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Por: Máximo Noriega Rodríguez
- Es hora de ponerse a pensar en Barranquilla y en el nuevo Barranquillerismo.
- Carnavales y el junior, no es lo único que nos caracteriza. Alegres SI, coletos No
El Covid-19 tumbó la farsa con la que engañaron a Barranquilla en la última década. La pandemia mostró un modelo de administración pública basado en entregar los contratos de las obras de infraestructura a los amigos del régimen que gobierna, todo con base en el endeudamiento exacerbado y que olvida por completo la solidaridad y la humanización de servicio social.
En la ciudad no se invirtió en educación sino solo en estructuras de cemento, donde se olvidó por completo promover la ética y ciudadanía confiable; les convenía una sociedad sin educación, sin capacidad de disentir, que sucumbiera a los reflejos de los espejitos que ellos mostraban para engañar al pueblo. Al Clan Char -que gobierna la ciudad desde hace 12 años- no le sirve una ciudadanía educada, librepensadora y con capacidad de debatir.
Ese modelo de mentiras trajo nefastas consecuencias, entre ellas una incapacidad de la gente para gestionar y afrontar los retos del Covid-19 desde su perspectiva y responsabilidad individual. No se le puede pedir a los barranquilleros que asuman una responsabilidad para la que nunca fueron preparados, incluso podría decirse que se incentivó un comportamiento desordenado que ahora se vuelve contra la disciplina que es necesaria para enfrentar el virus. En concordancia, hay grandes retos de fondo que enfrentar; es hora de ponerse a pensar en una Barranquilla distinta y en un nuevo Barranquillerismo, un comportamiento empático y solidario. La pregunta que como dirigentes debemos hacernos es ¿Qué hacemos para salir de ésto?.
Para empezar, hay que dejar el discurso absurdo de señalar como enemigos a los que nos atrevemos a soñar con una mejor ciudad. Porque señalar los intencionales errores de la administración no es ser enemigo de Barranquilla; por el contrario, es ejercer nuestro derecho a debatir y a aportar la discusión desde la democracia, y reconocer al otro como un actor importante en la construcción de ciudad. Todos tenemos algo que aportarle a la ciudad y creerse dueños de la verdad revelada se parece mucho a las dictaduras.
Igualmente, es urgente acabar con la cultura del cemento, esa que mide el éxito de los políticos de acuerdo al número de calles pavimentadas o repavimentadas, porque está claro que no hay ciudad sin ciudadanos. El origen histórico de esta cultura del cemento se sitúa en los comienzos de los años 90´s cuando los políticos -que eran también contratistas- compraban la consciencia de todo un barrio pavimentando una calle. Sin embargo, las dinámicas sociales hoy exigen que nos enfoquemos en el “Ser Humano” y su bienestar. De nada sirve una calle pavimentada si quienes la usan tienen hambre, están segregados y no tienen acceso a salud y educación de calidad.
El papel de un alcalde no debe ser el de un “contratador compulsivo” sino el de un gran educador. En esa perspectiva, la construcción de un nuevo Barranquillerismo debe basarse en la educación, en la no segregación y en la superación de la pobreza multidimensional. El Índice de Progreso Social de Barranquilla está estancado hace años en el nivel medio-bajo, muy lejos de Manizales, Bucaramanga o Bogotá, y seguramente con la pandemia caeremos al nivel bajo-bajo. Invertir en educación no es construir algunas aulas con el propósito de mostrar resultados desde la infraestructura educativa, se trata de darles buen uso a esas aulas con programas sociales y educativos, que formen el nuevo ciudadano y el nuevo barranquillerismo.
El enfoque de la cultura del cemento se concentró en construir megacolegios, pero no hizo nada por la calidad educativa. Es imperativo mejorar no solo la dotación de laboratorios y aulas, sino formar a los formadores; es decir, se necesita un programa amplio dirigido a mejorar y complementar la formación de nuestros docentes para que no solo mejoren sus conocimientos, sino que adquieran nuevas formas de educar y de interactuar con los estudiantes, convirtiéndolos en ejemplo a seguir y consejeros.
La promoción de la cultura desordenada e irresponsable promovida por el gobierno distrital durante los últimos 12 años en Barranquilla ha sido nociva y dañó al verdadero barranquillerismo, el de ser un ciudadano confiable, ético y solidario. Nos convertimos en una sociedad muy parecida a la caricatura que de nosotros hacían en el interior del país, infortunadamente. Por lo tanto, llego el momento de asumir el reto de re inventarnos. No se trata de perder la esencia, ni lo colorido, ni olvidarnos del Carnaval, se trata más bien de entender que la esencia del Barranquillerismo es la irreverencia, no la irresonsabilidad; es la solidaridad, no la recocha; es la alegría, no la “coletería”. Es hora de una profunda formación de ciudadanía, liderada desde la administración distrital y que involucre a medios de comunicación y universidades. Ser barranquillero se aprende y necesitamos comenzar hoy.
Igualmente, se requiere cambiar el negocio de la salud que montaron privatizando nuestros derechos. El mito del sistema de salud de Barranquilla como modelo a imitar se derrumbó porque era una fantasía construida a punta de publicidad pagada. Se debe retomar el control del sistema de salud, quitárselo a los mercaderes que hoy lo explotan y enfocar el modelo en la salud preventiva en los territorios. Adicionalmente, y como una forma de aumentar la oferta, se necesita un programa de incentivos, para situar en la ciudad nuevas y mejores clínicas privadas que conviertan a Barranquilla en un destino del turismo médico internacional, lo que repercutirá también en la mejora de todo el sistema, pues descarga la presión sobre el sistema público.
Necesitamos actuar de inmediato, tomar las banderas de la reconstrucción de una Barranquilla con ética y ciudadanía confiable, y para ello necesitamos desprendernos de conflictos menores, egocentrismos, ambición y deshonestidad, para que accionemos tres valores: Laboriosidad, Veracidad, y Solidaridad, accionados por un deber social colectivo.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor.
Por: Máximo Noriega Rodríguez