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Por: Alfredo Felipe Martínez Agamez

“Tu trompeta queda en silencio
Permite hermano que yo te cante
Estos tristes versos. Nadie se atreva a llorar,
Dejen que ría en silencio. Óyeme Padre celestial,
No me lo prives de tu bondad. Nadie se atreva a llorar,
Dejen que ría en silencio. Adiós Luisito compañero de mi vida
Allá en el cielo, Dios te bendiga.
Nadie se atreva a llorar,
Dejen que ría en silencio…”   La Cuna blanca de Ralphy Leavitt y la Selecta

Parece que estamos en una encrucijada, en un callejón sin salida, la muerte es el capítulo que todos tenemos marcados, desde el mismo momento al nacer, viene también la resolución de regreso, o partida de este maravilloso, traumático, alegre, sufrido y espectacular mundo terrenal.

Son muchas las creencias y opiniones desde el punto de vista religioso, cada uno tiene la libertad de experimentar y de esa manera desarrollar su estancia en este platanal vividero.

Me he puesto a la tarea de indagar con familiares y amigos, sobre si estamos preparados para morir, y casi todas las respuestas son:

  • ¡Yo no me quiero morir!
  • ¡No estoy preparado para ese momento!
  • ¡Me hace falta hacer muchas cosas!
  • Y como diría el sabio Diomedes Diaz “No sé Ernesto, no sé, yo no me quiero morir”

Lo que si esta claro, es que la muerte llegará tarde que temprano, de esa nadie se escapa.

La muerte es la única universidad que nos enseña lo que verdaderamente es la vida, y nos hace observar la cantidad de defectos que tenemos, por ejemplo:

La prepotencia, el exagerado ego, el egocentrismo, la envidia, la codicia, la mentira, el odio, la falta de solidaridad y de misericordia, quedan al desnudo cuando tenemos una experiencia con la muerte. El oro, las propiedades, los lujos, el dinero y todas las excentricidades quedan para el disfrute de otros, ya que cuando nos vamos de este mundo, no nos llevamos nada, regresamos limpios y sin manchas.

En lo que va desde el inicio de la pandemia del covid-19 en Colombia han fallecido 89.297 personas de distintas edades y sexos, pobres y ricos, profesionales y no profesionales, hasta los médicos han perdido la batalla. Fuera de las que han perdido la vida en otras circunstancias o patologías.  

El sufrimiento, de hijos, padres, hermanos, esposas, esposos y amigos ha sido muy fuerte. Se podría decir, que a muchos los tomó de sorpresa la llegada de la tan perfecta y alucinante muerte, como casi siempre ocurre.

Y con la muerte llagan también los mensajes de condolencia, los pronunciamientos, las palabras sentidas. ¿Será que somos honestos y nuestro sentimiento es de verdad triste?, muchos actúan con hipocresía y otros aprovechan los momentos para sacar beneficios.

La muerte debe ser aceptada, con el mayor grado de valentía y honestidad, debemos respetar que es el momento donde se desvanecen todos los defectos de carácter y nos encontramos con la debilidad a flor de piel.

Para muchos la muerte es una gran oportunidad, para hacer negocios, para sacar provecho del sufrimiento, para la muestra las funerarias y cementerios, quienes adoptan las posturas del marketing y la vanidad para hacer de la muerte su mina de plata. Valdría la pena preguntar a los causantes de los 6402 falsos positivos en este país, ¿Cuál fue el rédito de la inversión por tantos fallecidos?, o preguntarles a los amigos de la guerra, ¿Qué sienten cuando ven morir a niños y jóvenes producto de una estúpida guerra prepotente, que solo desea el poder?.

Todas las muertes tienen un doliente de verdad, que le amo, que le dio cariño, pero somos animales de costumbres, y podemos sobreponernos al dolor y seguir adelante, actuando con resiliencia para adaptarnos a las perdidas, ya que la vida está llena de momentos y la muerte es uno de ellos.

Lo peor del caso, es que hasta morirse en estos tiempos es un lujo, los servicios funerarios son tan costosos, que los pobres parecieran no tener derecho a semejante obligación divina.

Como dice mi madre “paguemos la cuota de los servicios funerarios porque, si alguno se muere, no tengamos problemas”

Que bueno sería, lograr entender el maravilloso mensaje que nos deja la muerte, que con su sabiduría nos enseña que cada día es un nacimiento, que la vida es un regalo divino y que podemos disfrutar al máximo pero tiene caducidad.

Disfruta este día como si fuera el último, no sabemos si la muerte llega y te dice:

Abran paso…
Caballero ábreme paso
Que yo vengo preparado
Y a todo el que necesite
Hoy yo le vengo ayudar. Abran paso…” Larry Harlow/Ismael Miranda. Abran Paso

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