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Por: Rafael David Acosta Torres

Los exámenes siguen siendo el instrumento más aplicado al momento de evaluar los conocimientos adquiridos en clases, ya sea bien en forma de cuestionarios escritos u orales a través de una presentación.

¿Estudiaste para el examen de hoy?

– Hey sí, pero tengo muchos nervios, está muy difícil

– Sí, yo casi no pude dormir

– Qué miedo, ¿irá a ser complejo?

Muchas veces hemos escuchado este tipo de conversación, o con seguridad hemos sido partícipes en algún momento de nuestra vida escolar, principalmente en matemáticas.

Los exámenes se convierten en una pesadilla para muchos estudiantes, la razón es que se enfrentan a muchas emociones, dicho en palabras de Macías y Hernández: “Casi cualquier persona, antes de ser sometida a un examen, genera respuestas condicionadas anticipatorias de tipo emocional. Esas respuestas pueden entorpecer o facilitar la ejecución durante el examen, dependiendo de su intensidad.” Los exámenes siguen siendo el instrumento más aplicado al momento de evaluar los conocimientos adquiridos en clases, ya sea bien en forma de cuestionarios escritos u orales a través de una presentación.

El miedo a ser reprobado, o en el peor de los casos, nuevamente reprobado, induce que los estudiantes se sientan inseguros al responder el examen, para algunos incluso el examen es un castigo, por el uso abusivo de este como instrumento de evaluación. Desde el punto de vista psicométrico solo se obtendrán resultados en las metas educativas y no hay espacio para la reflexión o un profundo análisis del hacer y quehacer en matemática.

Se debe comprender que la evaluación tiene que estar proyectada sobre situaciones de la vida cotidiana, las necesidades de la realidad y hacer al estudiante un buen ciudadano; “La capacidad individual para identificar y entender el papel que las matemáticas tienen en el mundo, hacer juicios bien fundados y usar e implicarse con las matemáticas en aquellos momentos en que se presenten necesidades en la vida de cada individuo como ciudadano constructivo, comprometido y reflexivo.”

En muchas ocasiones los profesores preparan evaluaciones fuera de la realidad en las que los estudiantes no le encuentran sentido. En ese contexto, es que el profesor tiene la tarea de asignar los puntajes y dar la calificación como un estímulo, lo cual se fundamenta en estas acciones:

  • Se evalúa el procedimiento de resolución (mecánica): Se practica con varios ejercicios del mismo tipo de manera que el estudiante aprenda la mecánica de resolución, mediante la cual será evaluado. Lo cual mira solo el resultado si está bien o mal.
  • Se evalúa el desarrollo del ejercicio o problema: Aseguran valorar más el proceso que el resultado, la capacidad de plantear el problema y los distintos pasos de la operatoria con la finalidad de no sancionar al estudiante considerando sólo el producto final, pues no sería reflejo de otras habilidades que también son relevantes.
  • Se evalúan los contenidos (conocimiento) y la aplicación: Se mide en un grado de dificultad ascendente, de manera que en los ítemes finales el alumno deba aplicar conceptos, permitiéndole verificar si hubo aprendizaje, hasta el nivel de aplicación.

De lo anterior el profesor tiene sus criterios para asignar los diferentes puntajes en un examen, lo cual juega un papel de “Juez, Jurado, Verdugo y Profesor”. De estos criterios depende el éxito o el fracaso del estudiante al enfrentarse a una evaluación escrita.

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