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Por. César Gamero De Aguas.
“Los sabios escogen sus discípulos, los libros no escogen lectores”. Jorge Luis Borges.
Así, con esa frialdad indefinida respondió un estudiante del grado 9°, en una clase de literatura donde el tema preponderante era precisamente, el lenguaje literario. Ante tal aseveración concluí que algo lee, o intenta leer el muchacho, pero es más que necesario saber qué se lee, y si eso qué se lee sirve realmente para los procesos constructivos y razonables del conocimiento. Con escasos 16 años de edad, una mirada tímida y unas pecas diminutas que resaltaban con la tez blanca de su rostro, el citado alumno se subía con cierto trabajo el pantalón de su uniforme, que dejaba mostrar su interior de colores fluorescentes un tanto sicodélicos.
De momento he sabido que los procesos de adquisición del lenguaje son realmente progresivos, y que estos se van fortaleciendo a lo largo de nuestra formación académica que precisamente no tiene límites. La falta de hábito lector obedece a una generalidad de factores internos y externos en el individuo, que interfieren en los procesos de análisis y comprensión de textos.
También me he enterado que gran parte de los escritores latinoamericanos, han hablado o hablaron en su momento de las etapas de su niñez, cuando el papel de sus abuelos no se limitaba tan solo al apadrinamiento circunstancial del niño, sino que éstos eran precisamente eso, un libro abierto de conocimientos orales que se ponían al servicio de unos niños inquietos. Con ello me refiero a los cuentos fabulistas, aquellos donde tío conejo quería sacar ventaja frente a la lenta tortuga, y donde al final la moraleja era una enseñanza propia y formativa que nos iba creando paulatinamente el hábito de leer. Era evidente en este caso, que mi alumno había gastado gran parte de su tiempo libre en otros menesteres, y frente a ello podría quedar exonerado de culpas absolutas, aun cuando su formación reflejaba un nuevo modelo de estereotipo juvenil, que se configura lentamente conforme avanzan copiando ciertas conductas sociales mucho más liberales, demarcados, parcos, herméticos, poco expresivos, y cerrados precisamente a eso, al arte y hábito de la lectura.
Éste se había perdido ahora del mundo elocuente que vivió Lázaro de Tormes en medio de tantas calamidades sustanciales, no conoció el amor, la bondad y compenetración de la naturaleza del hombre y el animal que se dibuja en “Platero y yo”, se perdió paulatinamente de las travesuras de Tom Sawyer, su incapacidad de interacción literaria no le permitieron participar de la francachela de Rin rin Renacuajo, no ha divagado nunca en la exquisitez prosística de Stevenson, y mucho menos en la complejidad pasajera que nos despierta Borges y Cortázar, los clásicos cuentos de los Hermanos Grimm , no eran más que banalidades precoces para niños hiperactivos, desconocía que teníamos un nobel, y que éste nos dejó un legado cultural de dimensiones infinitas, que nos permite en una serie rica de volúmenes, reencontrarnos con nuestro pasado y así lograr entender nuestro inválido presente. La funcionalidad del arte literario no está precisamente en la producción textual, sino en las capacidades sin límites de la lectura, que nos permite abrir incontables puertas que favorecen el enriquecimiento del conocimiento. “Uno llega a ser grande es por lo que lee, no precisamente por lo que escribe”. Expresó en su momento el escritor argentino Jorge Luis Borges.
Me enteré luego que
era huérfano de padres vivos, y que la no bien llevada vida de formación personal,
habían moldeado un ser inerte en una sociedad de exigencias críticas. Me
preguntaba si su facilismo mediático, era sólo una síntesis mecánica de los
mensajes efímeros que suelen producir los muchachos de hoy, en los sistemas
tecnológicos de comunicación o también llamados “Redes sociales”. La limitación
no solo era entonces de conocimientos literarios, sino además físicas, pues la
mayoría de éstos no observa con atención el entorno, la florescencia del
paisaje, el cromatismo de las cosas, las dimensiones de la semiología, todo un
andamiaje sustancial que favorecen los procesos de formación académicos y
formativos. ¡Que me iba a importar a mi Kalimán, sino los mensajes de paciencia
y esperanza que éste le remitía a Solin!, Águila Solitaria no tendría entonces
sentido sin su perseverancia y deseos de rencontrarse con su amada en el gran “Valle del sol”, los
consejos que recibía Memín Pingüín luego de cometer sus acostumbradas
fechorías, y experiencias de vida, la jocosidad divertida con la cual instruye
Condorito, la resolución concreta de obstáculos con la cual culmina una
aventura de Scooby Doo, y otra serie de
paquitos extintos que se ocultan simultáneamente en los laberintos
indescriptibles de mi memoria.
Estar al tanto de la información, de los hechos y eventos relevantes que nos rodean, no solo permite la interacción comprensiva de la noticia y el individuo, sino que es todo un compromiso casi que intrínseco y necesario que favorece el crecimiento personal y de la sociedad respectivamente.
Esta situación sirvió para replantear los modelos de enamoramiento entre los muchachos y la lectura, aproximarlos lentamente hacia las puertas imaginarias de la literatura , como la música de Juan Sebastián Bach nos transporta hacia los limites intangibles del cielo, redescubrir con ellos el concepto de cultura y arte, acompañarlos gustosamente en ese curso indefinible del mundo literario, descubrir sus géneros y la multiplicidad de formas narrativas, pintarme la cara y mostrarles la relación de la literatura con el arte, penetrar conjuntamente en esa línea concreta y demarcada de la lectura, donde una vez ésta nos permitirá no sólo saber qué somos, sino también qué seremos.
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