Telatiroplena.com, periodismo serio, social y humano

Por: Elverth Santos Romero

Cuando éramos niños, Don Venancio siempre nos decía: “el que fuma marihuana se vuelve loco”. Dos de nuestros vecinos cercanos padecían problemas mentales y él se lo achacaba al consumo de la mentada hierba. No sé mi Padre de donde sacaría esta creencia que él manifestaba con tal convicción como si fuese un axioma.

En Colombia, la siembra y el uso legal para fines científicos y médicos de la planta llamada CANNABIS SATIVA está permitido desde el año 2015 y reglamentado posteriormente por el gobierno nacional en el año 2017, haciendo diferencias en la producción del cannabis para uso psicoactivo y no psicoactivo.

Recientemente la cámara de representantes no aprobó un proyecto de ley que pretendía reglamentar el consumo de la marihuana  con fines recreativos. Con toda sinceridad creo que el estudio no se hizo correctamente, simplemente se impusieron unas mayorías parlamentarias sin un análisis  en profundidad de un tema tan delicado, pero tan de moda, pues ya muchos países lo han aprobado.

En Estados Unidos reconocen que por permitir la siembra  legal de la marihuana para usos médicos, científicos, industriales y recreativos, se han generado alrededor de 230.000 empleos. Paradójicamente la D.E.A de los Norteamericanos persigue los sembradores de marihuana en el Cauca Colombiano y se las incauta, cosa bien extraña porque ellos ya la legalizaron en la mayoría de sus estados.

En Canadá, producto de la legalización, los traficantes de  droga clandestina e ilegal perdieron el 30 por ciento del mercado de consumidores, estimando que cerca de dos billones de dólares no ingresaron a las arcas de las bandas narcotraficantes.

El debate que se nos ha planteado es muy simplista, nos preguntan si estamos de acuerdo que se legalice la marihuana para que el ciudadano la consuma libremente. Además nos preguntan si estaríamos de acuerdo que nuestros hijos la consumieran. Planteado de esta manera, casi que obligan al ciudadano a contestar que no. Imposible pensar que un padre esté de acuerdo con el consumo de tabaco, licor, marihuana o cualquier otra sustancia alucinógena.

El análisis debe contener cuando menos tres elementos que a mi parecer son esenciales: salud pública, política criminal y fiscal. Hay que mirar con detenimiento cada uno de ellos.

En el primero que es la salud pública, debe  tener en cuenta que el consumidor de marihuana es un drogadicto, un enfermo. El asunto no se trata de si legalizar o no el consumo recreativo, pues esa no es la razón por la que él consume, simplemente lo hace porque es adicto a una droga depresora del sistema nervioso central. Legal o no, la va a conseguir en el mercado a cualquier precio y de cualquier calidad y la va a consumir. Demostrado está que los estados no tienen posibilidad alguna de evitarlo con  prohibiciones ni sanciones de ninguna especie.

El segundo es la política criminal: no tiene sentido poner al aparato de seguridad del Estado a perseguir a los cultivadores de marihuana que entre otras cosas lo hacen porque la prohibición eleva los precios y por supuesto los buenos resultados económicos. Peor aun cuando se utiliza la fuerza del Estado y el poder judicial para perseguir a los consumidores, que como se dijo anteriormente, son enfermos o adictos que requieren un tratamiento distinto para su recuperación.

En cuanto a los traficantes de drogas, que podrían ser de cualquier cosa, pues ellos son delincuentes que viven de la ilegalidad, la prohibición es su fuente de mayor ingreso y al no existir una oferta de carácter legal que les compita, pueden elevar sus precios de tal manera que, obtengan ingresos para alimentar la corrupción en todos los niveles de la institucionalidad.

En tercer lugar, de orden fiscal,  gravar con impuestos la siembra y la comercialización nos permitiría recibir fuertes sumas de dinero que ingresarían al tesoro del Estado, pudiendo utilizar parte de este dinero en programas educativos, como se hace con el tabaco y el alcohol. Legalizar el sistema de producción no implica permitir su consumo en lugares donde se afecte al público, especialmente a menores de edad, todo lo contrario, crearía una reglamentación rigurosa para el controlar su uso. Está demostrado que se pueden controlar las edades y los sitios de expendio y consumo, arrojando mejores resultados que continuar con la complaciente clandestinidad e ilegalidad.

Recapitulemos: el que fuma marihuana la buscará donde sea a cualquier precio y de cualquier calidad por ser un adicto o enfermo, la solución es tener el dinero para rehabilitarlos, educarlos y evitar el consumo. El que la comercializa que es el traficante, como ya se dijo, es un delincuente que vive de las prohibiciones, con todo el dinero que ganan, permean casi todas las instituciones del Estado, la solución es quitarles la fuente de ingreso tomando el fisco nacional el control a través de los impuestos. Le quitaríamos parte del poder a las mafias y la fuente financiera a la guerra colombiana.

El alcohol y el tabaco están legalizados, no significando ello que todo el mundo los consuma. La educación y la prevención es lo que más funciona. Las prohibiciones funcionan con efecto inverso. El adicto es un prisionero, y el secreto de la libertad es educar a las personas. Yo me quedo con la enseñanza de mi Padre “El que fuma marihuana se vuelve loco”.

Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor  elverthsantor@hotmail.com  Abogado-Especialista En Gerencia de Empresas Comerciales