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Por: Percy Bustes
Dependiendo nuestra edad cronológica, vamos cambiando nuestras metas en la vida. De niños generalmente damos por sentado lo que nuestros padres nos indican: Médicos, abogados, ingenieros o empresarios. Todavía hay padres que educan a sus hijas para que sean buenas mamás y eficientes amas de casa, aunque esto último como que está pasando de moda. De adolescentes muchos lo que queríamos era precisamente darle la contra a nuestros progenitores y nuestras vocaciones iban desde tocar en una banda rockera a viajar por el mundo, trabajando en un crucero. Luego nos enamoramos y nos llenamos de hijos y responsabilidades: hay que buscar un trabajo que permita pagar las cuentas y que no sea tan esclavo, no importa de qué. Los hijos crecen, se van del nido a hacer su propia vida (ojalá más pronto que tarde) y nos quedamos solo con nuestras parejas nuevamente.
Es aquí cuando empiezas a preguntarte: ¿Para qué vine al mundo? – ¿Qué hubiera pasado si yo…? – ¿Hay vida después de la muerte? – ¿Por qué el mundo es tan injusto?
Tomemos consciencia de dónde estamos parados. CONSCIENCIA significa saber qué se hace y para qué. Si no eres consciente no puedes hacer elecciones. Si no eres consciente de lo que haces y su impacto, no tendrás alternativas de acción.
Tienes que darte cuenta de qué es lo que te llena, qué es lo que te motiva. Si lo haces, puedes hacerlo de nuevo, puedes mejorarlo, lo puedes convertir en un hábito.
Muchas personas viven toda su vida bajo el efecto de aquello que los rodea. No ven su vida como algo que ellos pueden hacer posible. Ven su vida como algo que simplemente les sucede. Es una vida reactiva, no proactiva.
A veces, debemos dejar ir aquello que nos definía y estar dispuestos a renacer como alguien y algo nuevo y descubrir el nuevo DON que hay dentro de nosotros.
Es necesario descubrir nuestros dones y ponerlos en práctica. Todos los tenemos pero pocos nos animamos a dar el salto. Tenemos miedo. No queremos salir de nuestra zona de confort. ¿CONFORT? No creo, si no nos levantaríamos todas las mañanas con este sinsabor en la boca. Tiene que haber algo mejor que esto. Definitivamente existe, tenemos ese DON desde que nacemos y nos pertenece por derecho propio pero, ¿Cómo descubrir ese DON?
Lo primero y más importante es ejercitar la soledad. Apartémonos sanamente, sin conflicto de todo y de todos. Para ver en nuestro interior es necesario poner la mente en blanco y solo lo lograremos alejándonos no solo del mundanal ruido si no, también de nuestros seres queridos, de nuestras posesiones, de nuestras comodidades, de todo. Solos tú y tú. Nadie más. Llegó la hora de la verdad.
Ahora sí. ¿Cómo descubrir mi DON?
- Pregúntate Qué es lo que más alegría te da: – ¿Interactuar con personas? ¿Estar solo sin que nadie te moleste? ¿Cantar o bailar? ¿Estar al aire libre? ¿Estar en constante movimiento o ejercitándote?
- Analiza qué es aquello que cuando lo hago me pone más feliz (no pues, sexo no). –¿Ayudar personas enfermas? ¿Alimentar/rescatar mascotas? ¿Caminar bajo la lluvia? ¿Acompañar adultos mayores? ¿Dibujo o fotografía? ¿Viajar, conocer nuevos lugares? ¿Navegar por Internet?
Cuando miras aquello que te da felicidad, regresas a la esencia de quien eres y qué es lo que debes hacer.
La vida es demasiado corta y es a la vez nuestro tesoro más preciado. No podemos desperdiciarla.
Rick Warren, autor de “Para qué estoy aquí en la tierra?” dice: “Vivir el propósito para el que fuiste creado, te lleva más allá de la mera supervivencia y éxito a una vida de significado, a la vida para la que estás destinado. Cinco ventajas de conocer tú propósito:
- Explica el significado de tu vida.
- Simplifica tú vida.
- Centra tú vida.
- Aumenta tú motivación.
- Te prepara para la eternidad.”
Quiero terminar, centrándome en este quinto punto. La eternidad desafía la imaginación y la comprensión del hombre. No es un objeto, ni lugar, ni período de tiempo. Dios es eterno. Sin principio y sin fin. (Emmet Fox): “Como la relación entre Dios y el hombre es la de padre e hijo y el hombre es hijo de Dios, necesariamente tiene que participar de SU naturaleza, ya que la naturaleza de los hijos es invariablemente similar a la de los padres. Es una ley cósmica que “de tal padre tal hijo” y así como Dios es Espíritu Divino, el hombre tiene que ser esencialmente Espíritu Divino también, no importa si las apariencias dicen lo contrario. Dios existe. Y el Eterno, el Todopoderoso, el Omnipresente, es el Padre misericordioso de la humanidad. Si meditásemos en este hecho lo bastante para comprender, aun parcialmente, lo que en verdad significa, la mayoría de nuestras dificultades se encontrarían resueltas y nuestras enfermedades desaparecerían, porque sus raíces hayan sustento en el temor. Si pudiésemos entender, tan solo en parte, que esta Sabiduría Divina es nuestro vivo y amante Padre, casi todos nuestros temores desaparecerían. Y si pudiésemos comprenderlo completamente, toda cosa negativa en nuestra vida se disiparía, y la perfección de nuestra existencia sería una demostración de nuestra perfecta condición espiritual”.
Estamos viviendo tiempos muy difíciles y los efectos de la pandemia no se van a resolver en el futuro inmediato. Tenemos todavía para rato y muchas cosas inesperadas ocurrirán. La incertidumbre seguirá siendo la constante de aquí en adelante. Nada volverá a ser como antes pero… puede ser mejor que antes. No tiene que ser necesariamente malo adaptarnos a los cambios y además, podemos sacarle provecho. ¿Qué mejor momento para ganarnos la vida haciendo lo que nos gusta? Peor no se pueden poner las cosas. Las cartas están echadas y puedes pasar de inmediato de ser espectador a ser protagonista. Tú decides.
Nota: El contenido de este artículo, es libre, espontáneo y de completa responsabilidad del Autor Percy Bustes