrema derecha, desde su gobierno, refunda el país en contra tuya y a favor de los delincuentes. Uno que enderece a Trump y Bolsonaro, a Maduro y Uribe. Uno que libere a los pobres de la maldita peste del sueño en que anda encadenado.
¡Amén, Señor!
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.